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Por Daniel Carpinteyro

Puebla, México, 20 de marzo de 2021 [00:01 GMT-5] (Mundo Nuestro)

Ayer un poco antes de las 4 am me llaman desde una patrulla mientras camino a unas cuadras de mi oficina.

-¿Por qué tan tarde, jovenazo?

-Gracias por lo de ‘jovenazo’. Vengo de la chamba.

-¿A esta hora?

-Sí, soy corrector en un periódico.

-¿Pero no está peligroso que ande a esta hora caminando?

-Los correctores somos los lavaplatos de los medios, jefe. A nosotros no nos da el sueldo para cochecitos. Y los taxis, ya sabrá usted, el Jefe Barbosa nos los tiene paralizados a estas horas. Yo camino con Dios, jefe. La delincuencia ahorita está reposando para levantarse al amanecer a asaltar las combis y los microbuses.

-¿Qué trae usted en esa mochila?

-Mis tiliches de trabajo.

-¿Podemos ver?

-Sí, claro. Mire usted, este es mi café instantáneo.

-Sí huele a café.

-Ah, pues es porque es café de olla, jefe.

-¿Y ese estuche?

-Aquí traigo mis plumas, lápiz bicolor, goma, sacapuntas y mis audífonos para no oír cuando los diseñadores ponen su tambora a todo volumen.

-¿Y en este otro compartimento?

-Ahí traigo los sobrecitos.

-¿De qué son esos sobrecitos?

-De piloncillo, mire usted.

-¿Y para qué el piloncillo?

-Para el café. Es menos malo que el azúcar mascabado y el Splenda. Si gusta, le regalo.

-No, ahí está bueno. Vaya con cuidado, joven.

-Gracias otra vez por lo de joven.

Continúo mi camino y pocos minutos después, contemplo la precipitación de una estrella fugaz. Sonrío y me pregunto qué bobería habría pedido si tuviera una mente supersticiosa. Al final, me congratulo de no creer en pendejadas y por llevar catorce meses sin fumar, único orgullo de los últimos lustros. Al llegar al condominio, Lucifer, el viejo gato negro que merodea mi edificio, me atisba, desconfiado como siempre, con pupilas verdes. Trae el lomo ya muy aruñado, su pelaje alguna vez de perfección gótica, ahora salpicado de costras blancuzcas, la carne  adherida a delicados huesos. Los gatos más jóvenes le maltratan cada madrugada para agenciarse la comida que a Lucifer prodigan los vecinos. Extraña a la tierna gata que abdujeron de su lado. Resulta inevitable que lo encontremos exánime la tarde más inopinada, a nuestro querido cabrón gato cascarrabias.

Cavilando sobre el destino de esta pequeña fiera, me amanece.


Esta nota se publicó originalmente en Mundo Nuestro:

https://mundonuestro.mx/content/2021-03-11/cavilaciones-al-amanecer-y-el-gato-cascarrabias

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