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Por Héctor M. Vázquez López

Puebla, México, 10 de febrero de 2021 [02:30 GMT-5] (Neotraba)

Hace un tiempo, en un consejo técnico de zona de nivel secundaria, proyectaron un video que, en lo personal, dejó un profundo sentimiento de reflexión sobre el método educativo ofrecido tanto en instituciones públicas como privadas. El video se llama “El juicio al sistema de educación actual”, en el cual se comparan algunos avances tecnológicos de antes y después –como ejemplos más básicos el automóvil, teléfono y celular.

¿Qué pasa con nuestra escuela, nuestra aula y contenidos curriculares? Esta es un aula hace algunos años atrás:

Captura de pantalla de “Juicio al sistema de educación actual”
Captura de pantalla de “Juicio al sistema de educación actual”

Y nuestra aula antes del confinamiento:

Captura de pantalla de “Juicio al sistema de educación actual”
Captura de pantalla de “Juicio al sistema de educación actual”

¿Evolucionó nuestra aula con los años? Con asombro, vemos que no. ¡Y ni hablar de los contenidos curriculares!

En marzo del año 2020, quienes estábamos inmersos en el ámbito docente, afrontamos el reto de impartir clases desde una perspectiva totalmente nueva y ajena a lo vivido hasta el momento: consistía en realizar nuestra actividad a distancia. En un principio, se pensó en ello de forma temporal pero, para nuestra sorpresa, la COVID-19 trajo un primer alargamiento ya no sólo de 40 días de confinamiento. Vinieron otros tantos mientras el país se desborda de contagios y no se paran de contabilizar las muertes. Por tanto, en aquel momento se cierra un ciclo escolar incierto y con rezago académico de casi cuatro meses.

Con la ilusión de arrancar de forma tradicional y recuperar esos aprendizajes no bien cimentados, los docentes improvisamos y simplificamos material enviado por correo y con el propósito de estar en constante contacto –de una u otra forma– con el alumno. Sin embargo, las estadísticas por la COVID-19 crecen y fue imposible pensar en el regreso al aula. Esto trajo consigo incertidumbre en todos los niveles educativos, pero más en los estudiantes, quienes en su mayoría dicen: “No me gusta la educación a distancia”.

¿Acaso nos hemos preguntado por qué no le gusta? ¿Qué hacemos académicamente para solventarlo? Las plataformas digitales se vuelven nuestra herramienta. A desempolvar laptops, tabletas y todo dispositivo electrónico móvil con conexión a internet, tratar de revolucionar el papel docente y arrancar un ciclo 2020-2021.

Las escuelas públicas implementaron una plataforma diseñada por Google, el gigante motor de búsqueda a nivel mundial. Las particulares, en su mayoría, también lo adoptaron. Las más pudientes incluso desarrollaron sus propias plataformas. Pero, a un año de distancia, nos preguntamos si se propició el cambio de la vieja práctica, donde el docente únicamente dicta o llena pizarrones con información sin explicaciones. Dicha escuela seguía vigente hasta la llegada de la COVID-19, la cual nos replegó en casa y exigía un correcto uso de la tecnología, para impartir nuestras clases a distancia.

Algunos docentes sólo llenamos diapositivas con texto plano, estático, pesado y aburrido para el estudiante. O exponemos inexpresivamente frente a la cámara. Otros nos llevamos el salón a casa, es decir, adaptamos un pizarrón mucho más pequeño al usado en el aula y seguimos con la clase tradicional ahora frente a una cámara. No es malo pero, después de un año de trabajo en línea, sería hora de poner manos a la obra y empezar a inclinarnos por el desarrollo de ambientes digitales dinámicos e interactivos.

Una simple diapositiva es un detonante que, combinado con toda la imaginación posible y el uso de las herramientas de animación –dibujo, imágenes, audio, video–, hace un contenido llamativo e interesante para el estudiante. Si está en nuestras posibilidades, incluso podemos hacer anotaciones en nuestra presentación en tiempo real. El docente debe reformular su sesión de clase, llevando los tres momentos –inicio, desarrollo y cierre– apoyados de tecnología digital –por demás, al día de hoy, vasta. Usarla para nuestro proceso de evaluación diagnóstica, formativa y sumativa o instrumentar con herramientas e instrumentos en línea.

Cortesía de la Profra. Gabriela Celis Alvarado, docente de ciencias a nivel secundaria y bachillerato.
Cortesía de la Profra. Gabriela Celis Alvarado, docente de ciencias a nivel secundaria y bachillerato.

La pandemia hace hincapié en la importancia de trasladar el proceso de enseñanza-aprendizaje a donde están los estudiantes. ¿Dónde están los estudiantes? En su mayoría, desde temprana edad, se familiarizan con algún dispositivo electrónico móvil. Al menos desde secundaria, aumenta el uso de redes sociales donde: comparten y publican fotos, pensamientos, videos en tiempo real, la comunicación más efectiva es por chat, etcétera. Son oportunidades educativas que no debemos desaprovechar, ese es el lugar ideal para vincular las clases virtuales y llegar a ellos. O diseñar una actividad que implique el uso de estas aplicaciones y acompañarlos durante su proceso académico.

Tenemos como reto adaptarnos a los cambios consecuencia de la COVID-19, los cuales, hacia donde miremos, son la automatización y adaptación de tecnologías digitales en todos los entornos posibles. No dejemos que una vez más la educación se quede fuera de esta sistematización.

Acercar los métodos de enseñanza tradicionales a una nueva perspectiva, donde el uso de la red digital debe ser uno de los ingredientes principales para revolucionar la forma de enseñanza-aprendizaje. Porque hoy fue la COVID-19, ¿y mañana?


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