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Gretta Penélope Hernández, imagen tomada de https://lemmexico.com/2018/02/13/nuestros-talleristas/
Gretta Penélope Hernández, imagen tomada de https://lemmexico.com/2018/02/13/nuestros-talleristas/

 

Por Óscar Alarcón (@metaoscar)

10 de marzo de 2018

 

LEM: Centro de producción de lecturas, escrituras y memorias sigue su trabajo en Puebla. Los talleres son coordinados por Laura Athié, quien amablemente me invitó a realizarle una entrevista a Gretta Penélope Hernández, quien el 10 de marzo de 2018 ofreció el taller “Fotografías para hacer crónica”, con muy buenos resultados. Laura me dijo que podríamos aprovechar el break para comida para platicar con Grettal. Acepté con el ofrecimiento de llevar el postre.

Gretta Penélope Hernández nació en la Ciudad de México en 1972. Estudió Producción de medios audiovisuales en el Colegio Americano de fotografía y publicidad Ansel Adams en 1996. Colaboró en los periódicos Imagen en Zacatecas, El Financiero, y 24 Horas. Fue editora de fotografía de la revista Forbes Centroamérica. Ha realizado diversas exposiciones y ha sido becaria del FONCA, del World Press Photo y de la Fundación Pedro Meyer para el diplomado “Storytelling. Narrativa audiovisual”, con lo que su trabajo y el de Laura Athié, en Tejedora de Historias, empatan a la perfección.

 

Óscar Alarcón. Platícanos cómo se desarrolla tu taller en LEM, entiendo que se cuenta una historia no verbal a través de la fotografía con personas que no necesariamente son expertas en fotografía.

Gretta Penélope Hernández. Hay mucha oferta de talleres de fotografía, talleres de escritura pero ese no es el espectro que queremos abarcar. Personalmente, no lo quiero abarcar y tampoco quiero competir. Tengo colegas que manejan mucho mejor la técnica que yo, que conocen mucho mejor la cámara fotográfica que yo. Lo que me interesa de la fotografía es cómo la puedes rescatar para que se convierta en una herramienta para darle salida a tus emociones, a tus sentimientos.

 

 

La imagen está tan manoseada ahora –y hay tantas imágenes de chicle: mastíquese y deséchese– que le hemos restado la importancia que tiene en nuestra vida, porque en la fotografía sigues preservando la libertad, sigues preservando el amor, la soledad: lo sigues perpetuando en una imagen. A mí lo que me interesa es rescatar la voz interna y darle un camino, herramientas muy básicas, para que los alumnos volteen a ver a su interior y empiecen a fotografiar sus emociones. Es decir, primero volteas a ver a tu interior y luego las proyectas hacia afuera a través de la fotografía.

 

 

No es nuestro interés hacer fotógrafos comerciales o fotógrafos de prensa –no estoy hablando mal de ellos ni denigrando–, lo que a nosotros nos interesa es rescatar la memoria, rescatar tu tiempo de vida, rescatar a tu familia: ese es el objetivo de este taller. Por lo tanto, la gente que viene puede tener conocimientos básicos sobre fotografía pero si no tiene conocimientos, también es bienvenida. Más bien el interés que deben de tener las personas que asistan es que quieran echar un vistazo a sus raíces.

 

ÓA. ¿En nuestro país es indispensable saber leer una imagen?

GPH. Sí, claro. Creo que hay una ventaja: si bien no es toda la población, sí es la mayor parte de la población que cuenta con un dispositivo para hacer una fotografía. A mí particularmente me gusta mucho porque no era así ni siquiera hace 20 años. Tener una cámara significaba tener cierto poder adquisitivo y después todo lo que te costaba el rollo, la impresión. Y si te vas hace 100 años, era sólo para la burguesía.

Me parece fantástico que cualquier persona pueda tener un celular –muy rústico o muy complejo– con el que pueda fotografiarse o fotografiar lo que está viendo. Eso de entrada me parece maravilloso.

Pero nos ha traído una consecuencia desastrosa, que son estas imágenes chicle. No hay ningún año, en ninguna época de la fotografía en el que se hayan hecho tantas fotografías como ahora. Estaba leyendo: en Instagram es una cifra bestial, son millones y millones. Hay una exposición de no recuerdo qué fotógrafo, que se puso a imprimir todas las fotos que vio y llenó toda una sala –las imprimió en tamaño postal–, todas las paredes, todo. ¿Y qué pasaba? Nadie se paraba a verlas. Eso es lo que sucede con esta imagen que está masificando la imagen, nadie se detiene.

 

 

Cuando empezó a ponerse de moda el selfie, yo veía a las muchachitas cómo se tomaban fotos en la calle y me paraba y me preguntaba “¿qué están fotografiando?” y me volteaba a ver y realmente no había nada que para mí fuera importante. Y luego cuando me paraba y les preguntaba, “perdón, ¿qué estás fotografiando?”, lo que me decían era insustancial. Es una tendencia con la que yo no estoy de acuerdo pero con la que no me voy a pelear.

 

 

Lo que sí considero que es mi responsabilidad es que las personas que están tomando este taller se pregunten qué es lo que estoy fotografiando, qué es lo que veo allí y por qué me está motivando.

Al final de cuentas tú tomas una fotografía con todo lo que tú eres, con todo lo que has amado, con lo que has despreciado, con tus influencias políticas, musicales del día a día, con todo eso haces una fotografía. Yo les pide que se detengan y antes de hacer “click” –incluso antes de sacar una cámara– que se pongan a analizar por qué estoy fotografiando esto. Tienes que preguntarte por qué y para qué.

Si tú caes en esta dinámica de hacer imágenes chicle, me parece que no tiene ninguna función. Es nuestra responsabilidad, como fotógrafos, volver a darle un valor, recordarle a la gente que si bien es un instrumento que está a la mano de nosotros, quien sigue haciendo las fotografías es el ojo humano. No hay ningún aparato, ningún dispositivo móvil –o bueno, no que me lo hayan presentado– que iguale a lo que el cerebro decide a la hora de hacer un “click”.

Nosotros seguimos estando por encima de todas esas máquinas, y es nuestro deber decir que esta representación de la humanidad o del individuo, la sigo haciendo con mi ojo humano. No con un dispositivo móvil, que me va a ayudar, eso es una bendición –hay unas lentes en los celulares que nos ayudan muchísimo– pero lo sigue haciendo el ojo humano.

 

Gretta Penélope Hernández en el taller imagen tomada del fb de LEM
Gretta Penélope Hernández en el taller imagen tomada del fb de LEM

 

ÓA. Entiendo que la fotografía puede tener dos dimensiones: la individual y la social, ¿en el taller cuál privilegias o no tienes una focalización que te gustaría privilegiar?

GPH. No abarcamos el social. Lo hacemos individual y familiar, aquí trabajamos con auto-representaciones en donde el fotógrafo puede auto-representarse: tenemos un ejercicio de fotografía “mi nombre”. Cuando yo digo Penélope, qué me evoca ese nombre. No significa que me vaya a hacer un auto-retrato, no necesariamente. Significa que puedo buscar una metáfora que interprete el estado actual de mis emociones, porque no es la misma Penélope de 2016 a la Penélope de 2018.

Les pongo ejemplos: el trabajo de María Eugenia de la Garza, que se vistió como era su papá y haciendo una búsqueda de sus raíces, de su padre, se viste como era su papá y se empieza a fotografiar en los lugares a los que iba su papá a tomar café, donde leía el periódico. Un poco lo que estamos intentando trabajar es con nosotros mismos pero también trabajamos con las personas que son los puntos de fuerza de tu familia. Esto lo van decidiendo los alumnos. Es una cuestión más familiar.

 

ÓA. Ahora que mencionas este ejemplo, recuerdo el libro Todo retrato es pornográfico de Yunuen Díaz, que escribe sobre Leigh Ledare, fotógrafo norteamericano quien hizo fotografías de su madre, pero las fotos son eróticas, lo cual ocasionó escándalo entre la gente que las vio. En ese terreno, de manera individual, ¿cuál es la función, más allá de contar la historia, que el taller tendrá?

GPH. Ahí los alumnos tienen la completa libertad de interpretar a sus familiares como ellos dispongan. Mi trabajo es presentarles las maneras en las que hay. Hay una fotógrafa que se apellida Verlandez, y que a ella siempre le han gustado los unicornios, entonces se puso cabezas de unicornio: “En búsqueda del unicornio”, pero resulta que el unicornio era ella. Hay otro trabajo de Sally Mann, que fotografía a sus hijos y también fue muy condenada porque la atacaron de pedófila, pero si yo veo su trabajo, lo que yo veo es la manera natural de un niño que no está sexualizado siquiera. Más bien el concepto de “sexualizado” ya se lo pusimos nosotros.

 

 

Lo primero que yo les pedí a los fotógrafos es que no se autocensuren porque cruzando la puerta ya vas a tener censura en tu trabajo, en el transporte público, el policía, el gobernante. Vivimos en una sociedad que constantemente te está censurando, te está diciendo lo que tienes que decir, cómo debes actuar, cómo debes de vestirte, cómo debe ser tu cuerpo bla bla bla. Lo que no podemos permitirnos es autocensurarnos. Sean completamente honestos con ustedes mismos y empiecen a hacer bosquejos de esas primeras intenciones, que son puras, que no están acotadas por la racionalización o por la moral y vayan experimentando porque también fotografiar es un acto de provocación.

 

 

A mí no me interesa ver las fotografías del cumpleaños de tu hija, lo que sí me va a interesar son los otros aspectos de la niña dentro de la fiesta de cumpleaños. Cómo vayas a hacerlo es algo en lo que no me voy a meter pero sí estoy pidiendo que no sea con censura, a lo mejor no me lo muestras porque tampoco estamos obligados a eso pero es la manera en la que te vas quitando las varas de este corsé espantoso que te aprieta. No pondría una línea editorial.

Empiezan el taller hablándome de su nombre, por qué se llaman así, cuáles son las figuras más fuertes en su familia. Una hablaba de la madre que siempre la ha cuidado, la ha guiado, y le decía yo por qué no te fotografías desnuda sobre el regazo de tu madre, como en La piedad, que finalmente son imágenes icónicas, que te van dando un caminito porque a final de cuentas uno empieza fotografiando –o escribiendo– lo que admiras. Y ya de ahí te separas.

 

Gretta Penélope Hernández en el talle foto tomada del fb de LEM
Gretta Penélope Hernández en el talle foto tomada del fb de LEM

 

ÓA. ¿El tallerista logra entender que la fotografía es una representación o se queda con la idea de que es la realidad lo que está viendo en la foto?

GPH. Yo creo que ese es un mito. Fue una gran responsabilidad la que se le dio a la fotografía hace 200 años –pero hace 200 años ya se manipulaba la fotografía–, para mí es un mito que la fotografía retrate la realidad porque eso es imposible. Para mí la realidad es como cuando miras el mar: lo ves por encima y sólo ves agua de color verde, pero si te metes tantito ves otra parte del mar y si te sumerges vas a ver otra parte del mar y si te vas hasta donde te puedas ir vas a ver otra parte del mar. Y todo es el mar.

 

 

Pero es una realidad completamente distinta a la que ves adentro, es un mundo tan extraño, a la que ves por fuera. Sucede exactamente lo mismo con la fotografía. Si bien es cierto que cumple una parte como documento social, me parece muy pretencioso que digas “voy a retratar la realidad”. Vas a retratar tu realidad, la que veas en esa circunstancia bajo las emociones y los sentimientos que tengas en ese momento.

 

 

Bien como señalas, la discusión no es sobre si la fotografía es un arte o no lo es. Ni siquiera me detendría a discutir en eso. En lo que sí estaría puntualizando es qué estás fotografiando, qué estás provocando o qué quieres decir con lo que estás fotografiando. Creo que sí ha perdido el arte contemporáneo. Creo que lo que ha perdido es esa provocación que es lo que hacían los artistas de todas las épocas: buscaban tener una respuesta sobre el mundo que estaban viendo. Guernica es una clara muestra de ello. Y a mí me parece que lo que no está haciendo el arte contemporáneo es tener una respuesta sobre lo que te está rodeando. Y me parece que si el arte no cumple con esta función de provocar, a mí me parece que es innecesario. Para contemplación ahí están las postales que te venden afuera de las pirámides de Teotihuacán. Tienes que decir algo.

 

ÓA. ¿Cómo construir el discurso fotográfico sin que se convierta en una declaración política?

GPH. Es un campo que no exploramos. No son las intenciones de este taller.

 

ÓA. Recuerdo los talleres de la Escuela Dinámica de Escritores de Mario Bellatin, en donde se escribe pero no en la escuela. Los alumnos tomaban cursos de fotografía y otras disciplinas pero no de escritura, en el caso de LEM, si yo vengo a todos los talleres, ¿cómo es que la fotografía me va a ayudar a tener una visión global de una historia personal que yo voy a contar?

GPH. En LEM estamos inaugurando con fotografía. La verdad es que no sé cuál va a ser el resultado con el último taller. Creo que puedes anclarlo pero no es necesario. Creo también que es un trabajo muy intuitivo desde la escritura, la edición o en este caso la fotografía. Yo que me dedico a la fotografía pero hay cosas que no puedo fotografiar, que las tengo que escribir.

 

 

El año pasado me diagnosticaron cáncer de mama y pese a que hice algunos intentos por fotografiarme, la verdad es que no pude, para mí era brutal verme después de la cirugía y dije “no puedo con esto”, lo que hice fue hacer un diario pero en lugar de usar la imagen utilicé la palabra y esa fue la manera en la que pude exorcizar ese episodio de mi vida, de tal suerte que no creo necesario hermanar uno con otro. Creo que sí es importante que conozcas las técnicas, las herramientas para que tú después puedas hacer tus propias decisiones y saber cómo los vas a combinar.

 

 

Porque también puedes hacer binomios fantásticos, por ejemplo, hice un libro de fotografía y poesía erótica. Es una amiga, me dio sus textos, leí la poesía y lo aterricé en fotografías a como mi imaginario me daba, que no necesariamente tienen que anclarse unas con otras porque a final de cuentas son imaginarios, lo que tú interpretas lo que estás viendo.

Creo que la ventaja que van a tener los alumnos cuando finalicen esto es que van a tener las herramientas para tomar decisiones sobre cómo van a ser sus historias de vida.

Alguna vez leí a Hugo Hiriart, que decía que la técnica tienes que aprenderla y tienes que dominarla y tienes que hacer una escultura, de tal suerte que cuando termines de hacer esa escultura con toda la técnica que aprendiste en la academia, agarres un cincel y un martillo y la destruyas para que después la tengas que erigir ya con tu propio estilo. Y con eso me quedaría.

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