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Por Óscar Alarcón (@metaoscar)

Puebla, México, 24 de enero de 2021 [03:00 GMT-5] (Neotraba)

En octubre de 2002 comencé a trabajar en una empresa de publicidad. Además de imprimir etiquetas para jamones y tarjetas de presentación para Volkswagen, se imprimían instructivos para medicamentos contra afectaciones cardiacas.

La línea de producción de estos manuales estaba compuesta por mujeres, quienes se encargaban de doblar unas hojas tamaño oficio. Lo hacían de manera peculiar: por la mitad, luego otra mitad, luego un doblez y otro y otro hasta que el tamaño oficio quedaba reducido a un acordeón. Éste cabía en una caja de medicina que se puede sostener en la palma de una mano.

La competencia por doblar más hojas podría ser encarnizada pues había un bono de producción para quien acumulara la mayor cantidad de manuales. Yo trabajaba como corrector de estilo y poco tenía que ver mi trabajo con lo que las dobladoras hacían. Sin embargo, conocía a varias de ellas y entendía que eran el último eslabón en la cadena productiva de la empresa. El trabajo en las líneas de producción de muchas empresas, sea el ramo que fuere, no dista mucho de lo que ahí se vivía. La diferencia estriba en la cantidad de mujeres que realizan la producción.

Las maquiladoras de Ciudad Juárez tienen su origen en los años 40, cuando se incrementó el turismo y la migración gracias al comercio que se desarrolló en la frontera norte de nuestro país.

Ilustración de la plaquette Maquila Chamba de Mirna Valdés Viveros.

Es un lugar común hablar de las mujeres que trabajan en las maquiladoras de Juárez. Desafortunadamente, también lo es hablar de las mujeres que desaparecen año con año. Sergio González Rodríguez escribió Huesos en el desierto, una escalofriante crónica donde da cuenta de los feminicidios de mujeres jóvenes, de madres de familia y de niñas. El libro es de 2002. Parece que la realidad nos ha alcanzado.

La poesía es el medio en el que Maquila Chamba de Mirna Valdés Viveros da testimonio de la vida de las mujeres en la maquiladora. Es un poema breve, como el suspiro de una de las trabajadoras entre turnos. Las manos tiemblan, la vista falla. Los dolores en la espalda dejan de sentirse al acomodarse en distinta postura. La línea es interminable: se repite todos los días, como una marcha que nunca termina, papel tras papel.

Mirna Valdés Viveros le da ritmo a las maquilas de ropa, botones, telas, forros y no se aparta de recordarnos que las mujeres que ahí trabajan pueden ser nuestras madres, nuestras vecinas, nuestras hermanas o cualquiera que haya venido de inmigrante:

En las altas horas de la noche

iban a tientas y a paso lento

cruzando calles de pavimento

las niñas de Guatemala

las gabachas mexicanas

nicaraguas, Salvador

huyendo de la chamba

arrastrando su infortunio

maquila chamba pantalón

maquila chamba camisón

maquila chamba corazón.

Ilustración de la plaquette Maquila Chamba de Mirna Valdés Viveros.

Para quien se ha encontrado alguna vez en una línea de producción entenderá que el ritmo de trabajo es como una enorme orquesta: todos ejecutan a cierto compás para que la producción no se detenga. Pero nada de romántico hay en realizar esta labor los 365 días del año. Una vez que se ingresa a la vorágine del trabajo, toda idea de compás, métrica, o ritmo, queda descartada y entonces queda la mujer y la máquina. Mirna lo entiende muy bien y nos dice:

En las altas horas de la noche

hasta la madre

de la loquera

brincando siempre

al son del corazón

niña siempre quisiera siempre

niña ser siempre ser quisiera niña ser

maquila no maquilador

no quiero ser no

Un poema breve que nos mete a un ritmo frenético de trabajo y palabras. Los sonidos de las maquiladoras son sincopados y nos hablan del trabajo, del abuso y de la búsqueda de un lugar mejor:

[…] maquila chamba colchón

maquila chamba condón

maquila chamba consumación

maquila gacha gacha maquila

liberación.


Maquila Chamba de Mirna Valdés Viveros. Ediciones Marginalia, Xalapa, Veracruz, 2015.


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