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Por Paulino Ordóñez

Nuevo León, México, 01 de julio de 2022 [00:02 GMT-5] (Neotraba)

Hace 30 años, hacía curso de verano en la prepa: Compu II.

Recuerdo estar en clase experimentando la emoción de que a la noche vería a uno de los grupos grandes, importantes, y de mis preferidos, en mi ciudad: The Cure en el estadio de los Tigres y nada más; ni D.F. ni Guadalajara. Sí nos andábamos creyendo eso de “capital de los conciertos internacionales” o algo así que algún medio se inventó.

Los nervios y la aventura comenzaron no sé cuánto tiempo antes, haciendo muchas horas de espera para comprar boleto en Saharis de Galerías Monterrey. Debimos de haber sido de los primeros 100 o quizás 50 en tener uno de esos boletos en nuestras manos.

Como muchos, fui a un hotel con la esperanza de ver, aunque sea de lejos –pero no tan lejos como a la noche siguiente en el estadio–, los pelos despeinados en palmera de Robert Smith, Simon Gallup o Boris Williams. Para algunos grupos sociales de mi generación, The Cure seguía siendo un signo de identidad en 1992: si lo oías eras “cool” pero aislado y tristón, pero interesante, pero algo rebelde y con algo de felino, nocturno e imaginativo: tenías que ser mi amigo. Ya teníamos al menos 4 años de que de vez en cuando tocara Caifanes en Monterrey, o Soda Stereo, pero The Cure y sus abridores Cranes en la tierra de los Aficionados de Rómulo nos parecía de lo más sofisticado y nos hizo sentir importantes y cosmopolitas.

Estadio Universitario de la UANL. Foto de Óscar Alarcón
Estadio Universitario de la UANL. Foto de Óscar Alarcón

Qué orgullo nos daban entonces los cassettes aunque fueran grabados, las camisetas aunque fueran piratas, el póster mal pegado en el cuarto de la adolescencia: hablábamos desde antes el lenguaje que de pronto se había puesto de moda. Equivocados estaban los que se burlaban de tus intentos de pelos parados con Súper Punck (sic): la verdad se encontraba en las rolas depres, siempre estuvo donde la habíamos buscado.

Hace 30 años, al terminar el curso de verano de Compu II en la prepa, los alumnos nos fuimos a comer al Sirloin Stockade con aquella maestra agradable y hasta algo coqueta. Esos son mis únicos recuerdos de ese verano: todo lo relacionado con el concierto de The Cure y que nos fuimos a comer con una maestra, dos situaciones que un año antes no habría creído que iba a vivir.

30 años después y sigo en un salón de prepa. Observo a mis alumnos en este grupo de verano, ocupados en la actividad de hoy mientras escribo esto, y lamento no verlos inquietos por un concierto a suceder esta noche; de hecho, no siento que estén o vayan a estar entusiasmados pronto por algo. También, los envidio; apenas deben estar conociendo lo que es la nostalgia. Hiding the tears in my eyes, ‘cause boys don’t cry.


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