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Travesuras de la niña mala foto de Mitzi Hernández
Travesuras de la niña mala foto de Mitzi Hernández

Por Iván Gómez (@sanchessinz)

 

Aun cuando una persona nunca haya experimentado tantas relaciones amorosas creo que nadie puede negar que al hablar de amor hay tantas connotaciones sobre el tema como seres humanos. La literatura es un buen medio para tratar de acercarnos a una concepción más o menos general de qué es… o confundirnos más.

De inmediato pienso en el cuento de Raymond Carver, “De qué hablamos cuando hablamos de amor”: Terri, evoca a su ex novio junto con el actual y con una pareja de amigos, les cuenta lo mucho que la golpeaba mientras le gritaba “Te quiero, te quiero, zorra”. El relato nos sugiere que relaciones de ese estilo son una manera de amar.

 

También me viene a la cabeza Tokio Blues de Murakami y la relación que sostiene Toru Watanabe con Naoko, un año después de que su antiguo novio (que también era el mejor amigo de Toru) se suicidara. ¿Qué es amor?, ¿son momentos que toda la vida hemos soñado con vivir?, ¿es hallar a la persona indicada y hacer lo que sea al lado de ella o es una mezcla de ambos? Aquí otras preguntas más demoledoras: suponiendo que existe una persona indicada, ¿es algo semejante a lo que nos imponen los cánones sociales o en realidad es aquella que mejor encaja con nuestra carga emocional personal?

 

Decir que es un sentimiento que se puede experimentar en varios momentos y con diferentes personas me da la apertura a creer que estoy ante una muestra de amor cuando pienso en mis amigos que llevan años peleándose con insultos denigrantes; la chica que quiere al chico pero no le da el sí y sin embargo se enoja y le coquetea cuando ve que éste intenta conocer a gente nueva y él regresa aceptando entrar en su círculo vicioso; los esposos que aún separados se buscan para tener encuentros sudorosos en moteles; o la pareja que lleva una relación en la que ambos besan a otras personas con la condición de que sólo se amen entre sí.

O tal vez yo no sé de qué hablo cuando hablo de amor.

 

No dormí, no comí, las casi dieciocho horas que tomó el vuelo, por una larguísima escala del avión Air France en Pointe-a-Pitre, para reparar una avería. ¿Qué me esperaba esta vez, al abrir la puerta de mi departamento en la Ecole Militaire? ¿Otra cartita de la niña mala, diciéndome con la frialdad de antaño, que había decidido partir porque ya estaba harta de esa vida aburrida de ama de casa pequeñoburguesa, cansada de preparar desayunos y tender camas? ¿Podía seguir con esas gracias, a su edad?

Fragmento del capítulo “Arquímedes, el constructor de rompeolas” de Travesuras de la niña mala de Mario Vargas Llosa.

 

Lo descrito arriba se queda corto en comparación con el extraño vínculo amoroso que unirá a Ricardo Somocurcio con la niña mala, quien cambiará de nombres varias veces a lo largo de diferentes momentos de su vida en la novela Travesuras de la niña mala.

 

La historia comienza con el remoto recuerdo de Ricardo, cuando en el verano de sus 15 años llegaron al barrio de Miraflores las chilenitas Lily y su supuesta hermana Lucy. Ricardo, de inmediato se enamora de Lily, pidiéndole en diferentes momentos que le dé el sí. Ese verano concluye de manera extraña, cuando en medio de una fiesta él y sus amigos descubren que las chilenitas en realidad son peruanas. A Lucy jamás la volvió a ver, en cambio a Lily, sí, varios años después, cuando se encuentran en Paris en medio de una conspiración para armar un golpe de estado en el Perú. En ese momento ella era conocida como la camarada Arlette. Luego de algunas semanas en las que se vieron a diario, ella lo deja. Así es como comienza su historia de encuentros y desencuentros. Aquí debo hacer una pequeña revelación: ésta dura casi 4 décadas, y son varios los escenarios en los que se encontrarán: Paris, Londres, Tokio, Madrid…

 

?Estás muy linda?le dije, hablando con cierta dificultad, debido a la emoción?. Más todavía que hace cuatro años, cuando te llamabas madame Arnoux. Te perdono tus insultos de la otra noche y tus majaderías de ahora, por lo linda que estás. Y, además, por si quieres saberlo, sí, sigo enamorado de ti. A pesar de todo. Loco por ti. Más que nunca antes.

Fragmento del capítulo “Retratista de caballos en el swinging London.

 

La razón por la que la niña mala deja a Ricardo en tantas ocasiones es una: quiere dinero, y Ricardo, con sus contratos de traductor, no es muy solvente. Al escribir lo anterior debo aceptar que una trama así parece de lo más común, ahí es donde entra la pluma maestra de Vargas Llosa: rompe los posibles lugares comunes que se le presentan gracias a las potentes descripciones que crea en todas las páginas en las que aparece la niña mala; además, Llosa es un conocedor y domina el género de la novela a la perfección y sabe dónde meter tramas subalternas, creando un entorno completamente verosímil, en el cual es fácil asimilar el origen de una historia con un planteamiento cliché que va creciendo hasta formarse en una relación verdaderamente sinuosa, tal es así que los capítulos avanzan y la motivación inicial de la niña mala parece ser más bien una método de defensa para esconder los verdaderos motivos de sus constantes partidas: la imposibilidad de adaptarse a un lugar y a una persona por el resto de sus días.

 

Ya con la novela digerida tengo la impresión de que la niña mala encarna uno de los tópicos fundamentales en la literatura: el viaje; aunque de los suyos sabemos poco, pues lo que hace en los periodos en los que deja a Ricardo y regresa a su vida son un misterio más allá de cómo conoció a su nuevo esposo, y a veces ni eso queda claro. De lo único que estoy seguro es que la lectura es demoledora con los sentimientos de los lectores. Sin duda, leer la novela en un mal momento emocional sería catastrófico.

 

También esta vez estuve seguro de que nunca volvería a saber de ella. Como las veces anteriores, me hice el firme propósito, a mis 38 años, de enamorarme de alguien menos evasivo y complicado, una chica normal, con la que pudiera tener una relación sin sobresaltos, acaso hasta casarme con ella y tener hijos. Pero, no ocurrió así, porque en esta vida rara vez ocurren las cosas como las pichiruchis las planeamos.

Fragmento de “Retratista de caballos en el swinging London.

 

El comienzo de la novela puede resultar cansado, muchas de las novelas que se publican ahora tienden a optar por capítulos cortos: los tiempos exigen lecturas más rápidas. Y aunque eso en un primer momento podría ser un punto en contra de la novela, me atrevo a defender la extensión como una estrategia para dar la impresión de que verdaderamente pasan varios años entre cada encuentro.

 

Lo cierto es que el principio es lento, en los primeros 2 capítulos la narrativa es algo apagada y hasta llegan a cansar todas las referencias históricas que aparecen. Sin embargo, una vez que la trama se acaba de establecer en el capítulo 3 es difícil soltar el libro, más aún, luego de leer el devastador final.

 

Al acabar la novela me llegó otra pregunta devastadora: ¿qué cosas dejamos de lado por entregarnos a una relación, al amor? Conforme más tiempo pasa Ricardo con la niña mala, menos estable se vuelve laboralmente y adquiere posturas poco objetivas que a la larga acaban por pesarle. También rechaza muchos contratos para permanecer cerca de ella y su solvencia económica baja paulatinamente. Mario Vargas Llosa logró crear una de las historias más deprimentes sobre amor de los últimos años.

 

Cumplió su promesa. Fue la segunda vez que hicimos el amor, esta vez a plena luz de un día que entraba a chorros por la ancha claraboya desde la cual unas palomas curiosas nos observaban desnudos y abrazados sobre el colchón sin sábanas. […] Las paredes olían a pintura fresca. Su cuerpo seguía tan delgadito y bien formado como en mi memoria, con su estrecha cintura que parecía caber en mis manos y su pubis de ralos vellos.

Fragmento del capítulo “El guerrillero”.

 

Travesuras de la niña mala de Mario Vargas Llosa, (2006) Editorial Alfaguara.

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