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Por Lorena Rojas (@olaenlamar)

Ciudad Tula, Tamaulipas, 03 de julio de 2020 [00:12 GMT-5] (Neotraba)

El aborto en la literatura contemporánea escrita por mujeres

La despenalización del aborto es quizá la lucha central del movimiento feminista actualmente, así como en otros momentos lo han sido el sufragio femenino o el divorcio. Esa palabra ha estado presente en titulares últimamente debido a las movilizaciones a nivel nacional e internacional por parte de movimientos feministas y, en México, por el reciente rechazo a las iniciativas para su despenalización en San Luis Potosí y Guanajuato, dos de los estados más conservadores de nuestro país.

El aborto es también uno de los temas que más escozor levantan y que cuesta trabajo abordar, sobre todo en un país de tradición católica y conservadora como éste, en el que únicamente dos de sus 32 estados permiten la irrupción legal del embarazo (ILE) a solicitud de la mujer. Por eso es tan común que cuando se manifiestan argumentos a favor de la ILE con base en los derechos humanos, mucha de la contrarréplica tenga como centro aspectos religiosos, coartando por completo los derechos de las mujeres y atentando contra la laicidad del Estado, incluso en las Cámaras de Diputados o las Cortes. Muestra de ello son, por ejemplo, las miles de mujeres presas por abortar a pesar de que —se supone— la irrupción del embarazo es legal en casos de violación o cuando se pone en peligro la salud mental o física de la madre en la mayoría de los estados.

Los prejuicios religiosos y/o morales en torno al tema son una causa de que las mujeres que están a favor, sobre todo las que no se reconocen a sí mismas como feministas o que no tienen un círculo feminista que las arrope, permanezcan en silencio.

En mi caso, críada en Cerritos, San Luis Potosí, un pueblo en la zona media del estado, ese tema en la familia y los círculos cercanos es casi impensable. Fue de hecho uno de los que más trabajo me costó encarar, conmigo misma incluso, en mi proceso feminista. Y, aunque cada día somos más mujeres las que reconocemos en la posibilidad de abortar el derecho humano de decidir sobre nuestros cuerpos, así como el problema social y de salud pública que representa su prohibición y criminalización, buscando a partir de ello la reflexión con perspectiva de clase, raza y género, la situación no es tan fácil de cambiar y mucho menos de “solucionar” efectivamente.

La literatura como expresión artística —y también social— no es ajena a problemáticas como ésta y, específicamente en la escritura de las mujeres, no es nada nuevo —aunque editoriales o críticos nos quieran convencer de lo contrario— observar como una de las recurrencias temáticas la violencia o el reflejo de la opresión de género. Del tema del aborto y su prohibición, con todo y el abuso (sexual y de poder) que éste supone, quizá se podría hacer todo un rastreo en la literatura universal; sin embargo, traigo acá algunos ejemplos que he leído recientemente en cuentos y novelas escritos por mujeres de distintos países a partir de la década de los cincuenta, con el propósito de visibilizar la problemática pero también de normalizar su existencia: las mujeres abortamos y sí, también escribimos de ello; y no como un tema panfletario o necesariamente político, sino como parte de la realidad. El aborto existe y seguirá existiendo, legal o no.

Pagarás con maldad

En 1950 se publicó la novela policiaca Pagarás con maldad, de la escritora nacionalizada estadounidense Margaret Millar (1915-1994). En ella, la doctora Charlotte Keating se ve inmiscuida en un crimen tras recibir en su consultorio a Violet, una mujer joven y en condiciones precarias que acude a ella para que la ayude a interrumpir su embarazo.

En EUA la despenalización del aborto tuvo lugar hasta 1973, por lo que el tratamiento del tema con la profundidad y cuestionamientos con que lo hace Millar es notable, además de que no sólo plantea la irrupción del embarazo de manera ilegal por parte de una doctora que procura actuar éticamente sin dejar de ser solidaria con otras, sino que explora el rol de las mujeres en la época y sus relaciones de pareja, que en este caso son también relaciones de poder en las que permea la violencia de todo tipo; esto sin dejar de lado que se trata de una gran novela policíaca.

Portada de Pagarás con maldad de Margaret Millar.
Portada de Pagarás con maldad de Margaret Millar.

Dentelladas de tigre

Publicado varios años más tarde (en la década de los sesentas) e incluido recientemente en la compilación de relatos Manual para mujeres de la limpieza (2015), encontramos el cuento “Dentelladas de tigre” de la autora Lucia Berlin (1936-2004).

En él, Lou llega con su pequeño hijo a El Paso para reunirse con su prima y el resto de su familia para pasar la navidad; sin embargo, antes de ir a casa pasan un tiempo juntas y al hablar de sus relaciones violentas y fallidas, Lou confiesa su embarazo. Así, con el apoyo de su prima, acude a escondidas a Juárez para realizarse un aborto. Berlin es inigualable para narrar la tristeza, la desesperación y la ironía en la cotidianidad, y este relato deja ver todos esos matices, mientras explora la violencia, la desigualdad, la marginación y el miedo de las mujeres que acuden a las clínicas clandestinas.

Además, retrata la profunda soledad de quienes tienen el privilegio de hacerlo: “A veces acababa pensando que si un tigre me arrancaba la mano a dentelladas y yo corría a buscar a mi madre, ella simplemente me soltaría un fajo de billetes en el muñón”.

Portada de Manual para mujeres de limpieza, de Lucia Berlin.
Portada de Manual para mujeres de limpieza, de Lucia Berlin.

La mujer habitada

En Latinoamérica, por otra parte, la escritora nicaragüense Gioconda Belli (Managua, 1948) publicó La mujer habitada (1988), un novela de línea claramente feminista en la que se narran paralelamente las vidas de Lavinia, una joven arquitecta que vive en la década de los setenta y lucha contra prejuicios relacionados con su género en medio de la Revolución Sandinista; y la de Itzá, una mujer indígena que luchó contra los invasores españoles.

En una parte de la historia, Lavinia acude a casa de Lucrecia, la mujer que realiza sus tareas domésticas, para ver cómo está, pues hacía unos días que no se presentaba a trabajar, encontrándola en condiciones graves de salud:

“[…] interrumpiéndose de rato en rato para llorar, le contó con detalles a Lavinia, lo del aborto. No quería tener el niño —dijo—, el hombre había dicho que no contara con él y ella no podía pensar en dejar de trabajar. No tendría quién lo cuidara. Además quería estudiar. No podía mantener un hijo. […] una amiga le recomendó una enfermera que cobraba barato. Se lo hizo. El problema era que la hemorragia no se le contenía. Ya toda ella olía mal, a podrido, dijo, y estaba con esas fiebres… Era un castigo de Dios, decía Lucrecia. Ahora tendría que morirse”.

(p. 77)

La situación obligará a Lavinia a encarar la desigualdad, de la que ella había sido privilegiada, y a actuar con empatía y consciencia verdaderas.

Portada de La mujer habitada, de Gioconda Belli.
Portada de La mujer habitada, de Gioconda Belli.

Temporada de huracanes

Ya del contexto mexicano —y muy actual— encontramos una muestra en Temporada de huracanes (2017), la celebrada novela de Fernanda Melchor (Veracruz, 1982) que ha sido traducida a varios idiomas y que retrata sórdidamente la violencia, el crimen y la marginación en La Matosa, un pueblo ficticio que podría ser cualquiera del territorio mexicano.

En el capítulo 5, conocemos al personaje de Norma, una adolescente que llega al pueblo mencionado escapando de su casa tras darse cuenta de que estaba embarazada de su padrastro, quien la violaba desde hacía varios años. Ya en el nuevo pueblo, conoce a Chabela, quien la lleva con La Bruja para que la ayude a abortar; sin embargo, las cosas salieron mal y la menor terminó atada a una cama de hospital bajo la violencia y las miradas del personal que la rodeaba:

[…]Estas cabronas no saben ni limpiarse la cola y ya quieren andar cogiendo, le voy a decir al doctor que te raspe sin anestesia, para ver si así aprendes […] ¿Cómo se llama el que te hizo esto? Dime su nombre o la que se va a ir a la cárcel eres tú, por encubridora”.

(p. 103)

En México se registran anualmente 390 mil embarazos de mujeres entre 10 y 19 años, de los cuales, aquellos casos que se presentan en las edades de 10 a 14 años, frecuentemente son consecuencia de violaciones por parte de familiares o amigos cercanos que no suelen denunciarse.[1] El caso de Norma es un ejemplo ficticio de una situación real y abrumadora, con todo y la violencia obstétrica, la criminalización y la culpa a la que son sometidas un gran número de mujeres embarazadas a la hora de parir y, por supuesto, a la hora de tomar la decisión de abortar, sin importar las condiciones que las hayan llevado a ello.

Portada de Temporada de huracanes, de Fernanda Melchor.
Portada de Temporada de huracanes, de Fernanda Melchor.

Un viaje

“Vine al D.F. porque me dijeron que aquí podía practicarme un aborto legal y seguro”, así inicia el cuento de Atenea Cruz (Durango, 1984) Un viaje —incluido en su libro de cuentos Corazones negros (An.alfa.beta, 2019)— y así inician también las historias de miles de mujeres mexicanas que, desde 2007, año en que se legalizó el aborto en la capital de nuestro país, acuden de todas partes del interior de la República para poder abortar de manera más segura y sin arriesgarse a ir presas.

En este cuento, Atenea explora, además de la odisea que significa el traslado a una ciudad que resulta monstruosa para quienes la pisamos por primera vez, la soledad en que se realiza el procedimiento a la par que se debe que fingir fuerza y temple para la supervivencia en la urbe. Asimismo, chocamos con la cotidianidad: las expectativas familiares, las relaciones de pareja inestables y la falta de capacidad económica y emocional de alguien que simplemente no quiere ser madre y no está preparada para serlo aún con la culpa que supone ser una hija adoptada y sentirte “en deuda”. Además, podemos ver otras perspectivas, como el trabajo de organizaciones de mujeres feministas que guían en el proceso a desconocidas que lo necesitan, pero también la falta de un acompañamiento que resulte suficiente en una situación así de compleja (si es que existe un ideal). Esta normalización del asunto para algunas, y que es difícil digerir para otras, nos invita a cuestionar nuestra praxis del activismo feminista y también nuestras muestras de empatía y solidaridad.

Portada de Corazones negros, de Atenea Cruz.
Portada de Corazones negros, de Atenea Cruz.

Perejil y Coca Cola

En un contexto similar, en cuanto a temporalidad y motivos, se inserta Perejil y Coca Cola, un cuento de la narradora y activista Dahlia de la Cerda (Aguascalientes, 1985) incluido en el libro Perras de reserva (Tierra Adentro, 2019), ganador del Premio de Cuento Joven Comala 2019. En esta historia la protagonista tampoco desea ser madre ni está preparada para ello. Sin embargo, entre sus opciones nunca contemplaría trasladarse a la ciudad. Para ella el aborto en casa es la opción. Y no por ello es agradable, aunque sí tal vez menos revictimizante.

La cuestión quizá está en la orientación durante el proceso, el acceso a medicamentos y, por supuesto, el riesgo de salud y el riesgo legal, en un país en el que algunos de sus estados sentencian a 30 años de prisión a las mujeres que abortan y 6 a los violadores y feminicidas (cuando proceden las demandas, por supuesto).

Portada de Perras de reserva, de Dhalia de la Cerda.
Portada de Perras de reserva, de Dhalia de la Cerda.

Estos textos, sólo reflejan algunas situaciones que se aproximan a la realidad de muchas, en las que quizá la culpa sea el factor en común, inserta en todas desde que nos comienzan a educar para ser madres: “Hice todo lo contrario [al manual] quizás porque quería que las cosas acabaran mal, por ejemplo, conmigo en el hospital o en la cárcel o en ambos lados”, dice Diana, la protagonista del último cuento mencionado. La culpa y la maternidad no deseada son el castigo más aceptado y normalizado socialmente, no importa lo que haya detrás. Eso es lo único que no se reprocha y que hasta debe agradecerse.

“Las ricas abortan, las pobres se mueren”, se repite en las marchas feministas, porque sí, el aborto ha existido siempre, la diferencia radica en poder acceder a él y seguir con la mayor normalidad posible, o no tener el apoyo, la información, ni mucho menos la solvencia económica para realizarlo con seguridad, independientemente de su legalidad.

Pagarás con maldad, Margaret Millar
Manual para mujeres de la limpieza, Lucia Berlin
La mujer habitada, Gioconda Belli
Temporada de huracanes, Fernanda Melchor
Corazones negros, Atenea Cruz
Perras de reserva, Dahlia de la Cerda


[1] “México ocupa segundo lugar a nivel mundial en embarazo adolescente” Milenio (2019) [consultado el día 29 de junio de 2020].

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