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Por Jean Lenin Corona (@JeanLeninVsC)

Puebla, México, 05 de marzo de 2021 [00:02-GMT-5] (Neotraba)

Por favor, lea con mucha atención.

Este libro no es fácil de leer. Sus cuentos más breves exigen una atención focalizada, en la que una impronta fugaz que atraviese nuestra mente puede afectar la experiencia en la que el autor vuelca sus observaciones sobre la vida diaria, al mismo tiempo que da rienda suelta a su imaginación.

En lo que respecta a los cuentos más extensos, en cada línea el escritor devela algún rastro de melancolía seguido de observaciones sobre lo común y corriente de un día.

La Ternura del Matarife es un compendio de cuentos que gozan de una precisión muy propia de escritores modernos, alejándose casi por completo de esquemas narrativos clásicos. Dicho de otra manera, en los cuentos no hay espacio para seguir los cánones de la narrativa en los que el planteamiento ocupa un lugar primordial para llevarnos al nudo del relato. En algunos, el planteamiento del problema se va develando mientras avanza la trama.

Seccionados en tres apartados temáticos, estos cuentos gozan de una gran agudeza en lo que respecta a la posibilidad de observar la realidad y sus componentes más básicos, situaciones comunes y gente que se encuentra inmersa en la monotonía, sin embargo, la capacidad narrativa y la perspicacia del autor permiten que en pocos párrafos nos adentremos de manera nada superflua a los afectos y motivos del protagonista.

Escrito por Fernando Tamariz y editado por Nitro/Press en 2020, la experiencia del autor al teclado da la sensación de que la brevedad de los cuentos no implica pérdida alguna: están las palabras indicadas y no más ni menos.

La primera sección, titulada Bichos Raros consta de narraciones cortas en su mayoría, el autor devela de sí mismo un aura de lejanía de sus personajes. Rompe el aura de cotidianeidad cuando tomar una taza de café se convierte en una experiencia extra espacial, una visita al veterinario pone en jaque los convencionalismos del sentido común o la visita a la casa de un escritor admirado transforma los ánimos del observador.

En la segunda, Elementos; Tamariz juega con estos elementos para abordar distintas historias, que van desde un idílico viaje en tren hasta los vuelcos salvajes que dan en la memoria los encendedores para cigarrillos en los automóviles, siendo Fuego uno de los relatos que considero mejor logrados -desde una visión casi hedonista- de esta edición.

En el tercero, el encuentro con lo común es más evidente, no hay situaciones casi fantásticas como en los primeros, sin embargo, en “Ni de aquí ni de allá” convergen escenarios ordinarios observados y planteados de una manera personal e íntima. El abordaje de la sexualidad y la infidelidad, el suicidio, la inocencia de un niño y su carro son escritas bajo una estricta observancia minuciosa. En este mismo apartado se encuentra una pieza que no sólo plasma en breves líneas una realidad en México, una desigualdad tremenda y cínica, sino también lo hace a través de una narrativa tan consolidada que no rosa en lo obvio. “Juno”, nombre del cuento en cuestión, fue mi pieza predilecta.

Este libro es totalmente recomendable para quienes gozan de una capacidad de concentración formidable o para quienes busquen mejorarla.


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