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Por Fidel Reyes Rodríguez

Tijuana, Baja California, 12 de noviembre de 2020 [8:00 GMT-5] (Erizo Media)

A unos días del fallecimiento del escritor Luis Zapata —debido a complicaciones en los pulmones y el corazón, como lo anunció la secretaria de cultura federal Alejandra Frausto— retomamos un texto para revistar una de las mejores obras del autor y honrar su memoria. Zapata fue pionero de la literatura LGBT+ en México y su libro El vampiro de la colonia Roma es un clásico

En fechas recientes, en la academia existe un fuerte debate sobre los significados de género y sexo (1): género se utiliza a partir de estos debates, como un término que contrasta con sexo; es decir, el género es algo construido social y culturalmente. Sexo son todos los factores biológicos, genéticamente heredados (pene, vagina, pechos, caderas anchas… etc.).

El género, en contraposición con el sexo biológico, representa un discurso de identidad que se construye a partir de subjetividades en las que se involucran individuos que interiorizan prácticas y creencias. Estas prácticas producen en los individuos involucrados una identidad que los constituye como sujetos sexuados. «Semejante sujeto [sexuado] voluntario e instrumental, decide sobre su género, [sin embargo] no pertenece a ese género desde el comienzo».

En el México de los años setenta la producción de sujetos sexuados estaba a cargo, principalmente, del orden familiar regido por una fuerte carga de valores católicos. A los individuos se les imponía una condición sexual determinada por su sexo biológico dotándolos de privilegios que le eran negados a quienes se atrevían a subvertir la norma. Adonis García el personaje protagonista de la novela El vampiro de la colonia Roma no busca el reconocimiento social. Afirma con su puesta en discurso de la identidad gay, que todo género –hablamos aquí de sexualidad y no a géneros literarios? refleja una estructura imitativa.

Con el reconocimiento social de la palabra gay se da un proceso de personalización que viene a promover masivamente los ideales que este nuevo término que engendra una reivindicación de las minorías —no solamente gays— que surgen como pequeñas organizaciones de una sociedad que las margina.

Antes del nacimiento de la identidad gay en México, la figura del homosexual aparece ridiculizada en la literatura; dos claros ejemplos de esto son las novelas Los 41 de Eduardo Castrejón y Fabrizio Lupo de Carlo Cóccioli. Se debe remarcar que en ambos casos la homosexualidad de los personajes es la que los condena a un destino trágico. En Los 41 se plantea “la reivindicación” como único medio para que la sociedad acepte a estos individuos con preferencias homosexuales.

Los individuos que pueden socialmente reivindicarse son los que ejecutan en el acto sexual el rol activo —el que penetra, el que chinga. En esta literatura mexicana de antes de los movimientos activistas por la liberación homosexual, los personajes estaban marcados por los estigmas que la sociedad tenía en contra de los homosexuales: «si examinamos la novela gay del siglo XX es un hecho que se narró en tercera persona, si no fue para estigmatizar o para reírse de los homosexuales».

A partir de esta novela —El vampiro de la colonia Roma— fue que otros autores comenzaron a abordar el tema de manera más desencubierta, sin duda animados por la valentía de Zapata, lo cual fue un hecho importante, porque era una toma de posición notable de parte de los escritores gay en su momento.

A partir de El vampiro… también inició la necesaria desmitificación de la imagen del hombre gay, que a partir de aquí ya no fue el jotito afeminado hasta la ridiculez, ni el hombre atormentado por haber elegido «un camino erróneo». El mismo Zapata ha manifestado en varias entrevistas que ésta ha sido una de las premisas de toda su obra, presentar personajes homosexuales que no reproduzcan los modelos típicos de escarnio o desventura.


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https://erizo.org/luis-zapata-y-los-primeros-pasos-de-la-identidad-gay-en-la-narrativa-mexicana/


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