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Que parezca un accidente de Elma Correa
Que parezca un accidente de Elma Correa

“Queremos escritores, no imitadores de Paco Stanley.”

Por Luis J. L. Chigo

Puebla, México, 12 de enero de 2020 (Neotraba)

Mediodía. Nuevamente el México Noir. Nuevamente la Ciudad de México. Imposible detenernos en un evento literario de tal magnitud: la Feria Internacional del Libro en el Zócalo de la Ciudad de México. Tan grande como su nombre, no hay punto específico para la mirada con la enorme cantidad de stands. La escasez de tiempo obliga apresurar el paso a Nitro/Press. Reviso mis bolsillos, cuento y sí me alcanza para llevarlo. Desde el título nuestro ejemplar es encantador. Las acertadas letras simulando anuncios neón sobre constelaciones van a la perfección con el fulgor acechándonos. ¿Cuántas veces no hemos deseado pasar inadvertidos después del ridículo? Una caída, un roce, deudas bancarias, nuestro primer amor, cosas cuyo fin parece venir de un juego maldadoso de Dios pero a fin de cuentas arraigados en nuestra existencia como sanguijuelas. Un accidente deliberadamente creado, carajo, se vuelve una causa específica para la vitalidad.

Era junio de 2017 cuando, en entrevista con Óscar Alarcón, se le preguntó a Elma Correa si los gatos dominarían al mundo. “Los gatos ya dominan al mundo” contestó la escritora nacida en Mexicali. Espero la emoción no me gane al estar redactando esta nota. No tanto por mi fuerte atracción hacia los felinos como odio les tiene mi madre, sino simplemente porque hay quienes nos mandarían al demonio si pudieran al hacerles ese tipo de preguntas.

Elma Correa
Elma Correa

Si en algún momento hubiese podido entrevistar a Carlos Fuentes este seguramente me hubiera echado a sus guardias encima al cuestionarle si le gustaría ver naranjos en todos los jardines del mundo.

Corrí como comadre chismosa a buscar el significado de los sueños donde aparecen los gatos. Me alegra toparme con la palabra suerte. Soñar una situación con gatos, digamos, sentado en tu sofá acariciando su pelaje mientras ves cualquier edulcorante de Netflix, significa la llegada de cosas buenas a tu vida. Para el mundo de las lecturas, Que parezca un accidente fue el felino cachanilla entrando por mi ventana sin ningún tipo de advertencia mía. Sigiloso, con sus patitas aterciopeladas, viéndolo en varios posts desde meses atrás, con esa maravilla de portada diseñada por Lilia Barajas, finalmente el pequeño dio el zarpazo y me atrapó.

Pero basta de habladurías. Elma Correa nos presenta personajes mirándose a los ojos, tejiendo complicidades y atando juntos la tregua que los ayudará a contemplar el mundo sin éste percatarse de ellos. Esta mirada temblorosa es uno de los componentes más deliciosos de sus páginas. Por tanto, para poder extraer este detonante, nuestra autora seguramente hizo de una mirada aguda su mejor herramienta. ¿Quién puede levantar la mano orgulloso de nunca haber estado en una situación similar? ¿Quién sin embargo puede encontrarlo como un aspecto base de las relaciones humanas?

Tiempo de Literatura encuentro organizado por Elma Correa en Mexicali
Tiempo de Literatura encuentro organizado por Elma Correa en Mexicali

Neutralizando un poco la suerte de los gatos, Correa nos entrega trece relatos dedicados a llevar al lector a un carrusel de emociones de la mano de una narrativa auténtica. Aunque algunos los podemos encontrar en electrónico, no cabe duda acerca del funcionamiento orgánico del libro. No por la existencia de una continuidad en las historias, más bien por el conjunto de imágenes y cómo cada una de ellas puede construir en el espectador pinturas de la pena o el contubernio.

Las situaciones planteadas son una suerte de espejo. No le interesa ser políticamente correcta –cosa de aplaudir. No cuestiona al mundo, no quiere probarle al lector la inexistencia de Dios o de los fantasmas. No se le ve preocupada por la integridad moral: en sus historias la droga corre con naturalidad y las personas se enlazan en vínculos dañinos. Sus ideas son en realidad la trasmisión sensata de la vivencia de sus personajes. Los trece cuentos son vértigo total, la manifestación de esas fuerzas internas no desatadas porque terminarían con nuestra existencia. No camina desafiando a la gravedad, pero podría correr en una delgada capa de hielo si le da gana.

Pongo una serie de ejemplos. En uno de mis favoritos, La intimidad de las abejas, la autora relata la historia de Lola y su niñera Genoveva, dos chicas encontradas cara a cara en la inercia del deseo después de invocar el espíritu de la recién fallecida Amy Winehouse. Cuando finalmente se han completado las tareas sobre el cuerpo de la adolescente, Genoveva asestará un golpe a la niñez de Lola, haciéndole entender su más grande miedo: ser una abeja en la Antártida. Y a pesar de hallar un guiño a la sexualidad, el lector comprenderá que el dolor de la distancia provocada por alejarse del amante gana terreno en el relato. Y qué decir de Diez arribistas, donde se desnuda la crueldad en el infante así como la incomprensión de la traición a esa edad.

Por su parte, Plantas carnívoras, Tres veces y Señor Bigotes ejercitan el acto de la risa. Las situaciones en las cuales el accidente tensa se vuelven la cuerda floja; de un lado está el estallido de la carcajada y en la otra una mano con las uñas carcomidas. No es para menos, refiriéndonos a la primera mención, que tu hermana, amante de la naturaleza, te haya encargado ir a traer al aeropuerto a una de tus exparejas, recién llegado de Perú y con un niño y una llama adoptados. Como tampoco será para menos encontrar un posible amor después de tratar escapar a un delito no cometido, hablando de la segunda mención.

Señor Bigotes es un caso especial. Este cuento llega ya con algo de fama y no es difícil entender a qué se debe. Una señora con una increíble cantidad de sobrepeso, fan de la taxidermia aplicada a cada uno de sus gatos fallecidos, contempla con optimismo su apariencia mientras devora enormes cantidades de comida. No es difícil porque alguna vez en nuestras vidas hemos jugado con este destino: la soledad humana y personal siendo ligeramente aniquilada por una mascota. Esa es la parte graciosa, lo realmente difícil siempre será mirar nuestro reflejo y asegurarnos ese destino.

Foto final de Tiempo de Literatura encuentro literario organizado por Elma Correa
Foto final de Tiempo de Literatura encuentro literario organizado por Elma Correa

Kamikaze, Wild in the country y El corrido de Chito Cano, son el accidente hecho olvido. Aquí hallaremos personajes abandonándose al cumplimiento de un destino unívoco y nada delicado. No se trata del exponente del dolor, se trata de un valemadrismo imbricado en una aceptación de lo peor. Adolescentes fumando cristal en una azotea, un grupo de mujeres tratando de cruzar la frontera con una lesionada de muerte abordo y una mujer llevando a cabo los deseos de su pareja sin ningún pero. Son esa cara de la realidad en la cual no queremos colocar la vista.

Yo no afirmaría con seguridad la persecución a las constantes referencias. Lo mismo una serie o una película, una canción o cualquier otro libro, la autora del norte nos entrega aire fresco para las letras. Veo complicado jugar con ella una especie de adivina quién. Nos entrega una voz original y nosotros podemos corresponderla leyéndola con el único afán de entregarnos al placer de la lectura.

Unas de las cosas mejor reservadas al lector será la violencia de su escritura. “Supongo que más que una forma de protesta –ojalá fuera valiente para protestar–, la violencia se ha convertido en una especie de lugar de enunciación”, responde en la entrevista antes mencionada. Lo veo como una virtud. Elma nos lleva a acantilados, despierta sensaciones límite con situaciones límite a través de una pluma bastante equilibrada entre la belleza, la técnica y la emotividad escondida detrás de una fotografía de la sangre echa tinta. Consecuentemente, este libro nos pone al borde del asco, de la carcajada estruendosa o de las lágrimas contenidas. Y nada podrá detenerlo.

Que parezca un accidente de Elma Correa foto de Elisa Hernández

Vuelvo al México Noir. Yo todavía no he leído sus páginas y ya estoy emocionado. Me dicen que llegará pronto desde Mexicali, pero no sabemos si la encontraremos. De entre el gentío se asoman sus lentes y combinando calidez con extrañeza saluda a Mauricio Bares, a Lilia Barajas y a Óscar Alarcón. Me acerco y le extiendo mi recién adquirido ejemplar. “Qué chingón coincidir y que te gusten los cuentos de personas tristes y gatitos”. Adivinó mi futuro, pareció un accidente.

Elma Correa, narradora odiada por su gatita, de portentoso estilo, de pluma fuente, intempestiva. Afirma que los poetas y los artistas multidisciplinarios son insufribles. Si ella me lo aceptara, se le puede apreciar como una encarnación de aquel consejo de otro grande la lucidez, la repulsión y la acidez, Eugenio Ruvalcaba: “mejor ser narrador y no escritor”. Entra por la puerta grande de las publicaciones haciendo volar por los aires a toda crítica pasada de lanza. Esperando no me rechace una foto –sin duda lo hará-, celebro su visita a Puebla. Qué chingona la existencia de Que parezca un accidente, tontes.

Que parezca un accidente de Elma Correa. Nitro Press/UANL, México. 2018.

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