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Por Atzin Nieto

Ciudad de México, 10 de agosto de 2020 [00:00 GMT-5] (Neotraba)

Querido lector en horas de oficina:

Sé que el 2019 estuvo lleno de muchas series tan buenas que valían la pena el desvelo e incluso el sacrificio de algunas fiestas. Sin embargo, no todas tuvieron la atención o el reconocimiento que se merecían. Ya sea por el tiempo o por el amplio catálogo, muchas joyas se quedaron perdidas en esa matrix cibernética. Una de ellas, sin lugar a dudas, es Dublin Murders.

Desde las lejanas tierras por donde transitaba el maravilloso Wilde y conocidas gracias a la quijotesca vida de Leopold Bloom, llega una serie con lo necesario no sólo para entretener sino también para obligarte a ver los ocho capítulos de corrido en una noche cualquiera.

Promocional de Dublin Muders
Promocional de Dublin Muders

En la actualidad ya no es de sorprender que las grandes productoras apuesten por situar sus thriller-mystery en países o ciudades en donde, hasta hace algunos años, sonaría inverosímil o fuera de lo común. Éste es el caso de Dublin Murders, la nueva serie británica de la BBC y  Starz trasmitida por Starzplay y basada en un par de exitosos libros: El silencio del bosque (RBA, 2010) y En piel ajena (RBA, 2010),  de la autora estadounidense Tana French.

Ambos transcurren en un gótico y mórbido Dublín. En 1985, en la localidad de Knocknaree, a la afueras de la capital irlandesa, ocurre un aterrador crimen que conmocionará a la sociedad de esa región: una joven bailarina es hallada muerta sobre una piedra celta en medio de un oscuro y misterioso bosque. Una pareja de detectives, Rob Reilly (Killian Scott) y su compañera Cassie Maddox (Sarah Greene) deben investigar hasta qué punto el asesinato de la niña podría estar relacionado con un caso anterior —ocurrido hace algunos años— en el que tres niños entraron a jugar al mismo bosque y sólo uno salió de él con vida, manchado de sangre y en estado de shock: el pequeño Adam Ryan.

Lo interesante no está en el soundtrack, ni tampoco en mostrar esos encantadores paisajes dublineses que en momentos clave logran generar cierta atmósfera gótica — la fotografía a lo largo de la mini-serie es más que admirable—, sino en la focalización de los protagonistas, esa pareja de detectives que trabajan en GARDA (El Escuadrón de Homicidios de Dublín) y la investigación de dos casos que los tocan de un modo bastante personal. Lo anterior los vuelve un par de personajes bien construidos, con fantasmas de un pasado que no pararán de atormentarlos, amargos secretos, relaciones amorosas truculentas y una obsesión por encontrar al verdadero asesino y tratar de reestablecer el status quo, aunque terminen por involucrarse sentimentalmente para después romper todo lazo afectivo y laboral como adultos maduros, responsables y sin rencores típicos de su generación.

La historia comienza con el detective Rob Reilly —el pequeño Adam Ryan, el niño sobreviviente a los misterios de 1985, pero sin memoria alguna del suceso—, quien se enfrascará en la tarea de encontrar al culpable o culpables y tratar de saber de una vez por todas qué ocurrió realmente en ese misterioso bosque hace veintiún años, donde sus dos mejores amigos desaparecieron. Algo que proporciona un sentido metafórico y mitológico es la excavación arqueológica llevada a cabo en ese lugar, ligada a la leyenda de Erlking o Erlkönig, “el rey de los elfos”, lo que da como resultado el escenario perfecto para aludir a la necesidad de algunos personajes por deshacerse del terrible pasado, destruirlo y enterrarlo. Las ruinas como elemento de lo que fueron y la mayoría prefiere olvidar, sepultado bajo las mentiras y el temor a la verdad y que ahora “se alza” para atormentarlos.

Fotograma de Dublin Muders
Fotograma de Dublin Muders

Si bien todo gira alrededor de ese enigmático crimen en el bosque, paralelamente la detective Cassie Maddox debe acudir a la escena de otro asesinato no muy lejos de Dublín. La razón es simple: Maddox y la joven asesinada, Alexandra Madison, Lexie, son prácticamente como dos gotas de agua. Salvo que Lexie nunca existió. Era un personaje inventado por Cassie cuando trabajaba como agente encubierto para Frank Mackey (Tom Vaughan-Lawlor). Para terminar con ese juego de espejos, Cassie, ahora, tendrá que volver a trabajar como infiltrada y averiguar quién de los cuatro estudiantes universitarios con los que vivía Madison es el asesino y cuál fue el motivo del crimen, antes de poder volver con Reilly y resolver el misterio en el bosque.

Los constantes flashbacks entre una fecha y otra funcionan para terminar de complejizar a los protagonistas y darnos una sensación de profundidad, así como también redondear la historia principal y generar un buen suspenso que se mantiene durante toda la serie, generando esa empatía por cada uno de los detectives y sus historias que corren de manera simultánea hasta lograr converger en un sólo final. La guionista Sarah Phelps ha logrado sintetizar cada uno de los libros de French en tan sólo ocho capítulos bien equilibrados que fluyen con buen ritmo atrapando al espectador en una vorágine de crimen con un halo de misterio e incertidumbre.

Quizá Dublin Murders  no es la mejor serie de crímenes de la historia pero, al menos, es fiel al recrear una estructura que ya se ha visto en varias novelas de corte Nordic Noir  —de autores como Maj Sjöwall y Per Wahlöö, Stieg Larsson o Henning Mankell, entre otros— en la que los personajes son complejos, solitarios y un poco freaks, las ciudades se vuelven oscuras y peligrosas aunque sean del primer mundo, no faltan los falsos culpables y, lo mejor, es ese final sutil y verosímil que no decepciona pero se agradece. En definitiva, vale la pena desvelarse, ver y disfrutar, ya sea amante o no del género policial.

Promocional de Dublin Muders
Promocional de Dublin Muders

Dublin Murders, dirigida por Saul Dibb, guión de Sarah Phelps, BBC, 2018-2019. Reparto: Killian Scott, Sarah Greene, Tom Vaughan-Lawlor, Moe Dunford, Antonio Aakeel, Conleth Hill, Ian Kenny, Leah McNamara, Vanessa Matias Fahy, Sam Keeley, Sean Duggan, Charlie Kelly.


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