Argos. Odisea de Homero
Columna de Isaac Gasca Mata sobre perritos en la literatura occidental: Argos de Odisea de Homero es el lomito protagonista de hoy.
Columna de Isaac Gasca Mata sobre perritos en la literatura occidental: Argos de Odisea de Homero es el lomito protagonista de hoy.
Por Isaac Gasca Mata
Nuevo León, 4 de diciembre de 2023 (Neotraba)
El símbolo de fidelidad canina en la literatura helénica es uno de los primeros perros retratados en ella. Me refiero al inolvidable Argos, amigo de Ulises en el poema homérico Odisea.
Argos es un perro cazador que permanece en Ítaca añorando el reencuentro con su amigo Ulises que partió a invadir Troya y posteriormente se perdió en el mar durante siete años que pasó en la isla Ogigia, junto a Calipso. En total el perro aguardó a su dueño aproximadamente veinte años (diez de la guerra de Troya, que se describe en Ilíada, y otros diez que tardó el divino Ulises en regresar a su reino). Durante ese tiempo Argos, fiel a su manada debido a su instinto lupino no del todo superado, aguarda paciente el regreso de su añorado rey. Y cuando al fin logra verlo da su último suspiro frente a él.
Una escena de patetismo conmovedor pues la fidelidad del perro expresa el gran cariño que sentía por su humano, un cariño que puede corroborarse, y quienes viven con perros confirmarán, en la inmensa mayoría de canes. Según la teoría etológica de Konrad Lorenz esto se debe a que:
El gran afecto que informa toda la vida de un perro es una corriente que procede de dos cauces muy distintos. Por una parte, representa el apego que todo perro salvaje siente hacia el jefe de su manada, y que el perro doméstico, sin modificaciones esenciales en su carácter, transfiere a su dueño (…). En el comportamiento se observa una persistencia comparable de aquella fase juvenil: el apego, que en el animal salvaje existe solo durante breve tiempo entre el cachorro y su madre, persiste en el animal doméstico durante toda la vida y se transforma en una inamovible fidelidad hacia su dueño. (Lorenz, 186)
Por lo tanto, no es de extrañar que en la escena de la rapsodia XVII, protagonizada por Argos, el perro sea el primero en reconocer al legítimo monarca de Ítaca a pesar de su disfraz de plebeyo:
Así conversaban los dos. Y mientras hablaban ellos, un perro que estaba tumbado allí, alzó la cabeza y las orejas. Era Argos, el can del paciente Ulises, a quien criara, aunque luego no se aprovechó de él, porque tuvo que partir a la sagrada Ilión. Anteriormente llevábanlo los jóvenes a correr cabras montesas, ciervos y liebres; mas entonces, en la ausencia de su dueño, yacía abandonado sobre un montón de fiemo de muslos y de bueyes, que vertían junto a la puerta a fin de que los siervos de Ulises lo tomasen para estercolar los dilatados campos. Allí estaba tendido Argos, todo lleno de garrapatas. Al advertir que Ulises se aproximaba, le halagó con la cola y dejó caer ambas orejas, mas ya no pudo salir al encuentro de su amo; y éste cuando lo vio, enjugóse una lágrima que con facilidad logró ocultar a Eumeo (…) Entonces la negra muerte se apoderó de Argos, cuando acababa de ver a Ulises, después de veinte años de ausencia. (Homero, 213)[1]
¿De qué raza era Argos? Sabemos que era un perro grande pues lo utilizaban para cazar. En la antigua Grecia era común que los canes persiguieran jabalíes, enfrentaran lobos o denunciaran la presencia de predadores mayores como leones u osos. En aquella época era común avistar grandes bestias en tierras de Europa. Por lo tanto, no es de extrañar que Argos, perro de un rey guerrero, fuera un espécimen de raza poderosa.
Algunos estudiosos sostienen que tal vez el amigo de Ulises era de la raza Saluki, cuya crianza coincide con la ubicación geográfica de Ítaca.
[1] La compañía Teatro de los Andes interpreta la escena de la muerte de Argos. Una de las escenas más conmovedoras del teatro latinoamericano contemporáneo es cuando Argos, interpretado por Lucas Achirico, muere inmediatamente después de reconocer a su amigo Ulises: “ARGOS: Detrás del olor a barro y estiércol recuerdo el aroma de mi viejo dueño. Le muevo la cola, alzo mis orejas, pero ya no tengo la fuerza en las patas para levantarme. Lo veo, lo veo, regresó mi dueño. Me mira, le rueda una lágrima que es como una caricia. Ya puedo dormir, ya puedo dormir. Ulises ha vuelto. Se queda inmóvil, muerto.” (Brie, 64)
Comments are closed.
Excelente, me encantó.
Por aquí andaré en los próximos artículos y leeré de una vez los que mencionan que ya están.
Saludos Isaac ?
Muchas gracias por tus comentarios. Se los haremos llegar a Isaac.