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Óscar de la Borbolla foto de Pascual Borzelli Iglesias
Óscar de la Borbolla foto de Pascual Borzelli Iglesias

Por Luis J. L. Chigo

Puebla, México, 08 de febrero de 2020 (Neotraba)

Fue durante noviembre del año pasado, en la edición más reciente de un pequeño festival cultural en Cholula llamado Vaniloquio, que Óscar de la Borbolla presentó la también reciente segunda edición de La rebeldía del pensar. El libro ve de nuevo la luz con Fondo de Cultura Económica y, a diferencia de una experiencia anterior donde lo acompañé durante la FENALI de la BUAP y de la cual pretendo hablar en el futuro, decidí tomar cartas en el asunto y aventurarme a algo hasta entonces desconocido para mí: la entrevista.

Mi primer acercamiento con el autor fue cuando en la prepa nos dieron como lectura del bloque Dios sí juega a los dados. No sería hasta al menos unos cuatro años después que muchos de esos textos empezarían a tomar relevancia. Perdón, pero no sé si mi profesora creía que a nuestros quince años comprenderíamos títulos como El paraguas de Wittgenstein. Como renegando de mi destino, el Tractatus del pensador austriaco dominó mis lecturas en la licenciatura en Filosofía. Lamento ya no encontrar el volumen de Óscar de la Borbolla por ningún lado.

En consecuencia, amable lector, usted entenderá que mi intento de hacer converger dos estilos, la filosofía y el periodismo, deja mucho que desear. Algo expresado como un deseo desembocó en un acto real cuando Óscar Alarcón, maestro en el mundo de las letras y presentador en el evento, me llamó para entrevistar a su tocayo. Tuve apenas unos minutos. La pequeña conversación tiene relevancia por las respuestas del autor de El futuro no será de nadie y de Las vocales malditas –eso sí salió a la perfección. A propósito de La rebeldía de pensar, la siguiente entrevista.

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La Rebeldía de pensar de Óscar de la Borbolla
La Rebeldía de pensar de Óscar de la Borbolla

Luis J. L. Chigo. En La Rebeldía del Pensar observamos una ontología que parece romper con el modelo clásico de la deducción. Esta idea, la de plantear la renovación a partir de pensar el final de la existencia humana, me parece auténtica. ¿Qué papel juega dentro de la ontología de esta obra?

Óscar de la Borbolla. La conciencia de mi finitud y la conciencia de que la misma humanidad es finita… había un momento en el que uno pensaba que pasando a la historia quedaba uno ahí eternamente, venía desde los griegos cuando hacían un túmulo o de los monumentos más antiguos se pensaba que de esa manera se iba a perpetuar. Luego la perpetuación se llevó a cabo más bien por el lado religioso, que nos íbamos a salvar en un destino que no tuviera fin.

Actualmente sabemos –o  por lo menos a nivel personal sentimos algunos– que no hay más destino que la nada y se sabe actualmente que el sol no va a estar eternamente allá arriba, tiene combustible para los próximos cinco mil millones de años y se va a extinguir. Entonces la humanidad, todos nuestros esfuerzos, también van a irse a la nada.

Este gran marco que hace que hayamos venido por casualidad y terminemos extinguiéndonos sí afecta el pensamiento porque, en lugar de creer que con él vamos a llegar a resolver alguna cosa, lo que se descubre en el fondo es que esto se trata de un juego. Un juego absurdo. Entonces la postura ética-moral frente a esto es: mientras no se le haga daño a los demás, realmente todo está permitido, todo se vale.

La vida es un juego, la existencia no tiene ningún sentido y aunque podemos llegar a algunas conclusiones para facilitar la vida en este mundo –me refiero a todo el desarrollo tecnológico-científico– son verdades que han servido siempre de forma provisional, se les ha sacado algún provecho, pero ninguna de ellas ha sido contundente y definitiva. Creo que justamente en la perspectiva de la muerte todas las verdades se vuelven una especie de juego y de juguete.

Óscar de la Borbolla foto de Pascual Borzelli Iglesias
Óscar de la Borbolla foto de Pascual Borzelli Iglesias

LJLC. Existen, por ejemplo, lógicas doxásticas o lógicas deónticas donde se analiza el factor deductivo en la moral. Eso podría ya significar un alto grado de cosificación de rasgos característicos de la esencia humana, ¿por qué el ser humano llega a estos niveles de abstracción de cosas en la vida cotidiana de las cuales podemos aseverar no tienen un orden lógico o deductivo?

OdlB. Existe, aparte de la lógica que está basada en el principio de no contradicción, la lógica dialéctica que justamente anula este principio y existen tantas lógicas como principios arbitrarios uno quiera poner. De hecho sucede lo mismo que con la geometría: así como hay geometrías no euclidianas hay lógicas no aristotélicas. En el fondo no son más que formas ordenadas de acuerdo con un principio arbitrario de colocar los enunciados.

Si tú ves la manera como procede la poesía o como procede una divagación, tienes lógica, pero no es una lógica que se atiene ni siquiera a veces a esa lógica invisible que está metida en la gramática si no que es un discurso que funciona de acuerdo con un código propio, un discurso autónomo.

Todos los discursos de los locos tienen su coherencia. Hay un texto de André Breton y Philippe Soupault que se llama Los Campos Magnéticos en los que este par de surrealistas trataron de imitar el discurso de varias enfermedades mentales. Para haberlo logrado descubrieron cuál era la lógica propia de la esquizofrenia, del paranoico y es un modelo que esclarece que hay unas lógicas que funcionan para ciertos casos –más vale atenernos al de no contradicción cuando cruzamos la calle– y hay otras lógicas que funcionan de manera muy distinta para el discurso literario o el discurso cinematográfico. Se puede hacer una lógica de la película que termine por integrar un mundo a partir de una serie de escenas que no tienen entre sí ninguna coherencia; yo no termino integrándolas gracias a la Gestalt y sacándoles algún significado.

LJLC. Parece ser que filosofías como las de Wittgenstein o Heidegger tienen esta idea de la lógica como deducción no sólo en lo científico o en lo teórico sino también en los discursos más naturales, ¿forma parte de la vida cotidiana?

OdlB. El único filósofo que se atrevió a confesar de manera franca y sin tapujos que la razón, aunque lo llevara a unas conclusiones de que la realidad no existía, él sin embargo tenía que seguir existiendo y moviéndose en la realidad, fue Descartes. Fue el que se inventó su moral provisional: no puedo permanecer irresuelto en mis acciones mientras la razón me obliga a mantenerme irresuelto en los juicios. Entonces creó esta pequeña trampa cuando tenía suspendido el mundo. Para Descartes el mundo es como cobrar conciencia dentro de un sueño sabiendo que todo lo que nos rodea es inventado por la conciencia.

Para Heidegger, en el texto ¿Qué es metafísica?, la lógica no es la suprema instancia para dirimir el asunto de la nada, es la vivencia de la angustia lo que abre una puerta para su captación. La lógica no es más que una herramienta apoyada en una metafísica –la metafísica tradicional– y él, como se está proponiendo una pregunta metafísicamente nueva, no tiene porqué respetar la lógica anterior, entonces propone un nuevo modo de acceso a la realidad que no es estrictamente racional sino vivencial.

La manera como se puede captar el ente en total o la manera como se puede captar la nada son lo que él llama temples de ánimo: para el ente en total está el aburrimiento, para la nada está la angustia. Estas vivencias, unos estados emocionales límite, son los que le sirven de fundamento para realmente acercarse a lo que él considera que efectivamente está ahí. Lo hace revisando el lenguaje, viendo cuáles son las palabras coloquiales en las que aparece, por ejemplo, la palabra muerte o la palabra nada y le parecen síntomas de algo que siempre advertimos; no es casual decir no queremos nada, no pensamos en nada, no hay nadie. Estos giros dejan ver que efectivamente sí tenemos una captación de la nada.

Wittgenstein propone una tipología muy lógica, muy rigurosa, para no crear enunciados falsos. Llega a la conclusión de que no existe más realidad que aquella que podemos nombrar. La realidad llega hasta donde llega mi lenguaje.

Óscar de la Borbolla foto de Pascual Borzelli Iglesias
Óscar de la Borbolla foto de Pascual Borzelli Iglesias

LJLC. Sin embargo, deducir no es pensar…

OdlB. Pensar no es necesariamente pensar lógicamente. Es una buena herramienta pero el pensamiento se apoya en muchas otras instancias que no son necesariamente racionales. Esto que hace un momento platicábamos acá [durante la presentación del libro], que hay algunas pistas, rastros muy tenues, que de pronto alguien magnifica y cree que ahí está justamente la falla de un modelo que explica, esas cosas no son resultado de la lógica, son resultado de una capacidad de intuición.

Desde el mundo griego esto estaba presente con la palabra thauma, el  asombro. Desde Heráclito –y lo repite Platón– el conocimiento comienza con el asombro, con la capacidad de maravillarse ante lo que para los demás pasa por consabido, por normal. Alguien de pronto advierte algo ahí y es donde realmente comienza el conocimiento, en este pequeño indicio.

LJLC. Con la tecnología presente en todos los espacios de vivencia, podríamos afirmar a la muerte como el único lugar para el asombro, ¿cómo lidiar con este asombro? ¿El pensamiento está reservado para pocas personas?

OdlB. Si nos atenemos a Heidegger, con su libro ¿Qué Significa Pensar?, ni los científicos piensan. Pensar es pensar el ser. Pensar el ser no significa armar juicios en los que hiciéramos enunciados como “el ser es tal” porque está el problema de que no hay palabras que tengan la misma extensión que la palabra ser –más que aquellos trascendentales que inventaron en la edad media y que en el fondo son afirmaciones tautológicas [risas].

Pensar el ser tiene que ver con otra cosa, más bien con un asombro y ese asombro surge –lo dice muy claro en ¿Qué es metafísica? –después de haber tenido una entrevista con la nada; es cuando verdaderamente uno queda capacitado para saber a qué se refiere cuando se refiere al ser. Después de una entrevista con la nada, eso que asoma uno le dice “¡ah, esto es el ser!”, solamente por el contraste, por la referencia. Uno puede tener la base para poder hacer ontología: nace de una vivencia, esa vivencia es el asombro, el thauma.

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Cuando en mi mente asoman las preguntas sobre el quehacer de la filosofía en español, del juicio de Heidegger que asevera al alemán y al griego como las únicas lenguas desde las cuales se hace filosofía o incluso de cómo él como autor del libro se apropia de los existenciarios heideggerianos, preguntar por qué ha dejado de escribirla en su quehacer personal… cuando asomaron Óscar de la Borbolla asomó hacia la puerta y bajo alguna señal –¿la noche?– me dice que debe emprender la salida. Que responderá una última pregunta. No soy nadie, ni siquiera un aspirante a periodista, para impedir con alguna maña propia del medio su salida rápida. Sólo espero, en algún otro momento, hacerle una mejor entrevista.

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