Adriana Barba escribe sobre La Duquesa de Escobedo, libro de Sergio Telles, con temas variados que no negaremos son fuertes para el lector común, pero nos hacen poner atención a las vidas de esas personas que pasan desapercibidas, que están en el anonimato.
Por Adriana Barba
Monterrey, Nuevo León, 19 de marzo de 2020 (Neotraba)
Cuarenta y siete relatos entre poesía y narrativa componen el libro La Duquesa de Escobedo de Sergio Telles, con temas variados que no negaremos son fuertes para el lector común, pero nos hacen poner atención a las vidas de esas personas que pasan desapercibidas, que están en el anonimato, de ver ese otro Monterrey que está ahí, pero no vemos porque tenemos las ventanas de los autos arriba.
Gente del bajo mundo son los protagonistas, personas que no invitaríamos a tomar un cafecito a la sala de la casa, pero gente que al final del día, están tratando de sobrevivir igual que nosotros, gente que ama, que se preocupa por el dinero o por la estabilidad emocional y cuando sienten que casi todo está perdido, igual que nosotros se aferran a algo que los pueda salvar.
No tuve que gastar gasolina ni aguantar el tráfico de Raúl Salinas para llegar a Escobedo, Sergio Telles con sus relatos me llevó ahí. El lenguaje es pesado, pero no cerré los ojos, leí palabra tras palabra y en un instante ya estaba caminando por el Heb Sendero queriendo encontrar pistas de quién mató a la Wala o del taxi que se llevó a Susana. Cierro los ojos y puedo sentir el dolor de sus personajes, no dejan de sufrir ¿cómo aguantan tanto?
Busco sin respuesta, a la Wala la mató el olvido, no fue todo culpa suya, “dicen que tuvo una infancia difícil” a la Wala la mató la duda.
Desde el sillón de la casa el autor me llevó por las calles Cristina Larralde y Las Palmas mostrándome la miseria y el dolor de esas personas que uno nunca voltea a ver.
[ CUARESMA ]
Viejos huéspedes me trepan
confiados
porque después de los 18 no hay delito.
Miro desde el interior el Viacrucis que da vuelta en 15 de mayo.
Fariseos gritan
sollozos fingidos
traslapados con el rechinar del respaldo de litera.
Se las mamo con la lengua que anoche probó morcilla.
Quisiera que mi vulva no apestara a ceviche y que un montón de
bocas arrepentidas de comerme trajeran de vuelta los septiembres
en los que fui feliz.
