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Portada de Symphonia, imagen por cortesía de Antonio Arroyo Silva, manipulación digital Óscar Alarcón
Portada de Symphonia, imagen por cortesía de Antonio Arroyo Silva, manipulación digital Óscar Alarcón

Por Samir Delgado

Ahora esta cometa sobrevuela la  bóveda azulina de Sardina del Norte, trepa bien arriba ella sola sobre el tejado del lugar donde reside el poeta: vuela por un territorio imaginario repleto de escarpaduras verbales, de visita por esquina Paradise. Hay una tensión silente alrededor, la symphonya de Antonio Arroyo Silva irradia su propia luz en cada página al compás del ingenio creativo. Así transcurren las horas cuyo sentido gravital ahuma las tapas color crema de su nuevo libro. En la retaguardia de sus momentos de entrega al folio blanco ha ido tejiéndose el dibujo del artista chileno Leo Lobos llegado por vía electrónica en un tándem artístico y literario que funciona muy bien. El poeta no está solo en su habitáculo, nuestro escritor palmero convive en las redes internáuticas con una fluidez prodigiosa. Es un hombre de palabra, bondadoso y risueño. Tiene las dificultades de audición propias del antiguo estudiante lagunero en las promociones finales de los setenta que no cesaron de absorver nunca las canciones de Janis Joplin.

 

Y no saben sus alumnos de Santa María de Guía que su profesor absorto en su mundo mantiene correspondencia diaria con toda América Latina, de París a Bucarest. Madrid, Puebla en México. Santiago de Chile. Y por cada día consumado se reproducen las conexiones a su blog de autor como una catarata de visitas hiperliterarias.

Antonio Arroyo Silva ha publicado un libro fundamental para su consolidación como uno de los poetas isleños con voz propia y especial singularidad, ajeno a controversias de escuelas y gremios poéticos, le acompañan con sendos prólogos Luis León Barreto y Rosario Valcárcel en una entrañable conjunción de crítica poética y acervo familiar. Y la symphonia crece y crece cuanto más avance el lector entre sus pentagramas de tinta: mar de nubes, un añico lleno de espejos, gran pájaro el vacío. Aparece nada menos que el pintor germano Bruno Brandt desde la antesala de su memoria reverberante en la isla bonita.

La naturaleza revisada en una coral prodigiosa, haikus poblados de seres gramaticales, minotauros y dragos pululando en el espacio recreado de su escritura personal. La symphonia sostiene su tensión hasta el final con aspiraciones de perpetuum mobile. Y Gelman en el epílogo hace que volvamos de nuevo al principio con la curiosidad erizada.

La cometa redunda en su permanencia. Las olas que baten sobre la pedregosa necrópolis de Gáldar acompañan al unísono el tecleo de su ordenador en esquina Paradise. Ahora será el lector quien disfrute de la solera lírica y enjundia epistémica de su Symphonia, sin duda acertó la editorial Idea en el momento de publicar su obra tramada desde un balcón con vistas a la totalidad. Saben muy bien sus compañeros de trasiego literario que tienen en Antonio Arroyo Silva a un poeta de primera línea de fuego, solidario y de izquierdas, de los que se plantan en Orihuela para homenajear a Miguel Hernández y se suben a la guagua de las lecturas poéticas mundiales. Vaya por usted, compañero poeta, la pirueta maravillosa y rutilante de esta cometa feliz de haber visitado esquina Paradise.

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Symphonia, de Antonio Arroyo Silva, Ediciones idea, col. Vid Nueva, Santa Cruz de Tenerife, 2011.

En http://www.laislalibros.com/libros/symphonia-LR192001281/

Artículo publicado en La cometa Nueva el 9 de febrero de 2012.

 http://www.creativacanaria.com/index.php/literatura/2490-de-visita-por-esquina-paradise

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