Entrevista a Francisco Segovia.
Francisco Segovia platica con Óscar Alarcón sobre la poesía, el silencio, los talleres y sobre su trabajo como lexicógrafo.
Francisco Segovia platica con Óscar Alarcón sobre la poesía, el silencio, los talleres y sobre su trabajo como lexicógrafo.
Por Óscar Alarcón
3 de diciembre de 2015
Entrevista publicada originalmente en Radio Buap
Óscar Alarcón. ¿Cuál es el papel social que pudiese tener la poesía en este momento en nuestro país?
Francisco Segovia. Papel social siempre tiene la poesía. Es un acto social la poesía misma. Dada la gravedad del momento político, la poesía tiene dos vertientes. Una es rendir testimonios simplemente y la otra es tirar línea.
Creo que no son las mismas intenciones ni son las mismas calidades en cierto sentido, pero creo que los poetas están atestiguando lo que está pasando en el país.
ÓA. Claro, tenemos voces muy críticas como las de Javier Sicilia, y por supuesto el silencio también es importante.
FS. Yo diría que no. Yo no tengo esa opción. Yo creo que Sicilia se equivocó cuando dijo “después de esto no voy a escribir poemas”. Es la opción de lo que ocurrió, digamos con los alemanes, después de la Segunda Guerra Mundial, quienes dijeron “es obsceno escribir poemas después de los campos de concentración”, de Auschwitz y todo eso. A mí me parece que es al revés, que la única respuesta a esa violencia, la única respuesta viable es seguir haciendo poemas. Es decir, recuperar una lengua que ha sido destrozada, básicamente, por las mentiras de los políticos.
Había quien decía “no se puede escribir en alemán después de Hitler porque la lengua está destrozada, porque la dedicaron a decir puras mentiras, ¿cómo recuperar esa lengua?”, el que decía eso era un crítico que se llamaba George Steiner, pero después apareció Günter Grass y entonces él dijo “no, perdón, eso no es así”.
La lengua, digamos, está basada en la confianza: tú me dices “buenos días” y yo te contesto “buenos días”, de buena fe. Y en que si alguien tiene algo que contar, uno supone que lo que tiene que contar le gusta y es valioso de alguna manera y uno se sienta a oírlo. El que lo cuenta, lo que cuenta porque sí y el que lo escucha, lo escucha porque sí, eso es la buena fe. Si no hay esa buena fe, no hay sociedad.
ÓA. Y hablando precisamente de esto, en 2013 le otorgan el Premio FIL al poeta francés Yves Bonnefoy, y él declara en su discurso que “si la poesía se extingue, también la sociedad se extinguirá”, ¿usted coincide con eso?
FS. Sí, desde luego. Creo que es una de las actividades primordiales del ser humano. Lo cual no quiere decir que tenga mercado o que tenga éxito, porque también depende de lo que llames poesía. Estamos oyendo poesía todo el tiempo: las canciones son poesía, hay muchos niveles, muchas maneras de hacer poesía, unas más intelectuales, otras menos intelectuales. Estamos todo el tiempo expuestos a ella.
ÓA. ¿Cómo ha logrado conjuntar y al mismo tiempo cómo difiere el trabajo que como lexicógrafo está desarrollando al oficio del poeta?
FS. Lo que pasa es que a veces piensan que como soy lexicógrafo tengo un vocabulario grandísimo gracias a que trabajo en un diccionario, y la verdad es que es al revés. El director del proyecto en el que trabajo, que es el Diccionario del español de México, pensó que los lingüistas no necesariamente tenían sensibilidad para la lengua. Tenían instrumentos para describirla científicamente pero no necesariamente sensibilidad para pescar los significados y para redactar una definición lexicográfica. Entonces se dio a contratar a algunos que en aquel entonces éramos jóvenes escritores. Por ahí pasaron Coral Bracho, Carmen Boullosa, yo, Pancho Torres, en fin, un montón de escritores jóvenes que llegamos al Diccionario porque éramos escritores, no nos hicimos escritores a partir del Diccionario.
Entonces yo me he puesto a hacer el análisis de cuántas palabras he aprendido y que he usado y que no conociera antes de entrar al Diccionario, y creo que sólo he usado dos, pero muy bonitas. Escribí un libro de vampiros y para eso me sirvieron. Una palabra que es del campo mexicano. Y “acarrarse”, que es lo que hacen las ovejas cuando se juntan para taparse el sol unas a las otras, para evitar el calor.
ÓA. ¿Sigue siendo el amor un tema principal para escribir poesía?
FS. Desde luego. Podría decir esto mismo: la comunidad humana se basa en la confianza. La manera más extrema de eso, es el amor. Es lo único que podemos oponer a la violencia. No necesariamente la paz, de Peace and Love, sino el amor.
ÓA. ¿Qué tan importante es impartir talleres literarios?
FS. Son dos preguntas a la vez porque implica el juicio de un lado y del otro. Más bien los talleristas deben valorarlo. Los jóvenes que yo veo ahora son muy distintos de los jóvenes que éramos nosotros, los de mi generación. Para empezar porque en mi generación el centralismo era muy muy brutal, y si uno quería ser escritor tenía que estar en el D. F., y ahora, al salir a los estados, veo que eso se acabó. Hay gente muy buena y muy preparada en provincia, que ya no está esperando irse al D. F. para hacer su trayectoria, puede hacer su carrera en su estado, de modo que me he llevado muchas sorpresas. He llegado a lugares en donde digo “pues yo si quieren me siento y coordino nada más la discusión porque ustedes saben más que yo”.
ÓA. ¿Podríamos decir que los talleres literarios generan más escritores, más poetas que las mismas becas que se les dan a los creadores?
FS. No estoy seguro. Puede ser que sí, que siempre llega uno y lo reciben cinco, quince, veinte, es difícil medir eso. De esos quince o veinte que están en el taller, no sé cuántos van a pasar a ser escritores profesionales, en un sentido por lo menos comprometido con la literatura. Muchos de esos no fueron escritores antes de los 25, y muchos serán escritores después de los 25, como que esa es una edad límite.
Elliot decía “esto que yo escribo son consejos técnicos para poetas pero sobre todo para aquellos que son poetas después de los 25”, es decir para todos aquellos que no consideran simplemente una irrupción de la adolescencia: escribir poemas de amor y entrarle a la cursilería. Pasados los 25 ya te tienes que hacer responsable de algo más que eso.
ÓA. ¿Cuál es el papel de las mujeres en la poesía que se hace en México en los siglos XX y XXI?
FS. Las mujeres han tenido un papel no siempre del mismo modo. La mejor poesía que se ha hecho en toda la historia de este país la hizo Sor Juana, lo cual no quiere decir que no sea una excepción. Pero digamos que más o menos desde la generación de Octavio Paz comenzó a haber revistas de mujeres, en donde ellas ya brillaban por cuenta propia, eso ha seguido y cada vez son más. Creo que hay muchas cosas qué defender, espacios que ganar para las mujeres pero no creo que estén en la situación en la que estaban hace una o dos generaciones.
Pasa un poco como lo que digo de la centralización: se ha ido deshaciendo un poco, y también creo que han ido ganando terreno, son una voz muy importante. No me gusta dividir por géneros pero hay tantas —aquí me van a saltar al cuello algunas feministas— hay tanta poetizas importantes como poetas.
ÓA. Para finalizar, ¿cuál es su opinión de Enrique Vila-Matas, el escritor premiado este año en Guadalajara y de Fernando del Paso, ganador del premio Cervantes?
FS. Depende qué me estés preguntando. Como opinión personal, me gustaba más el Vila-Matas del principio que el Vila-Matas del final, sin embargo no me siento muy autorizado a opinar sobre novelas. Hay una clase poetas, a la que yo pertenezco, que no leen novelas. Borges decía que las novelas son demasiada paja, Borges, nada menos. Lo cual no quiere decir que no haya leído las novelas que hay que leer, pero no me meto demasiado.
Fernando del Paso abarca mucho más, y jalaré agua para mi molino: son padrísimos los poemas de Fernando del Paso. Tienen una habilidad artesanal que hay que conservar y para eso sirven estos talleres. Está bien toda la libertad pero también existe una tradición y esa tradición vale la pena, si no repetirla, por lo menos conocerla.