La exposición Emiliano. Zapata después de Zapata, con 150 obras realizadas incluyó una pintura al óleo que desató la polémica: La revolución, de Fabián Cháirez. Este pudiera ser un caso de censura en el arte en el siglo XXI.
Por Pascual Borzelli Iglesias / Óscar Alarcón(@metaoscar)
Puebla, México, 13 de diciembre de 2019 (Neotraba)
En el marco del centenario del asesinato de Emiliano Zapata, se declara el 2019 Año del Caudillo del Sur, Emiliano Zapata Salazar, y se organiza la exposición Emiliano. Zapata después de Zapata, con 150 obras realizadas por más de 70 artistas del siglo XX, en el Palacio de Bellas Artes, el curador es el investigador e historiador universitario Luis Vargas Santiago.
Se presenta una revisión de la imagen del héroe de la Revolución Mexicana que es un icono, símbolo y motivo; lo han plasmado en diversas obras artísticas, desde la naciente fotografía del siglo XX a las manifestaciones de arte digital del siglo XXI.
Una obra, pintura al óleo, desata la polémica: La revolución, de Fabián Cháirez (Chiapas, México, 1987). Se le solicitó información a la Secretaría de Cultura federal y al Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura sobre su postura respecto al cuadro y al cierre de la edición de esta nota, no tuvimos respuesta.
Para los descendientes –aunque algunas investigaciones periodísticas recientes lo ponen en duda– del héroe asesinado en 1919, el ícono no debe ser alterado. No se discute la técnica de la obra de Fabián Cháirez. No enjuician si su paleta de color fue la adecuada o si el cuello del caballo es demasiado alargado.
El reclamo es un intento de censura a la pintura por la forma de presentación del personaje. Fue elaborada en el 2013: un hombre desnudo, con una cinta tricolor cubriendo el cuerpo, con zapatillas de mujer, sombrero, con bigote, semejante al de Emiliano Zapata, y monta un caballo blanco.
Durante la historia del ser humano, el arte ha sido una herramienta que lo acompaña, y forma parte de las ideologías y también las ha derribado. El fresco El juicio final de la Capilla Sixtina, pintado en 1565, estuvo a punto de ser destruido por mostrar personas desnudas.
En otros momentos, los nazis no solo censuraron obras sino que acabaron con ellas. Más reciente, las dictaduras latinoamericanas lo hicieron.
La iglesia católica también censuró cuadros y libros. En México, el Index librorum prohibitorum, censuró el libro del escritor poblano estridentista Germán List Arzubide, cuyo título era Práctica de educación irreligiosa (1933).
Los visitantes están en todo su derecho de no apreciar el cuadro: sean campesinos, historiadores, maestros, estudiantes o alumnos de las academias de arte, obreros, o profesionistas, costureras o cocineras, pueden cuestionar el cuadro de Cháirez pero no se debe ni puede prohibir su existencia ni su exhibición.
En un año de diarias expresiones de intolerancia, que en ocasiones inician desde el poder ejecutivo federal, la exigencia, demanda y agresión a los otros, explican, entre otras, las conductas de censura.
El cuadro no propone la muerte de nadie, es la reinterpretación de un ícono. ¿Acaso no es eso lo que ha llevado a que el arte evolucione?
