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Cold War Kids. Imagen cortesía de José Luis Dávila.
Cold War Kids. Imagen cortesía de José Luis Dávila.

Por José Luis Dávila.

Mirar hacia el futuro, todos lo hacemos. Hacia un  más allá del hic et nunc. Un más allá idealizado, creado desde lo que queremos, fundamentado en lo que somos. Algunos le llaman sueños; otros, posibilidades.

Pero las posibilidades son infinitas y contrario a lo que se pensaría sobre que uno tiene la capacidad de elegirlas, dependen con frecuencia de las decisiones que otros toman para sí mismos y que nos afectan de modo colateral. En cambio, los sueños son propios, están arraigados en nuestras miradas como un filtro por el cual podemos ver que lo que es, podría ser.

A muchos les deprime pensar en el futuro. Estamos en abril y se preguntan por lo que pasará en mayo, si es que será bueno o malo. Estamos en 2013 y se preguntan por lo que les depara 2015. O cualquier otro año. No digo que preocuparse esté mal, yo lo hago, aunque preocuparse no basta, eso es bien sabido e incluso un lugar común cuando se habla del futuro. Yo les puedo decir que ocuparse tampoco es suficiente pues en general las personas se ocupan sólo de lo que consideran como un problema y se olvidan de aquello que se encuentran en la periferia de los problemas, de aquello que los envuelve: la vida misma como un hacer.

Cold War Kids. Imagen cortesía de José Luis Dávila.
Cold War Kids. Imagen cortesía de José Luis Dávila.

Recientemente escuché el disco Dear Miss Lonelyhearts, el nuevo de Cold War Kids. De inmediato, desde la primera canción, pensé en cómo escribirle una reseña. Decir algo que nadie más pueda decir. Me pasé horas y horas escuchándolo, sintiéndolo de diversas formas, con distintos ánimos. Cada vez encontré cosas nuevas, cosas diferentes en sus letras, pero sobre todo en su sonido; aún así, no supe qué escribir y realmente creo que sigo sin saberlo.

Hoy por la tarde me senté frente a mi computadora y abrí un nuevo documento de Word, sólo por abrirlo, e inicie las primeras líneas de este texto, sólo por escribirlas. De pronto me di cuenta que estoy escribiendo una forma de reseña a Dear Miss Lonelyhearts. Por más que uno se esfuerza por visualizar algo, que le da vueltas y vueltas, que lo proyecta como un producto, precisamente, del futuro, todo llega simplemente por sí solo, llega en el hacer de las cosas y no en la obligación de que sean hechas. Llega a su modo y en su forma. Esa idea es la que ahora sé que transmite este disco, que las respuestas a las preguntas que nos hacemos son parte del porvenir que queremos adelantar y no la falsa previsión que siempre tratamos de tener.

Creo que toda la música de Cold War Kids, pero en especial este último álbum, denotan esto que digo. Que todos vamos hacia el futuro, es inevitable, y la mejor actitud con la que se puede enfrentar lo inevitable es haciendo porque –esto es sólo una corazonada– quizá los sueños se cumplen en el futuro cuando avanzamos sin tratar de ver las ramificaciones alternas, pero con fe en lo que hacemos, porque sin fe sólo quedan las paralizantes posibilidades que nos dan los otros, y al tener que ser evaluadas para hacer una elección, la mejor posible, quitan el tiempo que se pudo aprovechar en alcanzar lo que queremos de verdad.

Portada de "" de Cold War Kids. Imagen cortesía de José Luis Dávila.
Portada de “Dear Miss Lonelyhearts” de Cold War Kids. Imagen cortesía de José Luis Dávila.
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