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Portada del disco "Mine is yours" de Cold War Kids, imagen cortesía de José Luis Dávila
Portada del disco "Mine is yours" de Cold War Kids, imagen cortesía de José Luis Dávila

Por José Luis Dávila

La voz es un vehículo de la presencia. Se vale de los tonos para despertar en el otro la sensitividad propia del encuentro físico en todas sus facetas. La voz nos permite acercarnos sin estar realmente cerca y sentir las palabras convirtiéndose en cuerpo. Las voces se quedan grabadas en nosotros, son ecos que se aprovechan de la acústica de las emociones.

Las voces tienen color, tienen forma, textura. Con la voz se trazan líneas, se trazan lazos. Hay voces que nos llegan desde lejos, viajan para anidarse en nuestro oído. Cuando una voz nos acompaña y la podemos escuchar más fuerte de lo que nunca habíamos escuchado otra, entonces algo nos mantiene unidos a quien sea que le pertenezca. Porque traer su voz en la mente es saber que lo que es suyo es nuestro.

Cold War Kids, imagen cortesía de José Luis Dávila
Cold War Kids, imagen cortesía de José Luis Dávila

Y viceversa, lo que es nuestro es suyo. A veces, en eso se resume todo: un muto compartir. A veces, no hay más que repetir “What is mine is yours/What is mine is yours/What is mine is yours”. De eso se trata el último disco de Cold War Kids (Mine Is Yours, 2011), banda californiana formada por Nathan Willett, Jonnie Russell, Matt Maust y Matt Aveiro.  El sonido de este material evoca una tarde de lluvia en la que nada más importa entre dos personas, sólo las gotas cayendo sobre los rostros, cuando finalmente empieza una historia y las voces se plasman simultáneamente con ritmos que transitan de lo suave a lo violento desprendidos de la experiencia que es correr y resguardarse bajo la primera saliente que se encuentre.

Cold War Kids nos convence de que las voces son esenciales, de que las voces construyen puentes, de que atrapan y hacen creer en lo que se esconde tras cada una. Sin duda, este disco será de lo mejor que se pueda encontrar este año, porque despierta una forma de concebir al otro que estaba en coma:

por medio de la palabra hablada, por medio de la voz que emana y taladra hasta incrustarse en el centro de los que la escuchan abiertos a su materia sensible.

José Luis Dávila también habita en: http://entreparentezis.blogspot.com/

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