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Ciudad de México, 3 de enero de 2024 (Neotraba)

Crucé la puerta del hotel poco después de las tres treinta de la mañana. Hacerlo y darme cuenta de que algo estaba mal fue la misma cosa. Las dos mujeres que se encontraban detrás del mostrador de recepción, al fondo del pasillo de entrada, levantaron la vista y se mostraron extrañadas al descubrirme caminando hacia ellas. Tengo una reservación– dije al mismo tiempo que les entregaba mi credencial de elector. No tenemos ninguna reservación pendiente– respondió una de ellas. Les pedí que revisarán bien, explique que la había realizado a través de una plataforma en línea. Entonces dieron con mi reservación. Aquí está, creímos que no iba a llegar y la cancelamos para darle el cuarto a alguien más. Se hizo el rembolso a su cuenta– dijeron. Mi vuelo se retrasó cuatro horas, necesito dormir. Necesito que me den un cuarto– dije. Lo siento, el hotel está lleno– respondió y rompió el contacto visual. Había reservado en aquel hotel, dentro de la zona hotelera cercana al aeropuerto para ganar un poco de tiempo de sueño al llegar y otro poco antes de tener que regresar. Salí de ahí y entre en cada uno de los hoteles que había alrededor, ninguno tenía habitaciones disponibles. Mi única opción era regresar caminando –no había taxis a esa hora– al aeropuerto y matar el tiempo hasta las siete u ocho de la mañana. Caminé los dos kilómetros que separaban la zona hotelera del aeropuerto, entré en él a las cuatro veinticuatro, y me senté a dormitar –abrazando mi maleta– en la silla de un café que no abriría en las próximas tres horas.


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