Mientras Aurelia está a un tris de cortarse las venas, el Padre Betancourt amaneció sonriente. Ambos se encuentran a punto de transgredirse y, por las enaguas de María Magdalena, quizá les guste.
¿Será cierto aquello de que la violencia niega la poesía? La realidad llevada a sus extremos más deplorables y funestos es el personaje que ha asentado sus reales en nuestro ya patético escenario. No es un libro de contenido político sino, en todo caso, sociológico.