Una luna amarilla
Los eventos nocturnos suelen pasar desapercibidos para nosotros, pero su carga parece ser más pesada de lo imaginado, Opina Juan Jesús Jiménez.
Los eventos nocturnos suelen pasar desapercibidos para nosotros, pero su carga parece ser más pesada de lo imaginado, Opina Juan Jesús Jiménez.
Por Juan Jesús Jiménez
Puebla, México, 24 de enero de 2022 [02:09 GMT-5] (Neotraba)
Hay canciones que llegan muy lejos del momento justo en que deben capturar nuestros pensamientos. Pero bien o mal, siempre quedan bien a mitad de la noche.https://www.youtube.com/watch?v=SDLz8U7KOlo
¿Por qué la noche parece más activa que el día? Tengo la hipótesis de que la razón descansa en el sentido de vergüenza que el humano tanto disfruta en otros pero padece en carne propia. A diferencia del día, por ejemplo, es más complicado diferenciar un rostro de otro por el sencillo hecho de la ausencia de luz, pero además, porque hemos destinado el consumo de sustancias que alteran nuestra realidad –café, azúcar, drogas, alcohol– para el final del día. Por lo que la vergüenza es mínima, parece un sueño lo que ocurre cuando el sol no está. ¿Será que el mundo cambia cuando se prenden las luces artificiales? Una parte de mí dice que sí; personas distintas, iluminaciones diferentes, ausencia de voces, calma y frenesí en convivencia constante. Y otra me dice que no; las personas que transitan de noche sieguen siendo personas, la iluminación que se activa al caer el sol siempre estuvo ahí, hay ruidos peores que una cacofonía de voces, dos condiciones mutuamente excluyentes siempre lo serán.
Probablemente ambas partes tengan un aspecto de la verdad. Es imposible decir que la realidad cambia en un par de horas, pero también es imposible negar que nada de lo que pasa en las noches es cotidiano. Tanto por lo bueno y malo de este mundo.
Apenas el jueves, con un insomnio que me duró más de lo que me gustaría admitir, mientras miraba las noticias, no fue difícil diferenciar el tipo de títulos que aparecen en los matutinos y los nocturnos. Poncha llantas en uso vs Mujer es secuestrada frente a su casa. Incluso el lujo de detalle es más prominente cuando se acerca la noche.
Como postal de un niño promedio en México, recuerdo cuando veía las noticias antes de salir a la escuela, en medio de un anuncio de la CTM y las prisas de ponerme una camisa medio mojada por no plancharla un día antes. Tal vez no lo notaba, era muy pequeño para saber que el mundo es hostil, pero recuerdo que era aburrido escuchar las noticias porque no pasaba nada importante. Pero al escuchar las noticias nocturnas, mientras mis padres pensaban que ya estaba dormido, salían notas sobre secuestros, ejecuciones, asaltos. Imágenes sobre cómo militares se baleaban, del México que estaba detrás de mi comodidad de quejarme del frío.
Las cosas no pasaban en unas horas, estaban ahí. No saber que ocurrían era casi como aceptar que no existían. Mucho más tarde, con mis camisas menos planchadas y prisas administradas por mí, pude ver en las noticias y periódicos todo lo que la noche ocultaba en las primeras horas de la madrugada. ¿Qué pasa realmente en la noche? Porque puede tener dos perspectivas muy distintas; o guarda la belleza en ella, o un temor enorme que nos come desde el fondo de la cama.
No por nada la noche ha sido el referente del miedo y el suspenso por tantos años. La oscuridad siempre nos ha aterrado por no saber qué aguarda en sus fauces. Pero, a la par, son incontables las historias cursis y melosas que ocurren entre balcones y respiraciones nocturnas. ¿Hay un punto fijo del qué partir? ¿La noche es melosa porque es oculta? ¿O es lo oculto aquello que nos aparta de la luz del sol?
A decir verdad, no tengo una respuesta. Tengo una experiencia que me robé de un video de un youtuber al que sigo[1]; una noche en que no has comido, que sales a comprar lo último en las verdulerías que aún no cierran, el resultado es un estofado blanco de champiñones y coliflor, cuando se mira a la cacerola, la luna se refleja y se dispersa en los remolinos subsecuentes. ¿Es un sueño provocado por el hambre? La razón que manifiesta que el mundo no cambia con la noche, dice que sí. La razón que manifiesta al mundo como dos partes dice que no. La experiencia contra lo lógico. Día y noche. Parece broma que el contraste siempre sea dual.
Quizás el hecho de reconocer algo como un bipartita se debe a que, de otra forma, no podemos reconocer todo lo que ocurre en un solo momento; el ser humano, por ejemplo, reconoce bondad y maldad como diferentes porque es mucho más simple que expandir el: nada es absoluto en una segunda revisión. La noche por ello, no puede ser encasillada en el horror que aguarda ni en las alegrías que denota.
Una luna amarilla, empapada de la contaminación residual, con la lluvia que no debería aparecer a principios del año. La gente es presa del silencio y de las reflexiones que no nos dejan dormir. Remordimientos, encontronazos con la realidad.
¿Le ha pasado? De pronto a uno le dan ganas de pensar cosas muy dispersas y unirlas casi a la fuerza, agarrando nuestros párpados para no caer dormidos. Pero al final de la noche, cada uno de esos pensamientos que en nuestra mente parecerían eternos, se desvanecen en un café y una visita al sanitario. La noche es rara. No importa cómo lo pensemos –o dejemos de pensar en ella. Pero hay algo de especial en el perderse para encontrarse con cada veinticuatro horas.
Yo no tengo idea del cómo sea para los demás, pero pienso que, si el arte tiene una motivación, es esa. Imitar las sensaciones que solo la reflexión profunda puede agudizar, que solo el mirar un vacío inmenso –como decía Nietzsche– puede reflejar cuando nos mira de vuelta. La noche en general, tiene tanto para contar como voces estén dispuestas a contar lo que ocurre. El género noir se basa precisamente en eso. Cuenta desde lo desconocido un hecho conocido, sea un crimen o una investigación, pero retoma características que, podemos decir, son nocturnas. Ocurre de todo en el noir, pero es solo una línea la que nos muestra toda la barrera entre lo especulativo y la realidad.
Tal vez escriba esta columna como un subproducto de un libro que terminé apenas. Y aunque no diré mi opinión sobre la obra –porque ya tendrá su espacio–, se me quedó en el ápice de mi lengua cuestionar por qué hay cosas que suenan más propias de la noche que otras. ¿Es más un murciélago un ave nocturna? ¿O son las golondrinas que se resguardan en las cornisas? ¿Qué tan noir es el noir de un país conflictuado?
Sepa que resucitaré esta columna en un par de semanas. Y que espero volver con más respuestas a las preguntas aquí mostradas. No porque abandoné mi espacio, sino porque hay algo pendiente entre la mexicanidad y nosotros.
[1] No lo cito por dos razones: no recuerdo en qué video lo vi de su canal, y tampoco creo que le haga falta apoyo para la difusión de su contenido. Es más, si su equipo de producción me lee, echen paro.