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Por Blanca Sosa

Ciudad de México, 19 de noviembre de 2020 [00:03 GMT-5] (Neotraba)

Pocos libros cumplen con la hazaña de ser memorables. La mayoría de veces el paso del tiempo obra su propia faena y comenzamos a olvidar nombres, personajes; en el mejor de los casos, nos quedamos con las situaciones más potentes —si es que las hay— o se transforman por esa virtud de la memoria que nos permite inventar nuestro propio universo.

Ya sea por su contenido explícito, por ese despliegue de violencia y sexo sin apologías ni explicaciones o por la ampliación de la figura femenina en la literatura, —contradiciendo los estándares que ni los más decadentes poetas se atrevieron a derrumbar—, lo cierto es que Fóllame de Virgine Despentes es uno de esos pocos libros que dejan un profundo impacto en quien lo lee.

La historia podría ser el guion de una película de Quentin Tarantino o Michael Haneke: una actriz porno y una prostituta cruzan sus caminos en una estación de tren y, a partir de ahí, se desata el infierno… o el paraíso, depende desde dónde se vea.

Una halla en la otra una presencia ensordecedora que la complementa, reafirma su existencia y le da la certeza de que ese camino es el único para gente como ellas; es en esa comunión de dos voluntades iconoclastas, donde vemos desmoronarse poco a poco las instituciones que dan base a nuestra muy injusta y terriblemente enferma sociedad moderna.

El libro fue clasificado como una oda a la desvergüenza, un cántico de venganza o un grito fúrico contra toda esa charlatanería que hemos creído nos hace diferentes, especiales, mejores que otras especies y mejores entre nosotros.

Despentes ataca los valores burgueses aceptados por nosotros como verdad absoluta y nos confronta a los tabúes que, aún en una sociedad que se dice open-minded, nos esforzamos por seguir al pie de la letra: la desnudez, el sexo desenfrenado y extremadamente sucio, las drogas, la muerte y la violencia.

La vertiginosidad con la cual nos sumergimos en ese descenso a la miseria va acompañada de cierta satisfacción femenina: vemos a sus protagonistas destruir de una forma y otra las múltiples figuras de opresión, encarnadas en amantes vomitivos o en mujeres que representan la dignidad y el decoro.

El flujo de violencia es un tórrido despliegue sin sentido y quizá por eso mismo el texto resulte tan potente, en el delirio de la combinación de la muerte con el sexo encontramos que entre tanto caos hay también algo de justicia.

Virgine Despentes escribió este texto a sus veintitrés años, pero debió esperar dos años para verlo publicado de manera oficial. No es sorpresa que el recatado mundo editorial se le resistiera, posteriormente llegaron las duras críticas que le exigían apegarse a la manera ideal en la cuál una mujer debe hacer literatura. Pero no solo llegó esta reacción conservadora, sino también quienes vieron en este texto un ejemplar revolucionario. Pronto su nombre cobró fuerza, las puertas de la Academia Gouncourt le abrieron las puertas y las editoriales peleaban por publicar sus obras.

Los siguientes trabajos se seguirían apegando al estilo literario de Fóllame: esa vena desenfrenada de destruirlo todo es difícil de erradicar, más aún cuando se ha experimentado la violencia y sordidez del mundo en carne propia y es que el grunge de Despentes no es pose ni idealización romántica de los desclasados, sino que viene de su propia experiencia como prostituta, de ahí que el texto se sienta tan honesto y real.

Aunque se trate un acercamiento directo y crudo —y tal vez por lo mismo—, el texto es difícil de leer. “Para los de estómagos fuertes”, rezaría el slogan si se tratara de una película de terror de las que abundan por montones en Hollywood. A eso yo también añadiría “Para los de estómagos fuertes…y consciencias tranquilas”.


Fóllame (Baise-moi, 1995), Virgine Despentes, Literatura Random House, 2019.


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