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Cristina Pacheco, fotografía de Pascual Borzelli Iglesias, cortesía para Neotraba
Cristina Pacheco, fotografía de Pascual Borzelli Iglesias, cortesía para Neotraba

 

Por Iván Gómez (@sanchessinz)

 

Ay. Lo de siempre. Ayer por la noche llovía: chido. Desperté a las 6 de la mañana, una hora tarde, y lo primero que escuché fue el golpeteo del agua contra la acera: ¡me lleva!, por mi mente circulaban las imágenes de mis pies mojados, mi espalda, mi cabello con el gel aun fresco escurriendo asquerosamente, y para el gran final: yo, apestando a humedad.

Mientras desayunada mis donitas espolvoreadas remojadas con el café, escuchaba en la radio al “Torpes” Díaz: “ciudadanos, por favor, tomen precauciones, amanecimos con tormenta tropical”. Minutos después narraba, “el gobernador fue a visitar a los pobladores de la sierra, les otorgó sus condolencias por los muertos, víctimas de la tormenta y se ofreció a pagar, en algunos casos, los gastos fúnebres”. Claro, ni había terminado de gobernar y ya había comenzado su campaña electoral para el 2018. Primero sale en alguna revista, luego se va a Tlaxcala a pedir apoyo, y ahora se va a la sierra.

 

El reloj marcaba las 6:40. Tenía que salir a prisa, tomar el Ruta y ponerle la otra mejilla al día lunes. No importa que digan que al odiar los lunes y amar los viernes demuestro que soy un esclavo del sistema y un monótono destinado a fracasar. No me importa, me gustan los viernes y me dan hueva los lunes. Y más hueva me da reflexionar y aceptar que soy un hipócrita cuando critico al gobernador y escasos minutos después uso una sombrilla de su partido.

 

Al final, muchos momentos me dan hueva. Tal vez son las pastillas para la cabeza que me ponen un poco zombie. Si le dijera esto a mi mamá me regañaría por evadir la culpa. Pero no, de verdad me ponen zombie.

Ya en el Ruta, sintiéndome sardina, cavilo un poco en mis actividades de hoy: tomar clases; leer en receso; abrazar a Cesia; hacer mi labor de gato del salón, digo, de jefe de grupo. Hasta ahí no había inconveniente. Éste llegó cuando recordé que tenía examen de inglés a las dos en la facultad de lenguas y que aún no pagaba su costo. Con eso perdería mi curso y me ganaría un regaño de mamá por descuidado. Concluí que intentaría pagar y llegar a tiempo.

 

Llegué a la facultad. Siempre he sido un baboso: olvidé poner mis datos en la hoja que me solicitaban, entonces ahí me veía, buscando una banca donde sentarme para escribirlos. Regresé al aula donde me tocaba el examen y ¡que me vuelven a regresar! Tenía que pasar a que me sellaran el comprobante de pago: “buenas tardes… sí, sí, ya cállese y dese prisa”.

 

Por más inspirado que hice el examen, no pasé del nivel uno. ¡Me lleva la fregada!, para un nivel tan bajo mejor hubiera comenzado los cursos desde cero. Ya con mi resultado fui a que me asignaran el grupo, a que me dijeran cuándo debo pagar la inscripción y demás asuntos. “Sí, gracias, hasta luego”.

 

Ya libre, tenía de dos sopas: ir a casa o caminar un rato. Y pensando que ya nada malo podría pasar, decidí caminar un rato: fui al centro a dar la vuelta a mis lugares favoritos, a visitar mis librerías de viejo favoritas. Me compré un churro relleno, que me comí con esa hambre de gordo que me caracteriza. Continué visitando librerías de viejo y de repente, ¡madres!, me topo con Sopita de fideo de mi columnista favorita: Cristina Pacheco.

 

Cristina Pacheco, fotografía de Pascual Borzelli Iglesias, cortesía para Neotraba
Cristina Pacheco, fotografía de Pascual Borzelli Iglesias, cortesía para Neotraba

 

 

Creo que nunca les he contado lo mucho que me gusta adquirir libros editados en el siglo pasado, libros viejos en buen estado. Todo esto porque ya no se encuentran ejemplares con la portada original, una portada más curiosa y hasta significativa que la que tiene ahora. ¡Y luego el precio de $30! Me dieron ganas de besar al vendedor.

 

Salí de la librería. Ya no estaba la llovizna. Tampoco había sol. Se quedaron las nubes con las que da gusto convivir en Puebla: la grises que no amenazan con agua. Las que tapan el sol y dan un clima menos tibio. Era un lunes que me sonreía. Qué bueno que di mi otra mejilla, recibí un buen regalo a cambio.

 

Sí, amo leer.

(Escrito en agosto de 2016).

 

A Iván también lo puedes leer en: https://vertederocultural.wordpress.com/

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