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Vaticano. Foto de Margarita Borzelli González
Vaticano. Foto de Margarita Borzelli González

Texto y Fotos de Margarita Borzelli González

Roma, Italia / Ciudad de México, 11 de abril de 2020 (Neotraba)

Desde San Pedro bendición papal

Llueve en la Plaza de San Pedro proyectada por Gian Lorenzo Bernini entre 1656 y 1667. Me rehusaba a salir, no quería romper de noche la orden de cuarentena, la consecuencia es multa o cárcel a criterio de la policía; mi pensamiento indicaba que debía permanecer en casa esa noche especial, lo son todas desde marzo de este año y, al mismo tiempo, la inquietud del corazón por cumplir con la orden de trabajo para nuestros lectores.

La Ciudad del Vaticano en Roma está sola, los pocos que la habitan no se ven; a ella fueron llegado poco a poco los que a diario informan y los otros que la cuidan; quienes allí estábamos cumplíamos con la encomienda de registrar en palabras, fotografía y video lo que sucedía y los otros, la policía, impedían cualquier tipo de acercamiento al Papa y a la sagrada celebración para los creyentes: la bendición papal dirigida a la ciudad de Roma y al mundo entero.

Esa se imparte en Roma en dos fechas: el Domingo de Pascua y el día de Navidad, 25 de diciembre, y en esta ocasión para acabar con la enfermedad que padece Italia y la casi la totalidad de países del mundo.

Día 24 de aislamiento y confinamiento. En cada momento nos informan del aumento de nuevos contagios, enfermos confirmados y de los muertos, esos que no tendrán a nadie que los despida; la protección civil italiana informa que las cifras de muertes registradas ese día eran 969, la más alta al momento.

Ese viernes, mientras el Papa daba la bendición solo en la Plaza de San Pedro, se percibía, en las calles, los balcones y a través de las ventanas de los edificios, un aire triste en la ciudad. No se ve a nadie en las ventanas, balcones o azoteas y, ahora, los cantos entre vecinos eran solo un lejano recuerdo.

A las 17:55 decidí acudir al encuentro con el Papa; me puse los zapatos, salí con mi cámara y con todos los permisos para poder estar en la calle; fui corriendo, a pesar de la lluvia, rumbo a mi cita en la plaza de San Pedro.

Una vez en la calle mientras caminaba me percataba de que había mucha policía, pensaba en la estrategia para que me dejaran acercar o llegar a la Plaza de San Pedro. Mucha emoción por la posibilidad de ser testigo de algo sin precedentes; finalmente llegué por el costado izquierdo de la plaza caminando desde Via di Porta Cavalleggeri.

Caminaba, desenvuelta y sin miedo hacia el vehículo de policías; saque mis papeles mientras me acercaba, al mismo tiempo ellos se bajan a ver de qué se trataba mi petición. Les hablé con voz suave y tranquila, les dije: soy prensa internacional y vengo a cubrir la bendición del Papa. Me respondieron: está bien, pero por aquí no puede pasar. Me indicaron por dónde hacerlo. Tuve que correr alrededor de un kilómetro, pasar por un túnel, caminar al histórico río Tíber, para ingresar y acercarme a la plaza desde Vía de la Conciliazione.

Después de caminar y correr rápidamente llegué alrededor de las 18.15; estaba ahí frente a la imponente basílica de San Pedro; la veía como nunca: envuelta bajo la lluvia y con un silencio profundo, rodeada de policías.

A lo lejos lograba ver la silueta de un hombre solo, vestido de blanco, era el Papa que nos mostraba la solemnidad de la celebración y el peso de la responsabilidad para, desde su visión, tratar de ayudar y solucionar lo que se vive en Italia y el mundo.

Me acerqué de nuevo a otro policía al final de Via de la Concilizione, al ver mis papeles me dejó pasar; todavía tuve que sortear tres retenes donde interrogaban a toda persona que iba rumbo a la plaza, me detenían y luego dejaban que siguiera sin problemas para llegar a la distancia permitida.

Por fin llegué al frente de la basílica de San Pedro, al límite de la plaza donde permitían acercarse, lo había logrado y era testigo de ese suceso único, veía al Papa, de paso y movimientos lentos, a través de la lente de mi cámara; registraba, pulsando el botón, cada uno de sus movimientos. Me encontraba en el lugar y en el momento finalmente.

Tengo el recuerdo vivo en mi memoria: yo, triste, asustada, bajo la lluvia pertinaz y sola en esa enorme plaza, sin que supieran otras personas dónde me encontraba, viendo a un hombre en su soledad, que con su fe brindaba lo mejor de sí, la bendición a Roma y al mundo; me encontraba casi en el mismo lugar donde años antes estuve rodeada de gente, apretada y apretujada, sin espacio entre una persona y otra, esperando ver la salida del nuevo Papa por el balcón principal de la basílica.

Nunca olvidaré los días vividos durante el periodo de aislamiento y cuarentena, pero de todos estos días uno especial será ese viernes 3 de abril del 2020.

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