¿Para qué sirve el periodismo, la literatura, la palabra? Precisamente para entender y vivir las tragedias de los otros porque en cada voz el filo de un bisturí nos cercena el intestino.
A las luminarias las veo cada día, en redes sociales, encabezando festivales de literatura, anteponiéndose a lo que escriben opinando con “autoridad” como eruditos sabelotodo solo porque tienen en su haber un premiecito o algún libro publicado.
En Centro Intermedio del Instituto de Tratamiento y de Aplicación de Medidas para Adolescentes, en Hermosillo, hay unos morros que se aventuran al vuelo de la escritura: la consecuencia de un curso que desencadenó en la publicación de una plaquette
Vinieron a avisarle a las vecinas que doña Lupe estaba ya al lado del creador, el mero día de san pancho, el venerado. Linda decisión del cielo, llevarla al descanso eterno un día inscrito en la memoria para siempre, se escuchó a alguien decir.
Decir Cananea es pensar en la Mina, el ombligo de lo que los días conllevan a las familias: los proyectos siempre adheridos a ese cerro, al socavón, al movimiento consuetudinario de la urbe, los sueños cristalizados de cananenses y no.
¿En dónde está Juanita? Puede estar perdida, ¿se la robaron? Voy a la casa de su jefa. ¿Está muerta? No lo sé, se me hace un nudo en la garganta. Lo presiento.
Abigael Bohórquez es un niño que rebasa los cincuenta años, con sus huaraches de vaqueta le he visto recorrer los surcos que construyó con sus manos. Lo he mirado también sonreír mientras dice un poema de memoria. La satisfacción de la palabra le alumbra los ojos.