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Crónica y fotos por Citlal Solano

Puebla, México, 14 de diciembre de 2020 [00:03 GMT-5] (Neotraba)

Los pueblos indígenas de la Sierra Norte de Puebla han sido replegados y asediados históricamente. Ocultos entre sus montañas, se mantienen firmes. Intentan hasta el cansancio ver realizados sus más grandes anhelos, sus sueños y el fruto de su lucha. A veces pareciera interminable.

Si bien son muchos los casos en los cuales los líderes y organizaciones completas fueron cooptados por instituciones con pesos mucho mayores, también hay un sinfín de casos donde las colectividades se refuerzan al pasar de los años y sus luchas se tornan inmensamente necesarias ante los embates de la modernización y funcionalidad de la sociedad actual.

Los juegos discursivos se manejaron para hacer ver el lenguaje como una barrera en la comunicación. Las lenguas indígenas fueron colocadas en los imaginarios urbanos como muestra de ignorancia, de rezago e incapacidad.

Foto de Citlal Solano.
Foto de Citlal Solano.

Para las comunidades en luchas por sus derechos y por la vida, es una tarea obligada revertir ese discurso y demostrar que, en efecto, el lenguaje puede ser una barrera, pero sólo ante oídos sordos, ante los intereses multimillonarios y ante los gobiernos corruptos.

La lucha por los territorios y por la dignidad es violenta, derramó ríos de sangre y todavía inunda de dolor la historia de los pueblos. Las marcas de estos crueles episodios se reflejan en la mirada de los más viejos, en sus voces quebrándose cuando claman justicia y en la firmeza de los más jóvenes al andar entre sus cerros.

“En Olintra no me quieren, porque
conseguí a como pude, hace años, que
entrara la luz y que abrieran camino para
calles en Bibiano. Y porque nunca acepté
pertenecer a ningún partido político”
.

Foto de Citlal Solano.
Foto de Citlal Solano.

Amenazados e intimidados, algunos con sus familias optaron por apartarse de las luchas. Otros decidieron incluso irse de sus comunidades. A algunos más les arrebataron la vida de sus seres queridos para ser claros en el mensaje. Pero otros, escondidos en la sombra, como si aparentaran no estar, lograron levantar faros para dar luz al sendero de quienes apenas empiezan a caminar.

“Aquí, quienes paran el pueblo, si quieren,
son las mujeres, las abuelitas y las niñas.
Tienen algo. No sé cómo, pero nacieron
necias, luchadoras y fuertes”.

Don Manuel

La gente de Bibiano Hernández habla de sus andanzas como si nada: de cómo atraviesan a pie los cerros, del tiempo para llegar de un lado a otro. Como si parte de ellos estuviera enterrado y debieran seguirlo para encontrarlo. Así son ellos y ellas, se mueven, por eso saben de lo que se habla, porque no pueden engañarlos.

Foto de Citlal Solano.
Foto de Citlal Solano.

Los rezagados y orillados, los desconocidos y condenados son los pilares de una lucha sin descanso y penetrante hasta lo profundo de su identidad. Les dan fuerza para continuar y no desistir los mismos intentos por desaparecerlos y silenciar su existencia.

Su lucha, la lucha por la vida, se hace diario, en cada momento de su cotidianidad, ya sea en la comida o en la asamblea. Eso les da unidad y experiencia. Les permite entenderse desde la colectividad y el conflicto para generar lazos que enraícen en el devenir de ellos como sujetos sociales, sujetos de cambio. No es reciente: lleva, en sus distintas exigencias, unos 30 años y sigue en pie. Han enfrentado todo tipo de contenciones y, aun con ello, siguen organizándose.

Hace poco sus mujeres frenaron uno de los mayores intentos de despojo en la zona. Pusieron sus cuerpos e integridad para evitar el paso de maquinaria cuyo objetivo era iniciar procesos de exploración en la zona para fines mineros. En ese momento sólo estaban ellas: o actuaban o perdían su agua y tierras.

Foto de Citlal Solano.
Foto de Citlal Solano.

En ese momento se les considero un pueblo digno, como si antes no hubiesen tenido voz y gracias a las mujeres hubieran sido escuchados. Ahora su organización se extiende dentro y fuera de su comunidad. Abarca municipios y estados con la misma necesidad de la defensa del territorio y la lucha por la vida.

Bibiano Hernández es hoy una de las comunidades más combativas y organizadas. No paran por nada, vienen y van. No se detienen cuando deben viajar a reuniones y asambleas regionales. Son incansables, tan fuerte su unidad.

Y aquí, como en casi todos los pueblos en defensa de la vida, conservar la cultura es fundamental. Aferrarse a sus raíces se volvió una herramienta precisa y efectiva que todavía da frutos y deja semillas para quienes vienen más atrás.

Foto de Citlal Solano.
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