De procrastinación y series
Simulación de Vida | Las carpetas de trabajo acumuladas por un capítulo más de nuestra serie favorita: procrastinar es el tema de esta columna.
Simulación de Vida | Las carpetas de trabajo acumuladas por un capítulo más de nuestra serie favorita: procrastinar es el tema de esta columna.
Por Camila R. H.
Puebla, México, 29 de noviembre de 2020 [01:54 GMT-5] (Neotraba)
La verdad me encanta perder el tiempo: mientras menos haga, mejor. No me enorgullece especialmente, pero la pereza se pega a la piel como el sudor, agobiante, pesada. Las tardes están llenas de esta sensación, la de evadir las responsabilidades y no hacer los tres trabajos más aburridos alguna vez imaginados, los cuales reposan en la sección de Trabajos en Teams desde hace aproximadamente una semana.
Me absuelvo a mí misma diciéndome que podría hacer el trabajo de Lenguaje en el transcurso de la misma clase. Prefiero ignorar el descaro pero, por si acaso, esperaré a que la clase termine para enviarlo. De cualquier forma, sólo ese pensamiento me lleva a permitirme poner un capítulo de la serie que estoy viendo, porque así de sencillo es procrastinar.
Cuarenta minutos es mucho tiempo, pero parece nada cuando en la pantalla hay adolescentes con poderes y un dinosaurio. No es lo mejor que se haya visto, pero tampoco está tan mal, le digo a mi madre quien me juzga con la mirada. Implícitamente la he obligado a ver cada capítulo conmigo y, si no, por lo menos a escucharlo. Me dice nuevamente eso que pensó al ver el primer capítulo: los personajes no son muy listos; yo le respondo, en un vago intento de defender la trama, que al menos lo intentan.
De alguna manera dan las cinco de la tarde, el sol comienza a bajar. Mi madre me pide encender las luces de navidad. Llevan puestas desde mediados de noviembre, porque nunca está demás adornar un poco antes. Las miro fijamente, mientras la nostalgia me inunda. La ignoro, porque a todos nos pasa lo mismo, después de todo noviembre está a punto de acabarse. O eso elijo creer.
Los días fríos y secos de otoño me dejan un mal sabor de boca, como un preámbulo muy largo, un epílogo aburrido. Es así como se siente mi cabeza cada día al perder el tiempo, no puedo ni confiar en mi voluntad. Pues en algún punto su utilidad se redujo a (de vez en cuando) hacer una lista de pendientes que campantemente elegimos ignorar.
Es cierto, mi productividad no es demasiado presumible. Tal vez la razón sea mi larga lista de series ya vistas, tal vez lo sea mi voluntad voluble. Aunque quizá sólo sea mi desmotivación, porque es noviembre, de días fríos y secos.