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Por Mario Bravo Soria

Ciudad de México, 10 de enero de 2023 [00:01 GMT-6] (Neotraba)

[Hace pocos meses, el narrador, ensayista y crítico de cine Iván Farías publicó su novela intitulada El misterio de la máscara perdida (2022), la cual ha sido editada bajo el sello Dark & Glow. A propósito de tal suceso literario, el periodista Mario Bravo Soria ha charlado con él para explorar no sólo los entresijos de dicha obra, sino también con la intención de conocer cuáles han sido las estaciones primordiales que han forjado el camino, tanto escritural como de vida, en el autor nacido en el año de 1976.]

Iván Farías en Neotraba Radio, foto Óscar Alarcón
Iván Farías en Neotraba Radio, foto Óscar Alarcón

Salvaguardar al niño que uno ha sido

En el enternecedor filme Cinema Paradiso (1988) del director Giuseppe Tornatore, se exhibe magistralmente la historia de un niño llamado Salvatore, a quien apodan Totó. Tras inmiscuirse en las faenas diarias de un viejo empleado del único cine existente en su pequeño pueblo, dicho infante se apropia tanto del amor por las películas como del ritual que circunda al acto de proyectarlas para el público. Al transcurrir varias décadas, Salvotore, en su vida adulta, se convertirá en un destacado director de cine y siempre, cada día de su vida incluso a pesar suyo, lleva consigo la marca indeleble de aquellos años de funciones cinematográficas y afiches hallados en aquel lugar mágico donde conoció a Alfredo, su mentor en el oficio de proyeccionista.

Fotograma de Cinema Paradiso
Fotograma de Cinema Paradiso

El niño o la niña que fuimos nos sigue los pasos como una sombra incansable. El hogar familiar, sus objetos, los olores y sonidos dentro de aquella casa de nuestra niñez, así como los sentimientos que registramos en los primeros años de vida, parecieran ser tan persistentes como alguna cicatriz que nos surgió tras una caída en cierto columpio de la infancia.

Algunos seres humanos, ya siendo adultos, intentan vanamente pisotear al pequeño que alguna vez fueron. Lo asustan e intimidan tanto que, en varios momentos, ese niño queda reducido a mero retrato en una fotografía grupal escolar. De ciertos hombres y mujeres, poco queda con respecto a su candidez y su frescura con las cuales anduvieron por el mundo dando sus pasos iniciales: envejecen como si al ingresar en el mundo de las corbatas y las oficinas, los impuestos y las listas de víveres por comprar en el supermercado, asistieran así al funeral de su niño o niña del pasado. Queman, día a día, los recuerdos de aquellos días azules y de ese sol de la infancia, como sabiamente escribiera Antonio Machado en un papelito hallado en el interior de su abrigo con el cual fue encontrado sin vida en el año de 1939.

Otros hombres y otras mujeres, en cambio, inventan mecanismos para salvaguardar el fuego de la sorpresa cotidiana que sintieron durante sus años inaugurales en el mundo. El cine y los libros son herramientas que, algunas veces, conjuran el hechizo del paso del tiempo y de esa terrible maldición de envejecer sin cuidar al niño que uno fue alguna vez.

Nuestro entrevistado, el narrador Iván Farías (Ciudad de México, 1976), creo que bien podría ser adscripto a la segunda rama de seres humanos anteriormente descritos. Escribe, al menos eso me parece, como si en ese acto mantuviera comunicación permanente con la casa familiar de su niñez y con los libros y filmes que alimentaron su educación sentimental durante la década de los ochenta.

A continuación, presentamos una conversación con Farías a propósito de su novela intitulada El misterio de la máscara perdida.


“Hallabas libros tirados por todos lados”

Mario Bravo Soria. Antes de incursionar en la plática sobre su novela El misterio de la máscara perdida, quiero preguntarle de dónde le viene la necesidad de narrar.

Iván Farías. Es un gusto por las historias. Dentro de mi familia siempre se han contado muchas historias. Era una familia muy amplia, varios tíos y tías… Mis abuelos no tuvieron una educación formal, acabaron cuarto y quinto de primaria; pero mi abuelo leía mucho… su novela favorita fue Los bandidos de Río Frío [1891]. A él le gustaba la Historia. Mi abuela era más musical, aunque también hablaba sobre historias.

“Nosotros vivíamos en la Ciudad de México y luego íbamos a Tlaxcala. A veces fallaba la luz. Eso era muy común: ¡había que platicar y hablarnos entre nosotros! ¡Contar historias! Siempre hubo ese gusto por la narración y por escuchar a las personas. Eso se me quedó. Para mí, los libros no eran para aprender… ¡sino historias que te contaban!”

MBS. Intento imaginarme su casa familiar cuando usted era niño: no sé si había muchos estantes y libreros…

IF. Había muchos libros. Mi abuelo tenía la idea de tenerlos para que pudiéramos leer. Había muchas biografías de Pancho Villa porque le tocó convivir con algunos dorados, pues mi abuelo era del norte de Tamaulipas. Encontrabas muchas revistas y lo que ahora serían comics: muchos Memínes, decía mi abuela. Estaba también el libro policiaco, semanal, de terror… Era muy común encontrar colecciones de libros baratos: tanto la Biblioteca del Terror como la Biblioteca del Crimen, fascículos que alguien compraba, no sé quién… pero ahí estaban al igual que los discos.

“A la casa de mis abuelos llegaba muchísima gente. Era como un refugio del barrio. Recuerdo que, en Navidad y en Año Nuevo, había muchísima gente. Hallabas libros tirados por todos lados: en el baño, en la sala… en el comedor… no existía como tal una biblioteca, salvo un pequeño librero.

“Teníamos muchos libros de terror y policiacos. No creas que de Jacinto de Benavente, sino muchos de Agatha Christie… muchos de Julio Verne… muchos de Stephen King y muchos de Dean Koontz. Mis lecturas eran azarosas y sueltas”.

Cultura popular y literatura “que anda abajo”

MBS. En el paso suyo de la infancia a la adolescencia, ¿cuál ha sido ese gran tema y esa gran huella que han quedado como reminiscencias de sus primeros años formativos?

IF. La cultura popular. Me gusta mucho y creo que siempre es despreciada, por ejemplo: las crónicas policiacas y, en general, de las revistas. A principio de las décadas de los ochenta y noventa había una cultura de la revista. En ellas podías leer artículos muy interesantes. Las manifestaciones populares siempre me llamaron la atención: nunca he sido punk, pero la forma de esa cultura me interesó porque yo vivía cerca de Neza y los veías pasar cuando iban al Tianguis del Chopo. Me daban miedo y cierta fascinación.

“La lucha libre es otra manifestación artística y plástica que me gusta mucho. En general, me entusiasma la literatura que anda abajo: de vampiros y la ciencia ficción que no eran tan aceptadas”.

Un epígrafe en latín

Nuestro entrevistado ha intentado escabullirse de los listados de libros obligatorios dentro de la literatura, aquellos que uno debió haber leído, sí o sí, antes de departir en talleres o mesas redondas con quienes se jactan de conocer la vasta obra de los –supuestamente– grandes nombres y apellidos del circuito de las letras mexicanas y extranjeras. Así lo enfatiza Iván Farías al evocar cómo fue su proximidad a ciertas lecturas imprescindibles:

IF. En México, la mayoría de los escritores eran de rancio abolengo; en cambio, si te acercabas a la literatura de Estados Unidos podías encontrar escritores parias que provenían de los bajos fondos, y con ellos te sentías cercano. En contraparte, recuerdo cuando leí el primer libro de Carlos Fuentes que me insultó poniendo un epígrafe en latín. ¿Te imaginas a un chamaco de 16 o 17 años abriendo un libro con un epígrafe en latín? Como diciendo: “¡tú deberías de entender esto y no lo sabes!”

“En ese momento no leí Cambio de piel, lo dejé por ahí; pero me seguí con toda la colección de ciencia ficción que se llama Súper Ciencia Ficción, de una editorial argentina que ya no existe”.

MBS. Uno percibe que a usted le interesa una literatura de acceso sencillo, que te permite fácilmente la entrada; pero que no necesariamente es simplona o de baja calidad, sino que ha estado con mala prensa y baja reputación durante varios años. ¿De ahí le viene esa tendencia suya por escribir amenamente y no para élites o personas doctas?

IF. Sí, y también por ser necio porque, en el primer taller literario al que fui, la mayoría de quienes también asistieron estudiaban literatura y yo no. Allí me di cuenta de que fue lo mejor que pude haber hecho, pues así puedo leer lo que me gusta y no cosas que no me interesan. Uno piensa que si estudias literatura es porque escribirás… ¡y eso no pasa!

“Cuando llegué al primer taller, todas mis lecturas no servían porque según ellos eran basura. Siempre todo lo que yo leía eran como libros menores… Luego me di cuenta que ellos tampoco habían leído tanto… conocían autores porque se los habían dado a leer en la escuela.

“La mayoría de escritores que había leído eran anglosajones. Ellos tienen una manera de contar muy de caminar los lugares, de estar en un sitio o en otro… eso me gusta: ¡que la gente pueda entrar a los libros, se vaya imaginando y pueda tocar esos lugares que describo!”

Del proyector 8 milímetros al Canal Cinco

MBS. Noto una infancia en donde su abuelo fue una figura importante y, ahora tras escucharle a usted, uno se imagina entonces cualquier cantidad de libros en la casa familiar; sin embargo, me falta una pieza del rompecabezas: su figura tanto paterna como materna, ¿en dónde están dentro de ese mapa interior de Iván Farías?

IF. Mi madre es madre soltera. Mis tíos y ella casi fueron mis hermanos. Ellos leían mucho: en la casa, ¡leer era algo común! Mi mamá, por ejemplo, se fascinó un buen rato con una novela que se llama La obsesión, de Dean Koontz. Mis tías y mis tíos te contaban historias. Antes, cuando hacían la adaptación al cine de una novela, la leían antes de ir a la función y la comparaban.

Fotograma de El resplandor
Fotograma de El resplandor

“Recuerdo que, cuando reestrenaron El resplandor [1980], casi hicieron una mesa redonda para hablar de una película que yo no había visto y un libro gigante que no había leído: ¡después de que llegaban de trabajar, tras cenar, comparaban las diferencias pues ya habían mirado la película!”

MBS. Hay una especie de guiño al cine en su manera de narrar. En El misterio de la máscara pérdida pareciera que no estamos ante literatura pura y dura, sino que existe una maquinaria muy similar al cine con escenas y planos. ¿Qué tanto su manera de escribir se ha visto influenciada por el cine y, de ser así, cuáles filmes le han motivado en su escritura?

IF. Sí, seguramente. Mi abuelo era chef y fue jefe del comedor del Banco de México. Tenía una clienta que venía desde Estados Unidos y, continuamente, traía cosas entre las cuales se encontró un proyector de ocho milímetros. Previamente a la existencia de las VHS, veíamos películas en ocho milímetros… eran pequeñas… la misma película, pero cortada de modo que durara menos de una hora. Además, antes la selección de Canal Cinco era muy variada, no sé quién lo programaba; sin embargo, había cosas loquísimas como El monstruo está vivo [1974] y La larga noche de la furia [1972].

Trabajo de arte de El monstruo está vivo
Trabajo de arte de El monstruo está vivo

“La forma de puntuar que tengo es muy oral, trato de ir haciendo esas paradas. Aunque, si tú te grabaras en audio, no pasaría eso, sino que es algo artificial. Supuestamente es oral, pero se vuelve artificial ya con la puntuación”.

Beatriz Espejo: recetar libros como medicinas

Siguiendo la reflexión hecha por Iván Farías acerca de su estilo de escritura emparejado a la oralidad, le pregunto:

-¿Esto le viene de los talleres de escritura cursados o qué tantas influencias de sus lecturas se activan en este mecanismo que usted acaba de explicar?

IF. Pienso que quienes se dedicarán al oficio de escritor, en general, ya tienen una habilidad para narrar. Se nace con eso como cuando naces con la habilidad para tocar música. Puedes ser muy tozudo y aprender a tocar; pero nunca tendrás la misma habilidad de alguien que, a los tres o cuatro años de edad, ya sacaba las ollas y tocaba –respondió el también autor de la novela intitulada Un plan perfecto (2017) y abrió paso a reflexionar sobre el modo en que la escritora veracruzana Beatriz Espejo influyó en su manera de narrar.

“Lo que la maestra Beatriz Espejo hizo fue pulir algo que ya tenía y no porque yo sea un genio, sino porque ya escribía de cierta manera y ella, lo que realizó, fue enseñarme. Era muy interesante que, a cada uno, le recetaba libros como medicinas. Nos daba lecturas; sin embargo, jamás intentó que escribiéramos como ella o como determinada persona. Gracias a ella pude conocer muchas lecturas de autores mexicanos. Ella me decía que, el problema de mi literatura, era que escribía como si fuera una traducción: faltaba que oyera el sonido del español mexicano.

“Me puso a leer autores como José Agustín. También la poesía de Octavio Paz o crónicas de Carlos Monsiváis y de Jorge Ibargüengoitia”.

“Garmabella es el macho que siempre cree tener la razón”

MBS. En El misterio de la máscara perdida, por un lado, hay un enigma en torno a un objeto que un coleccionista anhela encontrar; y, por el otro, existe una narrativa que nos adentra en la Ciudad de México: a veces es San Cosme, en otras ocasiones resulta ser un barrio distinto, así como distintas cantinas o el Centro Histórico. Hallo una ambientación que me resulta bien lograda en su novela. No sé si es posible narrar a una ciudad sin encontrar el lenguaje propio de esa urbe. Y, a propósito de ello, noto que usted echa mano de un idioma distintivo de la capital de México: la lucha libre. Iván Farías, en su más reciente novela, ¿cómo ocupa usted esa expresión de cultura popular dentro de su manera de contar la historia?

IF. Me gusta mucho la lucha libre porque es una mezcla entre deporte y arte. Ha inspirado a muchas personas, especialmente a artistas visuales. Estar en la arena es como una religión laica en la cual retornas a ser niño porque vuelves a creer que ellos, los luchadores, son esos personajes que están allí. Piensas que el herrero, el mecánico o el albañil cuando se ponen sus máscaras, se convierten en seres infernales o divinos.

“Toda esa magia la quería transmitir a las personas que sólo ven payasadas en eso, para lo cual necesitaba un personaje a quien no le gustara la lucha libre y así él fuera el espejo de la persona que se está acercando”.

MBS. Iván, además del tema de la lucha libre en su novela, uno se encuentra con un humor particular tanto del narrador como del personaje principal, el comandante Garmabella. Adelantándole algo al lector: no es un humor de quien intenta hacerse el chistoso, sino que es incluso un poco involuntario, muy a la mexicana. Uno está siguiendo a Úrsula y al comandante Garmabella en esa pesquisa que realizan y, de repente, acabas sonriendo o riendo abiertamente porque sucede algo cómico. ¿Ese humor es un recurso literario o es algo presente en el escritor Iván Farías?

IF. A veces, la literatura mexicana peca de solemnidad. Todo es tan grave y tan azotado, todo parece como que diario te levantas y estás destruido. Sí existen cosas malas en este país y hay que irlas arreglando; pero el mexicano siempre se está riendo de esos temas… siempre hay un humor y una ironía que ya no se ve en las redes sociales, sin embargo, en el día a día sí la escuchas.

“Con respecto al personaje del comandante Garmabella; un amigo mío, Guillermo Rubio, me decía que los hijos de puta son encantadores porque, si no, no lo serían… Ese humor oscuro y negro es parte del encanto. Me gusta mucho el humor y teorizar sobre él”.

Guillermo Rubio. Foto de Óscar Alarcón
Guillermo Rubio. Foto de Óscar Alarcón

MBS. En el caso de Garbamella, uno ubica que podría ser similar a cierta figura de un modelo del mexicano: es corrupto y hace algunas cuestiones no muy legales; aunque, contrariamente, tiene códigos y sabe hasta dónde usar la violencia, sabe cuándo no hay que ir más a fondo… parece un tipo astuto y perspicaz con un camino andado no sólo en la policía sino en la vida. Le interrogo, ¿qué situaciones literarias le permite explorar Garmabella para hacer y deshacer en una novela como El misterio de la máscara perdida?

IF. Garmabella es la personificación de la corrupción de los elementos policiacos. También es el macho que siempre cree tener la razón. Yo quería poner de relieve que se equivocaba… que era tonto… Siente que puede golpear a los luchadores y ellos a eso se dedican: él cuenta una historia, pero sabes que no fue así… que le acabaron dando unos catorrazos.

“Quería que quedara cierta ironía, aunque él siempre cree que va ganando. Siempre tiene un consejo no pedido que dar: en su gandallez acaba siendo un tanto adorable, ¡aunque quién sabe si aguantarías una tarde de tragos con él antes de que salgan de pleito! Él me permite hacer determinadas cosas con este juego relacionado a que siempre está hablando con un supuesto editor, el cual impide que no se vaya de bruces y así no detalle la historia de la chica del aeropuerto: una historia sexual que siempre quiere contar y no tiene razón de ser para con la novela.

“Garbamella me permite hablar desde el punto de vista de un personaje que, si lo piensas bien, es bastante repulsivo el cabrón”.

El misterio de la máscara perdida de Iván Farías
El misterio de la máscara perdida de Iván Farías

“Si no escribiera, no sé si sería feliz”

MBS. Entiendo que usted no es un literato ligado a ciertos grupos que aún mantienen los tentáculos puestos sobre las editoriales, decidiendo quién publica y quién no, quién gana los premios y quién no, quién es reconocido y quién no… sino que usted, incluso, no es escritor de tiempo completo pues tiene un trabajo a la par de esas horas frente a la computadora en el acto creativo. ¿Cómo vincula el ser novelista y cuentista con salir a la calle y laborar al igual que lo hace el carpintero, el panadero o el oficinista?

IF. Creo que muy pocos escritores pueden vivir solamente de escribir. Todos los demás hacen como que no trabajan, pero sí trabajan… ¡la única diferencia es que yo soy sincero y digo que trabajo y hago esto, así como que, en mis tiempos libres, escribo! Es bastante difícil: se trata de conjuntar el acto de leer y laborar… Afortunadamente soy empleado en una librería y mis jefes son muy benévolos.

MBS. En la librería, ¿usted qué hace?

IF. Muchas cosas. Llevo redes sociales. Empecé como librero y ahora estoy en el corporativo. Eso, por una parte; pero uno llega a casa y debes hacer las cosas propias: limpiar, cocinar, todo aquello que no tienes cómo resolverlo… salvo hacerlo tú mismo. Si no escribiera, mi vida sería muy triste. Escribo porque lo disfruto mucho y me gusta contar historias.

“A veces me levanto muy temprano y escribo. Otras veces lo hago durante los fines de semana. Siempre le quitas tiempo a tu pareja y al trabajo para dedicárselo a la literatura. Si no escribiera, no sé si sería feliz. Es algo propio de ti, algo con lo que naces… ¡quieres contar esa u otra historia!”

MBS. Pero, ¿se escribe para ser feliz?

IF. A veces sufres con la escritura o con el personaje. Hay algunos cuentos que, sólo de pensar en escribirlos, me dolían… quizás de secuestros o de robos. Alguna vez, para Muy interesante, me pidieron un texto sobre la desaparición del pueblo de San Fernando: ¡hasta pesadillas tenía mientras lo escribía! Tardé dos semanas en hacerlo, pues tenía que revisar artículos, fotografías y entrevistas. Ahora lo veo y me gusta… pero fue muy difícil hacerlo.

MBS. Si usted no lo hubiera escrito, al igual que sus libros de cuentos y sus novelas… ¿sentiría que no accedió a esos destellos de felicidad que comenta?

IF. No podría ser como algunos escritores que, de repente, hacen un libro y luego desaparecen. Hay casos muy famosos como el autor de Matar a un ruiseñor [1960], Harper Lee, que escribió su novela y no tuvo necesidad de escribir otra. Es una carrera de resistencia.

MBS. Que no necesariamente tendrá una meta o un final. La carrera en sí misma es la escritura diaria, me parece ?le replico a Farías.

IF. Así es. Todos los días escribir un poco más o cuando menos pensar en eso que estás escribiendo. Lo cual se refleja más en las novelas: se trata de estar en ese mundo durante un buen rato… pensar, vivir, estar hablando todo el tiempo como los personajes. A veces, platicas con alguien, te cae el veinte y quisieras decirle haré esto o el otro con tal o cual personaje.

“Para que no te digan loco, te quedas callado y sigues la charla…”


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