Pertenecerme entera: entrevista a Andrea Rivas
Entrevista | Dotar de otra historia la historia misma de las mitologías: Medusa. Andrea Rivas reflexiona sobre dicho proceso y sobre la poesía misma.
Entrevista | Dotar de otra historia la historia misma de las mitologías: Medusa. Andrea Rivas reflexiona sobre dicho proceso y sobre la poesía misma.
Por Óscar Alarcón (@metaoscar)
Puebla, México, 28 de octubre de 2020 [03:41 GMT-5] (Neotraba)
Aletia me preguntó si su hermana podía dar una clase—taller de poesía en uno de los grupos a los que les daba clase en la prepa Zapata. Le dije que sí. Nos pusimos de acuerdo y Andrea Rivas llegó con Gustavo Osorio, para darle clase a un grupo de primero de prepa sobre cómo escribir y leer poesía. Los alumnos, de 14 o 15 años, se quedaron sorprendidos gracias al poder de las palabras: podían encontrar poesía en hechos cotidianos y la vivían a través del entendimiento de aquello que parecía difícil de lograr: comprender un poema y saber que el poema les estaba entregando sus misterio oculto entre las vocales y las consonantes. Andrea y Gustavo cerraron el taller con el poema “Experimento” de Wislawa Szymborska, en donde la cabeza de un perro es la protagonista: “Fiel cabeza de perro,/ bondadosa cabeza de perro,/ cuando la acariciaban, entornaba los ojos/ creyendo que era todavía parte de un todo/ que encorvaba el lomo bajo una caricia/ y meneaba la cola.”
Una cabeza. Como la que Perseo le arranca a Medusa. La gorgona es el motivo del primer libro de Andrea Rivas, Pertenecerme entera (Círculo de Poesía, 2019). Se trata de una resignificación de Medusa vista con ojos de mujer para ser mujer y para recordarse como tal: “mejor no mires, virginia, no abras los ojos/ así estaba destinado a ser, agnes, no estamos listos para tu cuerpo/ la diosa le ha dado alas a un hombre y un espejo para que mires/ el demonio en que te has convertido:/ colosal, perseo levanta tu cabeza en lo alto,/ muerta ya, fernanda, tus ojos inmensos, tus labios no son peligro/ tu sangre veneno y antídoto, tu cuello pegaso, tu cabeza escudo.”
La imagen del monstruo se ha petrificado. Es momento de romper con un cincel de palabras el mito que la mantiene decapitada y devolver su dimensión de mujer.
Óscar Alarcón. ¿Cómo fue que elegiste a Medusa, qué fue lo que te atrajo de este personaje para escribir algunos de los poemas que se incluyen en tu libro?
Andrea Rivas. Es una historia que me gusta mucho. Fue en un Congreso de Poética en Roma el año pasado. Fui a Florencia, a la Galeria degli Uffizi —que menciono en el primer poema, por eso todo se junta ahí. De pronto veo la escultura de la cabeza de Medusa, yo iba con mi novio y me dijo “¿Ya viste qué padre?” Pero, claro, él estaba hablando de la técnica.
Llevábamos todo el día y yo traía el rollo feminista —de por sí una ya trae el chip— y dije “¿Por qué todas las pinches esculturas que están aquí son de mujeres cosificadas o degolladas?” Me enojó y nunca se me salió de la cabeza esa idea de todas las Medusas que vi pintadas y representadas ahí.
Durante todo ese recorrido pensé: “Claro, así es como nos ven, eso somos”. En el rush dije “Eso seguimos siendo, esa es la representación”. Perseguí al pobre de mi novio por todo Uffizi diciéndole la historia.
Acababa de leer —hacía no tanto— el mito de Ovidio y dije “Pero es que ella era una sacerdotisa, estaba ahí, dejando sus ofrendas a Atenea y de repente un tipo dice —bueno, un dios pero finalmente es un tipo—: ‘Yo me la quiero echar’, la viola y la pobre acaba embarazada, exiliada, degollada”.
Ya me sabía el mito y no fue sino hasta que vi esta imagen que me entró la idea de escribirlo y así surgió la idea de todo el libro.
ÓA. La primera idea que vino a mi mente cuando leí tu poemario fue que se trataba de una reivindicación de la imagen de Medusa. Sin embargo, después pensé que decir “una reivindicación” era poco digno de un concepto mitológico tan fuerte como el de Medusa. Creo que la división entre bueno y malo con Perseo me parece poco favorable. Si tuvieras que poner en una dicotomía de significados entre Perseo y Medusa, ¿cuáles serían los que les pondrías a Perseo y Medusa? No necesariamente como opuestos o complementarios.
AR. Eso es algo que pensé mucho cuando terminé de escribir el poema y al momento de corregir intenté que quedara ahí: finalmente los dos son productos de una forma de pensar y de cosas que escapan a su consciencia.
Medusa está ahí, existiendo. La gorgona no hace nada y resulta ser víctima de una serie de cosas, pero pienso un poco que en la actualidad es lo mismo que pasa con tantas chicas desaparecidas o con todas nosotras a quienes diario nos chiflan y nos dicen “Pues no te vistas así”. Bueno, ahora voy con leggins, tampoco. Con pants, tampoco. Yo no estoy haciendo nada, estoy existiendo y estoy siendo violentada todos los santos días.
Con la cuarentena me he sentido muy tranquila porque eso no ocurre nunca. Es una tontería pero, ¡bueno!
Por otro lado, Perseo —empecé con mucha tirria con el personaje— dije “A él lo mandaron”, a él no le dijeron “Fíjate que esta señorita era una chica muy guapa y entonces Atenea muy enojada —porque la violaron en su templo— la convirtió en un monstruo”. Simplemente le dijeron “Hay un monstruo, defiéndenos”, entonces es también un poco ignorante de todo lo que ocurre a su alrededor y es un poco similar al sistema del patriarcado. Los niños no nacen todos malditos, acosadores y objetivando a la mujer. Es un sistema que nos va diciendo.
Me tocó en una fiesta: había un niño chiquitito, apenas y hablaba, y le enseñaron a decirle a las niñas “Mamacita” y a meterse debajo de la falda. Iban los papás felices, riéndose de que era chistosísimo el hijo. ¿Dónde está lo chistoso? Ahorita todo mundo “No, nene” o “Ay qué chistoso”, pero cuando tenga 8 o 15 años y le parezca chistosísimo: ahora no sabe que lo que está haciendo está mal e irrespetuoso.
Todos somos parte de un sistema del que no somos conscientes. Lo que estamos haciendo es cruzar límites, violentar, lastimar, y siento que son las cosas que conectan a Medusa con Perseo: son un poco víctimas de los dioses, quienes rigen el sistema, y cada quien está haciendo la parte que les es impuesta.
ÓA. De acuerdo a las condiciones en las que se desarrolla el mito, ¿habrá una correspondencia de lo que le ocurrió a Medusa con la actual mujer mexicana?
AR. Justo por eso lo escribí, para mí es la mujer de todos los días. Es simplificar las cosas muchísimo pero es el caso de todas las mujeres desaparecidas, por eso en ese poema voy poniendo los nombres de todas las mujeres que son reales, de casos de periódicos de mujeres violentadas y cuyo pecado máximo fue ser mujer: “Es que estaba muy bonita”, “es que estaba en shortcitos”, “es que estaba en la noche”.
Medusa no hacía nada menos malo: estaba rezando en un templo, pero su pecado fue ser bonita. Igual a las mujeres de la actualidad. Su pecado es estar en lugar incorrecto en la hora incorrecta. No debería de ser el lugar incorrecto, nunca.
Siento que esa es la equivalencia, pero no sólo mexicana: en el mundo. Y, sobre todo, —creo— en el tercer mundo pasa mucho ésto.
ÓA. En tu poema “Traición a Ginsberg”, que también alude a Desayuno en Tiffany’s, ¿en qué sentido es una traición tu poema?
AR. Jugué con muchas cosas al mismo tiempo. Como soy traductora, siempre me gusta jugar con las ideas de traducción en los poemas que hago.
En realidad ese poema es “Footnote to Howl”, que aparece inmediatamente después de “Howl”. Intenté hacer una traducción del ritmo y los sonidos, que sonaran muy parecido en español y en inglés —obviamente está en español— y, por otro lado, todo lo masculino lo pasé a femenino, pero dije “¿Cómo le hago? Porque decir ‘Gloria, Gloria’, no tiene sentido”. Lo leí muchas veces en inglés y dije “Claro, ‘Holly Golightly’”, vamos a cambiar ese significado para que sea dual: Holly de Gloria y aparte es la mujer.
Cuando leí el libro fue una mujer la que me llamó mucho la atención porque era independiente. Me gusta mucho que Capote la describe como una mujer feíta pero súper atractiva. Cuando vas por la mitad del libro se te olvidó que era feíta, estás enamorado de la mujer. No importan las características físicas, es quién eres, qué reflejas. En este libro hice una mega mezcolanza de todas esas cosas que tenía y que no daban para un solo poema y juntas me dieron este poema. Me gustó mucho.
Estaba nerviosa de ponerlo en el libro porque es una cosa muy experimentosa, “plagiarme” un poema que ya existía, ponerlo en español y ponerlo todo en femenino pero mucha gente me escribió para decirme que es uno de los poemas que más les ha gustado, entonces estoy muy contenta con él.
Esa fue la idea y esa frase de que “toda traducción es una traición”, dije “Esta es una mega traición porque no nada más es traducción sino que ya le cambié la mitad”. Y finalmente sí se ve que es el mismo poema.
ÓA. Se vuelve jazzístico tu poema, no sé si eso te lo hayan hecho notar las personas que te han escrito.
AR. Qué padre. Es un poco la idea porque cuando escuchas los audios e incluso en la representación que hacen en la película, de cuando lee estas cosas, yo tenía estas voces en la cabeza cuando lo estuve escribiendo y que suena a jazz, que sube y que grita y que baja y que de pronto es calmado. Sí, esa fue la intención.
No me lo han dicho pero me gusta la idea y es un poco lo que tenía ahí.
ÓA. ¿Podrías platicarme de las poetas que pertenecen a tu generación, mexicanas y que son las que te llaman la atención?
AR. Hay muchas. Con quienes más contacto he tenido y con su poesía y me gusta lo que están haciendo son Andrea Muriel —que es de mi generación— sacó apenas su primer libro, fuimos juntas a la universidad.
Me gusta también el trabajo de Yolanda Segura, me gusta cómo cambia entre libro y libro.
Hay una chica que me gusta mucho lo que hace con la poesía —y que no creo que tarde mucho en publicar—, se llama Angélica Barrera, es de Guerrero. Hay tantas.
Hay una muestra en Círculo de Poesía alimentándose todo el tiempo, creada con la intención de sacar textos académicos, poéticos, narrativos de mujeres en México: “Dónde están ellas”. Hay una selección súper amplia de gente que me llama la atención —y que lo sigue haciendo. Mucha gente va colaborando con los textos de mujeres que les gustan. Creo que de mi edad —que nos llevamos uno o dos años— son ellas de quien más he estudiado sus poemas. No sólo de leerlas: las leo, las disfruto y me pongo a estudiarlas. Mi top 3 serían ellas.
ÓA. ¿En qué medida te acercas al bilingüismo en tus poemas “Autotraiciones” y dejas de lado la traducción?
AR. Creo que el bilingüismo pasa más en poemas como “A gun that never shoots again”, porque ahí no partí de una traducción sino que —de verdad— de mi cabeza salían palabras en inglés.
Ese poema tiene ese título por una canción de Damien Rice. La decisión fue no traducirla como ocurre en otros versos que no tengo en este libro pero son otros poemas que escribí. Y ahí sí creo que es un ejercicio de bilingüismo: pongo lo que se me ocurre en inglés y lo que no, en español.
Pasa con cualquier lengua que uno hable: si se está hablando mucho inglés, de repente ya no piensas esas palabras particulares en español. El significado no se corresponde en una traducción. Es una idiotez que yo lo diga porque soy traductora y yo debería de creer lo contrario, pero sí creo que hay palabras particulares que no se corresponden. En ese caso, creo, serían más un ejercicio de bilingüismo.
“Autotraiciones” son poemas escritos cuando traducía muchísimo y entonces estaba muy atascada en la escritura: no me salía nada y todo lo pensaba en inglés. Me da por ponerme a platicar en inglés con quien pueda para no estancarme y que, al hacerla de intérprete, resulte que no sé nada. Fue de esas épocas. No me salía nada y aposté por el inglés”. Me gustaban mucho “Qué padre pero ¿esto dónde lo voy a publicar en México?”, no tiene mucho sentido, qué payasada.
Me gustó mucho la idea de “Traduzco a todo mundo, entonces me voy a traducir a mí”. Esos no son bilingüismo, es traducción pura y es autotraición porque cuando uno se traduce se mejora, cambia, le metes otro versito, entonces esa fue la intención con el título.
Se publicaron en inglés en otras revistas y al final dije “En español vamos a quitarle… voy a cambiarle aquí”.
ÓA. Recuerdo la antología de Martín Tonalmeyótil publicada por el Círculo de Poesía, ¿qué tanto te has acercado a los procesos de traducción de poetas de lengua indígena?
AR. Yo no hablo ninguna lengua indígena —desgraciadamente, porque estaría muy padre— pero Martín nos contaba de cómo hizo la traducción: fue un trabajo hecho con el tiempo. Elegía poetas, publicaba algunos en Círculo…, algunos otros los guardaba para la antología.
Nos contaba que hay cosas que son muy difíciles porque son tonales, no significan lo mismo, no es como si dijeras “Pájaro emplumado”. Ha sido muy interesante ver todas esas complejidades que Martín tuvo al traducir y platicarlo con los autores.
Muchos autores se autotradujeron —con supervisión de Martín— para no perder lo poético, porque evidentemente no todos los autores se dedican a la traducción.
No estuve muy de cerca porque es un trabajo entre Martín y los editores pero nos contó en las presentaciones —e incluso en clases, porque en el posgrado compartí clases con él— y es muy interesante porque entre cada lengua es difícil. Las lenguas son súper variantes.
Al igual que en español, no es lo mismo traducir a alguien de Sinaloa que alguien de Puebla, que alguien de Mérida. Lo mismo pasa con las lenguas indígenas: hay variantes, hay dialectos y entender los matices de significado entre cada una de ellas para él fue complejo y fue interesante ir acercándose poco a poco.
Me pueden explicar pero no conozco la lengua.
ÓA. Regresando a tu trabajo como traductora, me vinieron a la mente palabras como las que aparecen en Ulises de James Joyce, ¿qué tanto existe realmente la traducción si hay palabras que quedan en la lengua original y qué tanto la traducción se convierte en un género literario más?
AR. Creo mucho cuando se dice “Versión” y no tanto “Traducción” —porque cada vez me convenzo más de que no hay modo de crear. Es muy difícil. En algunos casos se puede generar el mismo sentimiento, que finalmente es lo que uno busca, que el phatos sea el mismo en el lector en inglés y en español, pero ahí dependemos mucho de cosas culturales.
Si le lleváramos los poemas de la antología de Martín Tonalmeyotl a un inglés, que en su vida ha leído algo de historia de México, que no conoce nada, lo va a leer con exotismo. Para nosotros no es así, lo tenemos más cerca, pero si lo lee alguien de Santa Fe y alguien de la Sierra va a entender cosas muy diferentes, desde ahí hay una complejidad enorme para lo que se va a sentir.
Y por otro lado, las diferencias en el lenguaje marcan muchísimo. Creo más en llamarlo “Versión” y no “Traducción”, sí creo que es un ejercicio de escritura creativa porque es necesario tener nociones de ritmo, de forma —no sólo en poesía—, no se trata nada más de que diga lo mismo sino de que nos lleve con los mismos sonidos —o similares. El inglés es muy agudo, tiene muchos monosílabos, ¿cómo le hago? Es intentar acercarse lo más posible, pero no creo en la traducción idéntica.
Una vez en un congreso una señora se enojaba porque hablábamos de Ana Karenina pero no la habíamos leído en ruso, que era una tontería traducir esas cosas porque no se parecen en nada. No habríamos leído nada de la literatura mundial si no hubiera traducciones. Es un trabajo para tomarse en serio; sin embargo, cuando uno tiene el privilegio de conocer una lengua hay que leer la obra en su lengua original pero siempre es muy bonito estar buscando, leyendo y releyendo hasta agarrar ritmo y sentido a un poema para intentar llevarlo a la lengua y que el lector sienta algo muy similar a lo ocurrido con el poema original.
ÓA. ¿Qué opinas de la figura del traductor como autor? Pienso en los libros de la Editorial Argonáutica de Efrén Ordóñez, en donde el autor y el traductor tienen la misma importancia. ¿Crees que deban estar al mismo nivel?
AR. Creo que deberíamos estar en la portada. Ocurre mucho que uno tiene sus preferencias de traductores o estilo de traducción. Es importante. A mí me pasa muchísimo cuando compro los libros: no tienen el nombre del traductor en la portada —sólo es el nombre del autor— y siempre hablo a las librerías: “Oye, ¿de quién es la traducción?”
Me pasó con Murakami, de mis Best Sellers para llevar en el camión o también leerlo en paz. Leí un libro pero no me gustó nada porque el estilo estaba horrible.
No es por criticar el estilo del traductor pero estaba acostumbrada al trabajo de Lourdes Porta, traductora de Tokio Blues y de muchos otros. Me encanta cómo lo hace, cómo lo explica y sus notas al pie —yo soy de traducción ñoña con notas al pie— y este no tenía notas al pie y traía muchos conceptos en japonés: “Yo no me sé esto, no entiendo nada…” Vi que era otro traductor, nunca están en la portada y siempre están en chiquitito en la página legal.
Es algo que siempre me ha encantado de traducir con Círculo de Poesía: mi nombre está ahí. La primera vez que aparecí en un libro fue en El país entre nosotrosde Carolyn Forché, y ahí estaba. “Por fin lo logré, mi nombre está en un libro”, dije. Sí es importante, evidentemente no es una labor creativa similar a la del autor —ni tantito— pero es parte del trabajo creativo del traductor traer esas cosas a una lengua particular. Y es importante para muchos saber quién lo hizo para saber si quiere o no el libro.
ÓA. ¿Hay una sensibilidad distinta de una mujer traductora a un hombre traductor?
AR. Es algo subjetivo. Noté —no en todos los casos pero sí he visto una generalidad— que las mujeres traductoras —al menos las que yo conozco— somos más ñoñas, por ejemplo, en ponerle notas. Y los hombres son menos de poner notas: “Léelo, ahí está”.
Son modos distintos, escuelas de traducción distintas. Apenas traduje un libro —todavía no puedo decir cuál es— que habla sobre la Segunda Guerra y hay un chorro de palabras en inglés sin traducción, que en mi vida jamás había escuchado ni en películas ni en nada, entonces puse “Esto significa esto”. Por ejemplo, yo no sabía que “Johny” es “Condón”, en mi vida había escuchado eso. Y dije “Es importante porque si uno no entiende es porque no está en un contexto sexual”, de repente lo mencionan y no se entendía y lo puse.
Es un trabajo más de mujeres —al menos en las traducciones que yo he leído— pero en realidad creo que más que con el género se relaciona con las tendencias estéticas de la persona. Platicaba con Alí Calderón y le llamó la atención puedo leer un libro sin saber de quién es la traducción y conforme lo voy leyendo me voy dando cuenta quién de mis amigos —de los que son cercanos— lo tradujo porque sí hay un estilo: así como en la literatura, hay un estilo en la traducción. Depende más —según yo— de las tendencias estéticas y de las preferencias personales que del género, pero tampoco lo he estudiado tanto, son mis impresiones.
ÓA. Háblanos de la definición del ser en la sección “Ser en ellas”. Medusa es la médula de tu poemario pero aparecen otras figuras como “Bestia”, “Nosotras y los leones”. Me llama mucho la atención el poema “La mujer que no sabía hablar”, que en cierta medida el no saber hablar es un poco desaparecer, ¿qué es el ser?
AR. En general, la idea del libro surge cuando vi esa Medusa y todo lo contado al inicio. Llevaba mucho tiempo con esta idea —un poco adolescente— de “no pertenezco a ningún lado”. Cuando lo cuento veo que a todos nos pasa, yo hice un drama y un libro al respecto —lo cual está muy bien—, pero por otro lado —de nuevo, muy adolescente todo— me dio esa temporada en la que uno ve fotos con un grupito de amigos con el que alguna vez saliste y se pregunta “¿Por qué no me invitaron? Pues porque no eres del grupito y ya”, pero entra un drama existencial.
Tuve una temporada muy larga en donde me preguntaba “¿Quién soy?, ¿qué soy?, ¿a dónde pertenezco?”, esas preguntas de filosofía de secundaria pero que en este momento tuvieron mucho más sentido que cuando me las preguntaban en secundaria, y entonces dije “No es que yo sea una cosa aislada en el universo”, soy bien determinista producto de mis circunstancias: donde nací, de mi familia, de mi entorno y me di cuenta de que sí tengo manera de decir quién soy a partir de estas cosas.
En principio y en esta época —lo hace Simone de Beauvoir, no hago nada nuevo—me di cuenta que lo primero que soy es ser mujer, a mí me gustaría primero ser escritora pero las circunstancias de mi nacimiento me hacen primero identificarme como mujer porque cuando voy al OXXO, no importa si soy escritora o si me gané un premio o no me gané nada, lo que importa es que, como soy mujer —aunque en México, eres mexicano— debo de llevar el gas pimienta, mandar mi ubicación, decir a dónde voy, a qué hora salí y a qué hora regreso y eso determina todo lo que hago. Por eso es esa sección de “Ser mujer”, porque me determina en un chorro de cosas cotidianas que a lo mejor no determinan a los hombres. O a ustedes los determinan otra serie de circunstancias distintas.
De ahí surge el “Ser mujer”, ser en ellas y cómo son ellas, quiénes son ellas y cómo ellas y yo nos identificamos, si somos una misma cosa o somos separadas.
El de “Bestia” es un recordatorio de cómo todas somos —en algún punto de nuestras vidas— vistas así. Es algo que me pasa y lo reflejo en mi hermana —tú fuiste su profesor— mientras más crece más ansiedad tengo y vivo con ansiedad. En mi familia siempre me critican porque soy ansiosa, pero apenas se fue a un viaje y yo viví toda la semana con ansiedad porque pienso que es una niña —aunque no es una niña—, en mi cabeza tiene 15 años aunque ya tenga 20 y la gente no la ve como yo como una niña chiquita, bonita y maravillosa a la que hay que cuidar, para ellos es: Va a ir a la playa con otras niñas preciosas. Y así nos ven: de pronto pude ver cómo nos ven a todas las mujeres a partir de ver a mi hermana.
Mucho tiempo me peleé porque digo “Yo quiero salir con mi short y mis medias de red y que nadie me esté diciendo”, y salgo porque soy yo pero cuando vi ese mismo comportamiento en mi hermana fue cuando finalmente entendí cómo nos ve el mundo. Por eso hablo de la transformación en “Bestia”: ellos no te ven como eras, eras una mujer bonita, te transformaron en bestia y te arrancaron la cabeza. Surge de esa mirada: viéndolo así, desde afuera, pude entender la condición de todas las mujeres.
Y “Los leones”, fue con otra amiga de la escuela cuando comenzamos a ver feminismo y empezamos a entender. Muchas de las mujeres que estamos en el feminismo fuimos esa niña de la secundaria que se creía súper cool porque sólo se llevaba con niños y que nos burlábamos de “Ah, las niñas se maquillan”, y ahora nos maquillamos como si nos pagaran con glitter, porque por fin podemos abrazar esa feminidad que creíamos una cosa degradante.
Ese poema surge de identificarme en el mundo con otra chica, que se abrió conmigo y que me dijo “Claro, es que yo sentía lo mismo”. Pudimos admitir esa transformación de sentirnos cool con esta conducta súper misógina que tuvimos alguna vez porque queríamos estar del lado del poder, con los niños y no con las niñas. Fue divertido. Habla un poco de eso: encontrarte en el mundo con un semejante y poder abrirte. Encontrar apoyo en otras personas.
El último me inspiré mucho en Alejandra Pizarnik porque fue la primera poeta con la que me clavé y hasta la fecha siempre que doy clases está ahí, siempre está su figura. Me llama mucho la atención sus Diarios: hay una parte que habla sobre las perras palabras y que está harta de aprehender al lenguaje y comunicarse. Pensé: “Una poeta con ese mega librote de Poesía completa, que se suicidó tan joven y dice no entender el lenguaje… ¿entonces a mí qué me queda?”
Soy una persona que cada vez que habla se traba en público. Cuando doy clases, en mi cabeza tenía un discurso padrísimo, para hacer llorar a todos de felicidad. Me cuesta mucho y es chistoso que me guste es escribir, las palabras y el lenguaje. Ese poema intenta abrazar esa idea al mismo tiempo que es como una verborrea: estoy diciendo que no puedo hablar. Es esa dicotomía en la que vivo y que he notado que muchas poetas —pero especialmente Pizarnik— han vivido.
ÓA. ¿Así como hay distintos feminismos hay distintas sororidades?
AR. Creo que sí. Una vez tuve una plática con una amiga al respecto. Por una parte veía cuándo se comenzó a poner de moda el término. Todo mundo quería ser amiga de todo mundo, y todo mundo te tenía que caer bien y todas las mujeres somos maravillosas. Y eso no es la sororidad para mí.
La sororidad es que yo reconozco que eres mujer, si estás en problemas, te voy a ayudar. No nos vamos a caer bien porque no todos los seres humanos nos caemos bien pero es reconocernos.
Puede haber una poeta insoportable para mí, en mi vida me iría de fiesta con ella, pero aun así sé que en este momento histórico es muy importante que nos apoyemos, que leamos nuestro trabajo, lo compartamos —si nos parece digno—, para mí esa es la sororidad en el mundo literario, al menos. Que no importe el circulito del que vengamos, si nos cae bien, por ejemplo, una poeta que está súper apoyada por el gobierno y yo odio al gobierno.
Es importante ser sororas, nos compartamos y nos leamos porque si no, ésto va a terminar igual que siempre: grupitos de la secundaria en el ámbito literario. Si todo mundo está haciendo algo, por ejemplo: “Cápsulas de poesía hecha por mujeres”, apoyarnos y decidir, pero no en principio: “Ese es el grupito, fuchi, no hay que verlo”. Lo he escuchado en un chorro de lugares, desde que entras a la licenciatura hasta que llegas al doctorado, puedes ver que hay un grupito al que le hacen. Así es la vida y creo que no va a cambiar, pero en eso consiste: en la poca importancia de esas condiciones porque en este momento lo primordial es apoyar esa producción y que nos conozcamos.
Está padrísimo que yo tenga un libro pero no si al resto de las poetas les caigo mal porque siempre hablo de Harry Potter y no me leen. En principio necesito crítica constructiva de esas otras mujeres que hacen poesía, que me lean, me critiquen y me lo digan. Lo leeré y sabré si me parece bien su crítica y si quiero tomar algo o no. Pero es importante creer en eso mucho más allá de crear los lazos de amistad.
Está la sororidad en la vida real y cotidiana en la que sin importar nada somos mujeres y si necesitamos apoyo ahí está.
ÓA. ¿Qué opinas de las críticas que se le han hecho al Círculo de Poesía? Se menciona que son un coto muy cerrado de poder, que sólo publican a sus amigos. ¿Qué es lo que percibes desde dentro y cómo es el respeto a la mujer adentro?
AR. Cuando estaba en la escuela, en los primeros años de la licenciatura —no sabe uno nada del mundo literario— escuchaba que decían que nada más se publicaban entre ellos y todo lo que tú me estás diciendo. Yo, con reticencia hacia Círculo… —porque si te dicen cosas feas de alguien te las crees porque uno es así de naïf y aparte estaba morrita— tuve clases con Alí Calderón —era el único profesor que estaba dando clases de poesía y yo necesitaba una clase de poesía— y fue muy afortunado: al final aprendí mucho en sus clases.
Nunca he recibido más generosidad, en el ámbito literario, que en el Círculo de Poesía. Todas sus clases se la pasaba rifando libros, nos invitaba a presentaciones. De pronto empecé a decir “¿Si será?”, porque esta persona al menos —que es el director— no coincide con todo lo que me han dicho. Todo el tiempo está haciendo presentaciones y da talleres gratuitamente.
Tomé clases con él un semestre y sabía que yo traducía. Un día, después de una presentación, platicábamos de poetas mujeres y me dijo: “Fíjate que hay una poeta que se llama Carolyn Forché y queremos hacer una traducción”. No éramos amigos ni nada, yo era una alumna que existía por ahí y dije “Pues va”. La empecé a traducir —coincidió que comencé a tener clases de traducción— y dije “Traduzco todo el libro” porque me servía como ejercicio para la clase y porque era mi 10 de la materia.
Después me dijo “Lo publicamos”, “¿Así nomás?” “Sí, sí, sí”. Lo mandaron con Álvaro Solís a que lo revisara y nos sentamos como 10 horas en Profética a corregirlo y con Gustavo Osorio —que era mi profesor de traducción— y así nada más, sin conocerme. No era amiga de nadie y de repente estaba ahí.
Entonces dije “¿De dónde sacan que sólo publican a sus amigos y con ellos hacen cosas?” Hay que ver que Círculo… está lleno de traducciones de alumnos. Haces algo y sale. Muchísima gente que conozco me ha dicho que sus primeras traducciones de poesía fueron en Círculo.
Me tocó ir a hace dos años con Odette Alonso a la Feria de Minería —en el ciclo de escritoras que hace— y se me hizo muy bonito porque comencé a platicar sobre mi trabajo en Círculo… y una chica de la mesa dijo “Sí, me gusta mucho porque ahí fue la primera vez que me publicaron”, y yo nunca había escuchado de ella. Tampoco he leído absolutamente todo lo que hay porque es muchísimo. Para empezar, antes de que yo entrara llevaban 7 años de existencia, entonces leer todo el catálogo es brutal.
Algo que sí he notado es que mucha gente no ha querido estar. He visto que hay una muestra de mujeres que van desde las más premiadas hasta gente que no tiene libros y que apenas está empezando. Y varias mujeres, sobre todo de las más reconocidas, no me contestaron —y las contacté por muchos medios porque pensé que a veces el Messenger te manda al buzón de los no deseados— y no quisieron.
Claro que no podemos publicar a gente que no quiere ser publicada. Evidentemente todo el mundo tiene el derecho de decir: “No me interesa esa línea y no quiero”, pero se dice mucho que no publicamos a cierta gente, pero los invitas y tampoco quieren ser publicados, entonces no se puede hacer nada.
No es sólo por defender a mis compas —porque ahora se hicieron mis amigos, no sólo mis editores y los que publican mis traducciones sino que me volví su amiga y parte del grupo—, te puedo decir desde lo más honesto del mundo que nunca vi que se dijera que sólo entre compas y entre amigos.
Los poetas que vienen a los festivales nadie los conocía en la vida real y entonces estás ahí diciendo “¿Se parecerá el wey de la foto al que llega al aeropuerto?” porque es alguien que un editor dijo que era buenísimo y lo traes a México y se le publica el libro.
En cuanto a lo de las mujeres: desde que me metieron a mí —habiendo un grupo mayor de hombres— no veo que haya un sesgo de género. Hay muchísimos libros y antologías de mujeres.
El proyecto empezó entre compas, eran amigos, y por ello no había mujeres, pero poco a poco hay más. Los editores me dejan hacer lo que yo quiera y publicar a quien yo quiera, no creo que haya otra revista en donde se diga: “Eres la traductora y publica a quien tú quieras”. Y lo mismo pasa con cualquier alumno que llegue con Alí y le diga “Oye, fíjate que traduje a estas 20 poetas, ¿las revisamos?”, estoy segura de que diría que sí.
Mario Bojórquez es alguien que se emociona con el proyecto con el que uno llegue, le da la vuelta y ve cómo hacerlo más grande. Son gente súper entusiasta, uno llega con un proyecto y vemos cómo se hace.
También he visto comentarios de gente enojada porque no les publican un libro así nomás. Es carísimo publicar un libro. Se necesita de un comité editorial y otras mil cosas. Es lo mismo que si vas con Planeta y le dices: “Hola, escribí esto, ¿me lo publicas?”, no te lo van a publicar así de simple.
En resumen yo no veo esas cosas y para mí han sido generosos, he aprendido muchísimo de ellos. Es una cosa que a mí me gusta mucho y que creo que le hace mucho bien a la poesía del mundo porque traen cosas de todo el mundo, yo conocí la poesía china gracias a ellos.
ÓA. Una última pregunta que le hago a toda la gente que he entrevistado. Te hago esta aclaración porque alguien me dijo que parece que tiene un sesgo de género: no lo tiene, es más bien un búsqueda ontológica. Es una pregunta mucho más general y que no tiene nada que ver con tu libro. ¿Qué es el amor?
AR. Ay dios mío… Híjole, es algo muy confuso… Regreso en media hora y te digo.
En principio te puedo decir que no creo que sea aquello que se dice siempre: que es una cosa desinteresada —no porque ames a alguien por interés. Puede estar en muchas cosas, personas, lados.
Una versión muy hippie sería que el amor es como la luz. Al explicarlo sólo te daría ejemplos de mi familia y mi perrito y no creo que es eso. Creo que el amor puede ser una luz. Recientemente una amiga —con la que no hablaba desde hace como dos meses— me escribió un mensaje sólo para decirme que me quiere mucho. Eso es una luz: yo amanecí feliz y sentí bonito y ganas de hacer cosas buenas por el mundo.
Creo que es eso: una cosa que te puede hacer mejor persona, que te puede proteger, que te puede curar de muchas heridas que uno trae porque así nacimos, nacimos rotos.
Yo diría que lo más cercano al amor es la luz.