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Viñedo de La Rioja. Imagen tomada de: capitalespanoladelagastronomia.es/
Viñedo de La Rioja. Imagen tomada de: capitalespanoladelagastronomia.es/

Por Edgar de la Cruz.

En el anterior periodo de clases (que concluí el pasado jueves) tuve una materia llamada Enología, la cual captó toda mi atención, ya sea por el hecho de aprender algo en lo que era totalmente ignorante o porque me obligó a activar un poco más mis sentidos y no sólo memorizar cosas que en algún momento de la primaria y secundaria detesté, como la geografía y la historia. Desgraciadamente por el sistema de estudios tan pequeño que llevo, sólo pude ver por la superficie un mundo tan grande como es el de la uva y quedar con deseos de conocer más.

Y si tú, amigo lector, no sabes qué es la enología, te dejo la definición que me dieron: Ciencia que trata el conocimiento del vino antes de la botella, en la botella y en la copa.

Una de las primeras cosas sencillas pero sin ser notadas por mí con respecto al vino, fue la reflexión sobre la frase “Es el producto más puro que hay”. A diferencia de otras bebidas, la uva aporta el agua necesaria para la realización del caldo, no requiere una ayudadita de ningún otro líquido ni que se le agregue más agua.

Magníficamente, este producto que nos da la tierra, nunca deja de evolucionar. Sea que esté en botella, tanque, barrica, copa, con oxígeno o en ausencia del mismo, sigue transformándose; su química me resultó fascinante.

Fotografía de Edgar de la Cruz.
Fotografía de Edgar de la Cruz.

 

¿Por qué mencioné a los sentidos? Antes de realizar la primera cata en clase, hicimos una práctica para ver que tan desarrollado teníamos nuestro olfato. Recibimos unos frascos cuyo contenido eran fragancias sintéticas con el fin de aspirar y anotar los olores que percibíamos. Trágicamente, en nuestra sociedad donde son pocas las cosas orgánicas o desconocidas por completo, asociamos erróneamente ciertos aromas con lo conocido, lo común para nuestra nariz. Un ejemplo muy claro y continuamente encontrado en todos los grupos (según el profesor) es confundir el que huele a plátano y hallar escrito en los apuntes “chicle Motita”.

 Nunca me llamaron la atención las materias de historia y geografía, se me complicaban. Esta vez fue mi interés el que me obligó a no sólo memorizar sino a recordar y darle uso a ese conocimiento, como el país de origen de las cepas, dónde se plantan, qué vinos hay en ciertas regiones, etc.

En la parte académica, desearía que los maestros pudieran tener tanta pasión por su materia a tal grado de contagiar a los alumnos y que el estudio no sea tedioso; así como yo disfruté de estas clases que espero retomar pronto.

Ojalá, así como países productores de vinos conocen desde una edad temprana las uvas y el mosto, nosotros que tenemos tanto potencial con el café pudiéramos explotarlo. Es una pena que en México se tenga un desprecio por trabajos tan dignos como lo es la agricultura.

Por mi parte, seguiré aprendiendo y compartiendo con ustedes un poco de lo que sé mientras sigo desarrollando mis sentidos.

Gracias por leer y comentar, quédense cerca de Eat That Up!

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