El gaucho inglés
William Henry Hudson, un naturalista errante que dejó Argentina para vivir en Londres, por un solo motivo: los pájaros.
William Henry Hudson, un naturalista errante que dejó Argentina para vivir en Londres, por un solo motivo: los pájaros.
Por Adán Medellín (@adan_medellin)
Cerritos, San Luis Potosí, 7 de febrero de 2023 [00:01 GMT-6] (Neotraba)
A mediados de diciembre del año pasado, encontré entre la marea de publicaciones de Facebook la feliz noticia de que Diego Alfaro Palma, escritor chileno afincado en Buenos Aires, y Fernando Correa Navarro, habían hecho una nueva traducción de un hermoso libro donde se unían la naturaleza y la literatura, Birds and man (Las aves y el hombre, Ediciones Libro Verde, 2022) del escritor inglés nacido en Argentina William Henry Hudson (1841-1922).
Aunque ubicaba el nombre de Hudson porque era un favorito de Jorge Luis Borges gracias a la novela La tierra purpúrea (“uno de los pocos libros felices que hay sobre la tierra”, dijo el sabio argentino), nunca había reparado en el profundo interés que Hudson tuvo por la ornitología. Así que puse manos a la obra y comencé a leer Birds and man en una edición en inglés que hallé en el Gutenberg Project.
Mi sorpresa fue total cuando noté que Hudson no sólo tenía un libro sobre los pájaros, sino varias publicaciones que desgranaban sus observaciones naturalistas en Inglaterra y Argentina. El asombro creció cuando seguí investigando al personaje y supe que Hudson se había ido de Buenos Aires a los 34 años para cruzar el Atlántico y establecerse en Londres por un solo motivo: los pájaros. Lo hizo sin estudios académicos en el tema, confiado en que durante los años anteriores había colectado aves que enviaba a instituciones científicas en Estados Unidos e Inglaterra y eso le abriría alguna puerta.
Hijo de colonos de Nueva Inglaterra que llegaron a la pampa siguiendo la promesa de tierras del General Juan Manuel de Rosas, Hudson creció como un gaucho y aprendió a amar la naturaleza desde su niñez, hablando inglés y español mientras observaba asombrado el verdor que lo rodeaba, particularmente, las aves silvestres y migratorias que aprendió a amar por sus cantos y sus hábitos. Hudson desarrolló una memoria prodigiosa para reconocer a los pájaros por sus trinos y suplió su falta de conocimiento universitario con su intensa experiencia en el campo.
Viajó por toda Argentina hasta la Patagonia y descubrió un par de especies que aún llevan su nombre. Se enfrascó en polémicas por Darwin, el naturalista más famoso de su tiempo, por el pájaro carpintero. Luchó entre la pobreza, la austeridad y la falta de reconocimiento para que sus escritos ornitológicos fueran publicados una vez asentado en distintas pensiones de Londres, la capital del Imperio más renombrado de su época, mientras escribía novelas y cuentos que recordaban sus vivencias gauchas en los campos argentinos y uruguayos.
Se casó con una mujer mayor que le tuvo paciencia para apoyarlo con sus escasas rentas y sólo fue hasta pasados los 50 años cuando recibió la oportunidad que esperaba. Escribió a cuatro manos el libro Pájaros de Argentina con el director del boletín de la Zoological Society de Londres, entre pleitos y disgustos, hasta que Alfred Russell Wallace, otro famoso naturalista británico, se enamoró de su prosa sensorial y poética y reseñó su Un naturalista en La Plata diciéndole a los lectores: ¡Lean a Hudson!
Desde entonces, sus libros ganaron la estima del público. Quizá para impulsar su publicación, Hudson se nacionalizó inglés. Fue admirado por Joseph Conrad, Virginia Woolf y Ford Madox Ford, y las plumas británicas más prestigiosas de su tiempo. Se carteó con Roosevelt, el presidente de Estados Unidos, mientras escribía panfletos a favor de los derechos animales y contra el uso de las plumas de aves exóticas en la alambicada moda victoriana. Precursor del activismo de los derechos animales, otro de sus triunfos más recordados lo obtuvo como fundador de la Royal Society for the Protection of Birds, una de las primeras organizaciones ecologistas del mundo, la cual nunca pudo presidir por no ser un noble británico.
Sin embargo, hasta el final de su vida, coqueteando con el éxito y la celebridad, Hudson decía anhelar la pampa argentina y la oportunidad de seguir vagabundeando por todos los terruños posibles en busca de sus aves amadas. Desde esa nostalgia, escribió uno de los libros de memorias más entrañables de las letras modernas: Allá lejos, hace tiempo.
He resumido su historia fascinante para recordar que a veces el motor para seguir contando historias está en personajes y búsquedas que parecen fuera de nuestro tiempo y espacio, y no obstante nos hablan con tal sensibilidad, ímpetu y emoción en el presente que nos abrazan y nos sostienen desde la fuerza de sus amores y sus obsesiones. Ahora, además de mi amistad con mis periquitos australianos Baker y Bessie, me gustaría pensar que, con la lectura atenta de los bellos libros de este gran naturalista errante, soy un sencillo compañero de aventuras y afinidades del gaucho inglés William Henry Hudson.