¿Alguien quiere un gato?
Simulación de vida | Camlia R. H. estrena columna en Neotraba con dos gatos de la calle y un piquete de hormiga.
Simulación de vida | Camlia R. H. estrena columna en Neotraba con dos gatos de la calle y un piquete de hormiga.
Por Camila R. H.
Puebla, México, 13 de septiembre de 2020 [00:53 GMT-5] (Neotraba)
Todo comienza con un piquete de hormiga y acaba con dos gatos rescatados llenos de pulgas.
El viernes por fin había llegado y traía consigo la mejor noticia para mi yo cansado: no había ninguna clase programada. Eso significaba que la alarma de las 6:30 a.m. podía permanecer apagada y yo podría dormir cuanto quisiera. Lo cual no fue mucho, puesto que mi cuerpo ya está acostumbrado a beber café a las 7 de la mañana, frente a la computadora encendida, con los audífonos puestos y ni una pizca de disposición de parte de mi atención.
Acabo despertándome a las 8:30 y me digo que es bastante más de lo que podría esperar. Mi celular tiene tres notificaciones: mi mejor amiga, el juego de dibujo por el que compito con mi mejor amiga y el mensaje inesperado de la semana. Bostezo. Poco después empiezo a notar la comezón en el brazo, pero es fácil de ignorar.
Desayuno, mi madre me pregunta aproximadamente tres veces si no voy a tener clase y yo le respondo aproximadamente tres veces que no lo sé, pero lo más seguro es que no. Antes de levantarme, le digo que algo me picó en la noche y ella dice que ojalá no sea una pulga.
Es hora de tender la cama. Así transcurren todos mis días, pero al mover las cobijas la veo: causante de mi comezón, la hormiga yace muerta sobre mis sábanas. Le digo a mi mamá y ella me dice que eso me pasa por no sacudir bien las cobijas, yo respondo que es por la lluvia de la noche anterior. Quitamos todo, pero ese es el único cadáver. Al menos el único en mi cama, porque cinco minutos después el gato negro entra, triunfante, con un pájaro en la boca.
El día pasa como siempre, al final no tengo ninguna clase, así que sólo pierdo el tiempo. Pero no dejo de pensar en la hormiga que murió en mi habitación, ¿la echarán de menos? Y en el pájaro: mi gato acabó con una gran parte de la población local, no me extrañaría la búsqueda venganza por parte de ellos, pero, ¿notarán su ausencia? Me pregunto si hará la diferencia la falta de uno de sus miembros, si ese hueco significa algo. No puedo saberlo, lo reconozco.
El sábado empieza similar al viernes: mismas tres notificaciones, casi misma hora. Pero las paredes, tan delgadas como el papel, me permiten oír somnolienta la llamada que recibe mi mamá y luego el comentario que le hace a mi papá. Mi hermano rescató dos gatos.
Que dos gatos qué, les digo desde la puerta de mi habitación, me explican y luego bajan a ayudarlo. En esos minutos de incertidumbre pienso cómo serán, cómo estarán, por qué estaban ahí. Tan pronto los veo me asombra su pequeñez, su diminuta cabeza, del tamaño de una pelota de ping pong y sus asustados ojos.
Mi madre dice que están llenos de pulgas y, como si tuviéramos todo coreografiado, empezamos a organizar las cosas para bañarlos, quitarles las pulgas y darles de comer. Nadie ha desayunado, pero esas pequeñas bolas de pelo van primero. El baño se extiende mucho tiempo, porque la mitad de su peso eran bichos.
Sus maullidos son agudos e inquietantes, su cuerpo parece frágil, puedo sentir sus costillas y parece que, si aprieto un poco más, voy a romperlos. Los tres gatos de la casa nos miran con una combinación de enojo, miedo y curiosidad: no se atreven a acercarse. Si los ignoran, seguro desaparecen.
Sostengo a uno y no puedo evitar comparar su peso inexistente con los 4.5 kilos del gato negro, le digo a mi madre que tienen el tamaño de los pájaros que caza. Ella me da la razón. Después de un arduo trabajo aniquilando pulgas, los gatos están secos y toman una siesta, negándose a separarse el uno del otro. Despiertan, juegan, parecen tranquilos, ahora están bien. Ojalá lo sepan.
Miro a los ojos verdes de uno, de cerca, y le digo que escribiré de él. Porque tal vez no se quede conmigo, pero estará bien, en otro lugar con otra persona. Y un cachito de él estará en mi papel.
Lo incierto del futuro siempre me asusta. Esta vez no es la excepción. Pero, sólo tengo una pregunta, ¿alguien quiere un gato?