Ítaca, voy de regreso.
Azul de Metilena es el espacio reservado para Verónica Ortiz Lawrenz en Neotraba. En esta entrega nos habla de su deseo de llegar a Ítaca.
Azul de Metilena es el espacio reservado para Verónica Ortiz Lawrenz en Neotraba. En esta entrega nos habla de su deseo de llegar a Ítaca.
Por Verónica Ortiz Lawrenz
Ciudad de México, 08 de abril de 2020 (Neotraba)
Desde que salí rumbo a Madrid a finales de junio del año pasado, nunca imaginé que en menos de diez meses, cuatro ya en México, viviría en ocho distintos lugares, ninguno mi casa. Entonces, pensando que no regresaría en años, quemé naves, renté mi departamento, mal vendí mi auto y guardé en bodega y en cajas todo lo que me daba identidad, mi historia, para irme ligera, pensé, a la aventura de vivir. Soy aire y nadie me explicó lo que sería este viaje, tampoco lo hubiera creído.
En estos diez meses, ¿cuánto de mi fortaleza se puso a prueba? Todo, diría, porque desde mi llegada, con 40 grados de temperatura, el recibimiento fue un golpe seco, textual: distinta comida, clima, personas, idioma –yo no hablo español de España–, el reto exigente diario en mi trabajo, pocas horas de descanso. No me quejo, describo. Hice buenos amigos y amigas.
Este impasse actual que a todos recoge en sus espacios propios, a mí me obliga a limitarme en una habitación en Coyoacán junto a Churubusco, con baño, un mueble con tarja para lavar trastes y dos hornillas eléctricas que al encenderse hacen un ruido de motor como de auto deportivo, sin el auto, claro, y lavo a mano, ejercicio que fortalece mi brazo.
Este sábado me cambio porque logré encontrar un departamento con cocina completa, ¡estufa con horno! Es en la Roma norte, en un viejo edificio, en el tercer piso, sin elevador. Tiene dos pequeñas terrazas que me permitirán ver el cielo. Me lo ofrece una joven talentosa, artista plástica de Torreón, quien amablemente me bajó la renta porque mis entradas tienen demasiadas salidas. En Madrid pago, hasta este mes, el piso al que regresaría en tres meses y dos seguros de gastos médicos, uno con “repatriación”, obligado, por si “muero” en el viejo mundo, para que no le cueste a España regresarme a México. Euros que se van en el absurdo.
Aire soy, aventurera y seguramente, ya que todo esto pase, si vivo para contarlo –quién tiene seguridades sobre su futuro, ni ahora ni antes ni después– escribiré los detalles de esta Odisea, porque lo ha sido desde antes de viajar.
En mayo cumplo años, a finales. Mi ilusión es cumplirlos en mi casa, regresar al departamento que renté antes de irme a Madrid. Isla referente y entrañable que me ofrece el amanecer por las ventanas de la recámara y el atardecer frente a un parque arbolado. Mi Ítaca, lugar que añoro todos los días, el requerido para reinventarme y comprender qué sigue para mí. Sólo un mes más fuera de mi centro, un mes que ignoro si llegará para transportarme al puerto de mi tierra propia. No he parado de migrar. Necesito besar mis paredes, abrir mis cajas y dejar que regresen a sus lugares todos los objetos guardados que como yo necesitan recomponer y desplegar alas.
Hacía tiempo que no me sentía tan inquieta, en parte por lo vivido y lo que añoro, también porque al igual que ustedes sufro y gozo este encierro y la numeralia que preocupa a quienes, como yo, hemos sido señalados como los más afectados por la pandemia, los mayores de sesenta años.
Pues les cuento que con casi setenta, ahora, hoy soy feliz. Lo soy porque me atreví a llamar a mi inquilino, un biólogo guapetón, quien me dijo que sin problema dejaba mi departamento a principios de mayo. No lo podía creer. Brinqué, reí. Sí, las de mi edad brincan y ríen –y hacen el amor y tienen orgasmos, este será tema de otro muro próximo–, y se ilusionan como niñas con cuento nuevo. En síntesis, podré cambiarme en mayo, mi mes, y si mi futuro llega hasta los setenta, celebraré desde mi centro de fuerza, rodeada de las cosas que conservé y me revelan horizonte, presente y pasado, lo que soy y lo que fui.
No tengo idea de quién o qué seré después de este largo viaje personal, incluido ahora el “quédate en casa”. Sólo sé que si lo logro, será desde mi casa, raíz de poder donde procesaré experiencia y anhelos. Soy muy feliz, se los quería contar. Ítaca espérame, voy de regreso.
Verónica Ortiz Lawrenz
Directora del Fondo de Cultura Económica de España. Ha escrito y publicado tres novelas, un libro de poesía y otro sobre educación sexual. Mujeres de palabra, sus entrevistas a escritoras, fue prologado por Elena Poniatowska. Pionera en radio y televisión de programas de educación sexual. Periodista de medios electrónicos desde hace 40 años. Fundó Código DF, radio cultural en línea. Su más reciente novela saldrá a finales de este año bajo el sello editorial de Lectorum.