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Revista Coartada

Colombia, 2 de septiembre de 2020 [1:05 GMT-5] (Revista Coartada)

Cuando nos referimos a la categoría de lo noir, en la literatura o en el cine, comúnmente tenemos la impresión de que este posee unos elementos esenciales, fácilmente reconocibles: detectives alcohólicos y fumadores, criminales duros, policía corrupta, la ciudad, la noche… estereotipos todos que han ido consolidando una imagen, a veces distorsionada, de lo que pareciera ser el género negro.

En medio de esa idea, el mayor lugar común se encuentra en el papel que ocupan las mujeres en esas historias, retratadas, casi siempre, como femmes fatales, víctimas, damiselas en peligro, objetos decorativos, sin casi otro valor más allá que el de meterse en problemas o el de tener que ser rescatadas.

Frente a ese imaginario surge HNegra, el libro editado en 2017 por la editorial Alrevés en España. Esta publicación vino a derrumbar esa idea, proponiendo una revisión del rol de las mujeres en las historias del género negro. Veintidós relatos de igual número de autoras, a las que se les pidió que crearan historias negras y criminales, protagonizadas por mujeres.

A continuación, compartimos con ustedes el prólogo de HNegra, a cargo del escritor Fernando Marías, para conocer un poco mejor esta importante obra.

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¿Por qué HNegra?

Por Fernando Marías

–No disparen… Solo soy una puta…

Así recuerdo que suplicaba Gloria Duque, bañada en sangre ajena, ante los policías que irrumpían pistola en mano en la pantalla del cine, aquel lejano día de 1996. Desde mi butaca, estremecido, la vi llorar. Aterrorizada y sola, con las manos en alto, de rodillas en el suelo del tugurio, rodeada de cadáveres acribillados a balazos. Esa mujer muy pobre y muy desdichada, también inocente o incluso muy inocente, inocente de casi todo, no quería, a pesar de su vida perra, que la matase un disparo fortuito.

–No disparen… Solo soy una puta…

Así comienza Nadie hablará de nosotras cuando hayamos muerto, película que en 1995 dirigió Agustín Díaz Yanes tras largos años de pensarla, escribirla y esperarla. Victoria Abril era –y es– Gloria, uno de esos papeles que dan a los actores que saben entenderlo y aprovecharlo santidad cinéfila incombustible para el resto de los días de la vida, hasta los límites de la eternidad; yo, por ejemplo, que no conozco en persona a Victoria Abril, me siento incapaz de no amarla por siempre y para siempre, y todo por haber sido –y ser, serlo sin retorno– Gloria Duque. Esta película llegó para demostrar que era posible filmar obras maestras del cine negro en idioma español, senda que, por suerte, luego seguirían otras películas y cineastas. Pero, además, de forma también novedosa y hasta insólita, concedía el protagonismo de la trama y de su intensidad emocional a las mujeres. Memorable Victoria Abril pero no menos memorable Pilar Bardem. Mujeres dignas, pobres y valientes en un barrio feo sin destino. Heroínas que de las nadie antes había hablado así.

Dos décadas atrás, a principios de los años setenta del siglo pasado, el guionista estadounidense Robert Towne creó a Evelyn Mulwray, personaje al que daría cuerpo y alma Faye Dunaway en otra obra grande del género que Roman Polanski dirigió en 1974, Chinatown. Evelyn, crispada en un mudo ensimismamiento acuciante, sabiéndose en permanente riesgo de muerte dentro de su jaula de oro y aun así empeñada en su amoroso objetivo, era el único personaje honesto de la película, el único digno de respeto y admiración.

Gloria y Evelyn generan preguntas sobre la entidad de los personajes femeninos en el cine negro del pasado y, casi en el acto, extienden las mismas preguntas hacia el territorio de la novela negra clásica: las mujeres, salvo alguna notable excepción, parecían en aquellos tiempos relegadas al papel de mujer fatal o, a lo sumo, novia redentora. Raymond Chandler, Horace McCoy o Ross Macdonald estarían a la cabeza de las muy memorables excepciones y, aunque nunca resulte fácil catalogar en grupo alguno al santo bebedor David Goodis, también habría que referirse a sus atroces dragones contenidos en cuerpos de mujer. Por el contrario, Jim Thompson o Chester Himes o J. R. Burnett o incluso Dashiell Hammett suelen sentirse más cómodos poniendo el punto de mira de sus talentos sobre los personajes masculinos. Ed McBain, apasionante en tantas ocasiones, traza una exacta metáfora de esta reflexión mediante la esposa de su mítico detective Steve Carella: amantísima, perfecta, secundaria y muda, literalmente muda. En cuanto a la literatura negra en idioma español, y aunque necesitaría recurrir a un experto para precisarlo, creo que no sería desatinado situar alrededor de Manuel Vázquez Moltalbán el primer foco de atención hacia los personajes femeninos negros. En los últimos tiempos, y como es evidente, la evolución natural del género ha ido equilibrando venturosamente esta balanza, pero incluso así resulta más fácil para los aficionados elaborar con fluidez una lista de héroes masculinos del género que una de heroínas.

Hnegra ha reunido veintidós relatos breves de otras tantas autoras españolas actuales –casi todas novelistas, aunque también se ha buscado la presencia del teatro, el cine o la poesía– a las que se propuso escribir una historia situada en atmósfera de género negro y protagonizada por una mujer que podía ser asesina o víctima, heroína o malvada, pero en ningún caso representante de las fuerzas de seguridad o del aparato de la justicia. Así, y aparte del brindis irónico protagonizado por una peculiar investigadora que abre el libro, en Hnegra se reúnen psiquiatras, moteras, asesinas de la más alta sociedad y asesinas de la más baja sociedad, víctimas de violencia de género y vengadoras de víctimas de violencia de género, almas en pena, luchadoras calladas, asesinas inmorales y alguna que otra heroína en el sentido más conmovedor del concepto. Cada uno de los relatos ha sido adaptado –o revisado, o desmontado y vuelto a construir, o reinventado– por un ilustrador o ilustradora, lo que reparte el protagonismo entre historia escrita e historia visualizada y convierte a Hnegra en un mirada múltiple, una mirada de cuarenta y cuatro miradas, sobre el género que tanto nos sustenta.

Pero Hnegra tiene vocación de ir más allá. Por eso preparamos una exposición itinerante que reúna los originales de los ilustradores junto a los textos de las autoras, o los textos de las autoras frente a su espejo visual, como quiera interpretarse. Dicha exposición tendrá su primera sede en el festival Granada Noir 2017 y desde ahí iniciará su periplo: salas, debates, lecturas dramatizadas, performances, proyecciones cinematográficas, temas musicales propios…

Todos esos significados conviven dentro de la gran H que nos representa, ampara y define. Todos esos y, ojalá, algunos otros que en este instante ni siquiera seamos capaces de imaginar.

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