¿Te gustó? ¡Comparte!
Portada de Nenitas de Sylvia Aguilar Zéleny
Portada de Nenitas de Sylvia Aguilar Zéleny

 

Por Iván Gómez (@sanchessinz)

 

Hablar de la infancia es hablar de orígenes. De primeros acercamientos, aprendizajes, encuentros emocionales, descubrimientos… “La verdadera patria es la infancia”, he oído decir en incontables conferencias a Cristina Pacheco. Es cierto, se trata de aquel lugar al que volvemos, nuestra Ítaca personal: ¿quién no ha soñado con volver a la infancia por las razones que sea? ¿Pero qué pasa cuando esos lugares están llenos de malos momentos, cuando en nuestros orígenes no hay más que recuerdos dolorosos suprimidos o, muy por el contrario, impregnados hasta el hartazgo en la memoria?

Nenitas, de Sylvia Aguilar Zéleny (Sonora. 1973) va un poco por ahí. Publicado en 2013 por la editorial Nitro Press, se trata de un compendio de cuentos en donde la infancia es el común denominador de las historias: textos con personajes tristes fácilmente identificables para cualquiera de los que tuvimos una niñez más o menos compleja; o no, y es que aquí comienzan las preguntas: ¿no será que todos tuvimos infancias duras tamizadas con pocos recuerdos felices o memorias inducidas?

 

Pues los textos no muestran tragedias griegas todo lo contrario: en Nenitas se hallan entornos cargados de cotidianidad: niña de padres divorciados, niña que vive violencia intrafamiliar: madre golpeadora o padre agresivo en el trato, abuso infantil… ambientes conocidos de una u otra manera, y es por eso que se trata de un libro fácilmente identificable.

 

Nenitas ha hecho que me replantee qué tan idílica es realmente la infancia.

 

Aunque en los últimos años se han popularizado los libros que hablan de la infancia perdida, a grandes rasgos es posible entrever una dicotomía entre los textos que la endulzan hasta el hostigamiento con referencias inútiles a épocas pasadas y hechos que a nadie le importa leer, y los textos comprometidos con traer la infancia como un atisbo de lo que verdaderamente fue, por eso no resulta extraño -aunque sí impactante- que estos textos cuenten historias oscuras, cargadas de precocidad o de anhelar lo perdido. En el caso de los primeros, se trata de tendencias que no ofrecen gran cosa.

 

Personalmente recuerdo con cariño los que relatan la pérdida de la infancia, esa división muy delgada entre una etapa y otra, como el cambio de estaciones o la desembocadura de un río en el mar; “Tarde de Agosto” y “La cautiva”, de José Emilio Pacheco, “Gallenas, chompelo, vigajas” de Gabriel Rodríguez Liceaga son algunos ejemplos, y a la lista se agregan “Nenitas”, “Odio-mi-vida” y “Hábitos de sueño”, en los tres, la pérdida de la infancia se da en momentos claves inmersos en la cotidianidad: no rompen con ella, se vuelven parte de ésta: padecer bullying, ver de cerca la muerte, ser abusada.

 

Nenitas de Sylvia Aguilar Zéleny, portada de la edición de pasta dura
Nenitas de Sylvia Aguilar Zéleny, portada de la edición de pasta dura

 

Sylvia Aguilar Zéleny logra historias que no te dicen este es el fin de la infancia, sino que muestra hechos que te obligan a ser analizados hasta llegar a dicha conclusión: ahí radica el acierto de los textos: ni siquiera los personajes están conscientes de su situación.

El resto de los cuentos se narra desde la evocación del personaje (como “Sobreexpuestos”) o en un presente tumultuoso (“Los platos eran enormes”, “Morder la vida toda” o “Total”).

 

Hay otro elemento que hace de Nenitas un libro valiente: la denuncia social. En tiempos actuales la duda está en el aire: ¿ahora más que nunca la literatura debería ser una crítica hacía lo que está mal? Si hay que responder algo concreto, diría que desde siempre algunas de las grandes obras de la literatura poseen en su origen una fuerte crítica al régimen o a una tendencia social, sin embargo, es probable que en los últimos años se haya intensificado ese carácter, y los cuentos que integran el volumen son sumamente críticos hacía una realidad asfixiante al grado de plantear la pregunta: ¿en qué clase de mundo crece la gente?

 

Es un libro sincero que rompe huesos. Los textos resultan cortos y hacen ligera la lectura.

Varios de los textos tienen un tono autobiográfico, especialmente “El día que murió papá”, en donde la ficción y la realidad de la autora se confunden, la forma de éste es básicamente la creación de un cuento: es la voz de la autora que corrige el cuento que está escribiendo, y dichos apuntes resultan en el cuento mismo.

 

La nostalgia no es por lo perdido

En una columna de Óscar de la Borbolla (clic) habla sobre cómo la nostalgia no es extrañar el pasado, sino que es una forma de evadir el presente, dice:

 

“La nostalgia no es un deseo vehemente por regresar, sino unas dolorosas ansias de huir de un aquí y un ahora, pero no para regresar a un tiempo perdido, sino para alcanzar un tiempo utópico que literalmente nunca ha sido; ese dolor de la nostalgia no es por la pérdida, sino por la comprensión vigente de que lo que queremos nunca lo hemos tenido.”

 

Quizá Nenitas se trata de eso: la muestra de que sobreestimamos la infancia debido a la falsa idea de que el pasado es siempre mejor, cuando en realidad se trata de un primer acercamiento a lo mal que está el mundo, sólo que aún no tenemos la suficiente madurez para percatarnos de ellos, y no sé si en algún momento la tendremos.

 

 

Sylvia Aguilar Zéleny. Nenitas. Ciudad de México, México: Nitro Press, 2013.

¿Te gustó? ¡Comparte!