Una ventana inmensa: Reyes Oralia
Poemas de la promotora de cultura entre jóvenes Mayos, autora de los libros Trazando otro mundo y Las letras de mis dedos y que ahora se publican en la sección que coordina Manuel Parra Aguilar.
Poemas de la promotora de cultura entre jóvenes Mayos, autora de los libros Trazando otro mundo y Las letras de mis dedos y que ahora se publican en la sección que coordina Manuel Parra Aguilar.
Por Reyes Oralia
Navojoa, Sonora, 15 de junio de 2023 [00:10 GMT-7] (Neotraba)
Tengo la garganta mutilada por el deber ser de la sociedad y mi independencia... Mi independencia es una india sumisa, de esas... De esas que nomás les miran los huaraches y el rebozo en los juzgados.
Mi libertad se esconde entre los murmullos y risas racistas al escuchar mi acento y mi lengua.
Mi autoestima... mi autoestima está herida por esas frías balas repletas de juicio que se detonan en sus miradas al ver mi piel morena.
Soy mujer indígena, soy mujer Yoreme y también quiero gritar, que mi voz se escuche y haga eco en mi idioma nativo; quiero gritar que mi sangre derramada también es roja y huele a hierro; gritar mi dolor, pues mi dolor es tan real como su indiferencia.
Siempre me he curado las heridas con la sal de mis ojos. “No, no estoy llorando, es nomás el humo de la hornilla que se metió a los ojos”, decía mientras les servía a los hombres de la casa.
Hay un suspiro hirviendo aquí en mi pecho, que arde, cala y mata en mi libertad. Sólo quedan las cenizas de mi ser, que recogen mis llantos en soledad y las consuelan mis anhelos moribundos.
¡Hoy ya no me callaré más, ya basta! Inapo jamut yoreme.
¡Soy mujer Yoreme y quiero que se escuche también mi voz!
¿Qué más podría escribirle? ¿Qué podría decirle yo que se compare con la infinidad de poemas que a través del tiempo grandes escritores le han dedicado?
No tengo mucho que ofrecerle. Sin embargo le confesaré que estoy enamorada del misterio que la rodea, que la veo fascinante en todas sus fases; incluso cuando no es visible a los ojos, sé que se encuentra ahí escondida y eso me basta. Amo su grandeza, su fuerza y su soledad... No aspiro alcanzarla, no deseo bajarla de las alturas, el solo hecho de verla ahí posada en el espacio del tiempo infinito brillando y conquistando criaturas curiosas, simplemente así, con existir, sin hacer ningún esfuerzo, eso me enamora y me declaro novia y amante de usted. No espero que me corresponda, pues sé que a nadie pertenece. Sólo permita que le regale mis pupilas, un par de espejos donde puede comprobar todo lo que aquí le he escrito.
¿Qué pasaría si todos los relojes del mundo se pusieran en huelga? ¿Que sería el tiempo sin ellos? ¿Los relojes dependen de nosotros o nosotros de ellos? ¿Qué son los minutos sin un segundero? Sin ellos la vida quizá se mediría en latidos y se volverían a contar las lunas para guiarnos con su presencia o su ausencia. Pero mírame aquí, escribiendo todo esto en mi celular y viendo la vida en números, siendo las 11:53 PM, sintiendo que vivo entre ceros y unos a través de un mundo digital.
A veces pienso que las estrellas nos miran y dicen: “Mira el brillo de ese humano, es diferente a los demás, tiene una luz especial”. Y se preguntan entre ellas: “¿Tú crees que hay un humano para cada una de nosotras?” Incluso cuando una persona muere y ven cómo su alma se desprende del cuerpo dicen: “¡Mira, un humano fugaz, pide un deseo!” Y la otra contesta, “No alcancé a verlo, su alma se fue demasiado rápido”.
A veces siento que las letras me leen a mí, que cada frase me analiza, me decodifica y me interpreta a su peculiar manera... Incluso me corrige de ser necesario, a veces siento que tampoco escribo, ellas me escriben a mí, me dejan descansar y luego me reescriben; después toman decisiones sobre mi vida y así me construyen. Tal vez somos libros con forma de humanos.
Un día miraba por la ventana de mi trabajo y observé unas mariposas volando. Entonces me pregunté: ¿Cómo saben las mariposas hacia dónde van? Ellas no tienen GPS, ni una carrera universitaria, no han leído libros de autoayuda, no han recibido terapia, no van a misa, no tienen ahorros para invertir. Incluso no saben ni siquiera qué es volar o si lo hacen bien o mal. ¿Qué será lo que las hace volar con tanta determinación?, me pregunté, ¿qué será eso que hace tan bonito su andar? Parecen tan despreocupadas moviendo sus alas a pesar del clima, a pesar del viento. Ellas siguen avanzando. ¿Hacia dónde? No lo sé. Tal vez ellas tampoco lo saben, y quizá sea mejor así. Dejemos que vuelen en libertad.
¿Y si volvemos a escribir? Dejemos que las palabras se deslicen en la curva de la luna, se mojen en las lágrimas de mamá, maúllen en el canto a la vida y griten en el silencio del dolor en la injusticia. Que sus colores vibren en la piel de los músicos y bailen al ritmo de las sonrisas sinceras. Que den luz para caminar en el llanto y que den sombra para descansar del segundero digital.
Volvamos a escribir y que la vida se nos pase entre las letras de los dedos.
Reyes Oralia Valenzuela Ayala nace en mayo de 1990, en la comunidad indígena de El Siviral, en Navojoa, Sonora. Estudió la Ingeniera en Sistemas Computacionales Administrativos. Actualmente es profesora de Tecnología Informática. Además es guionista y directora del cortometraje “El otro lado de la moneda” durante el programa polos Sonora 2019. También es promotora del deporte y la cultura en comunidades, pues le gusta fomentar formas de recreación y desarrollo para jóvenes indígenas Mayos y reforzar la identidad cultural. Ganadora de premios en poesía y cuento en la Feria de la pitaya en distintas ocasiones, además del segundo lugar en poesía sobre violencia a la mujer 2020. Libros: Trazando otro mundo y Las letras de mis dedos.