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Sergio Pitol foto de Pascual Borzelli
Sergio Pitol foto de Pascual Borzelli

 

 

Por Iván Gómez (@sanchessinz)

 

 

A la memoria de los 107 periodistas.

Nunca me aprenderé todos los nombres

pero hay 107 familias que a diario los pronuncian.

 

3 sexenios: 107

El 15 de mayo fue asesinado Javier Valdez Cárdenas, periodista y escritor, cofundador del semanario Ríodoce y corresponsal de La Jornada en Sinaloa. Autor de varios libros, destacan: Miss Narco, Los Huérfanos del narco, Levantones y Narcoperiodismo. Su muerte avivó las muestras de inconformidad de la sociedad y de la comunidad de periodistas hacía el gobierno, incluso, varios periodistas españoles se pronunciaron al respecto.

 

El 23 de marzo, Miroslava Breach Velducea fue asesinada mientras llevaba a su hijo a la escuela. Ella fue periodista, corresponsal de La Jornada en Chihuahua y se cree que su ardua labor de investigación fue la que ocasionó su asesinato. Estos sólo son 2 nombres de los 107 periodistas asesinados desde al año 2000. La información la recupero de la organización Artículo 19 (https://articulo19.org/periodistasasesinados/).

 

En lo que va del año, 6 periodistas han sido asesinados según El universal.

 

 

Con los pantalones bien puestos

 

El apartado anterior lo armé con un doble propósito: recordar sus decesos a poco más de dos meses de la muerte de Javier Valdez y hacer una introducción para lo siguiente:

 

En una entrevista realizada por Carlos Sánchez (https://neotraba.com/entrevista-a-javier-valdez/), Javier expresó que no podía ser insensible ante la situación de miles de personas agobiadas por el narcotráfico. Recuerdo la primera vez que lo leí, fue a pocos días de su muerte, mismos en los que las muestras de descontento aumentaron significativamente. Además, 10 días antes ocurrió uno de los feminicidios que más ha indignado en lo que va del año; un mes atrás se desató la controversia sobre el ataque químico perpetuado en Siria (se cree que ordenado por el gobierno, con Bashar al-Ásad a la cabeza) y la respuesta de Estados Unidos; y la crisis en Venezuela ha sido un tema constante.

 

 

Pienso que por la acumulación de estos hechos es que las palabras de Valdez se quedaron en mi cabeza: no ser insensible, luego nació la interrogante: ¿cómo no serlo ante lo que vive mi país y el mundo? Luego mis pensamientos se debieron perder en otras cosas. Fue hasta la tarde de un viernes, cuando en compañía de una amiga retomé el tema.

 

 

Nos encontrábamos sentados en una jardinera, justo detrás del edificio Carolino, cuando una señora ya muy anciana se acercó a ofrecernos una de las varias gelatinas que llevaba en una bolsa de plástico. Me fue imposible calcular su edad: el peso de los años la ha jorobado ligeramente, no tiene dientes, su rosto es una arruga tras otra y, aunque sonreía, uno no dejaba de sentir tristeza al verla.

 

¿Cómo se llama, señora? ¿Qué hace usted vendiendo en lugar de estar descansando? ¿La obligan? ¿Después de toda una vida, por qué aún debe trabajar?, preguntas que se quedaron atoradas en la garganta. Luego de que se fue la seguimos con la vista, se acercaba a otras personas (el lugar estaba algo concurrido), muchos la ignoraban, no despegan los ojos de la persona con quien charlaban o de sus celular, ni siquiera le regalaban la atención que una persona de su edad se merece… Entonces la incógnita volvió a surgir, ¿cómo no ser insensible ante lo que vemos? Actualicé a mi amiga de mis últimas cavilaciones para reanudarlas juntos.

 

La primera pregunta que pudimos contestar fue ¿cómo es que Javier no lo era? Desde luego, realizando su labor periodística, con los riesgos que implicaba. Con eso aclarado lo demás fue simple de resolver:

 

Evidentemente no debemos convertirnos en periodistas para no ser insensibles, Javier Valdez lo hizo de esa forma porque fue su vocación, pero lo que lo distinguió fue el valor y la pasión con la que llevó a cabo su trabajo cada día, tal es así que murió trabajando.

 

 

Ahí está la respuesta, la manera en la que cada uno de nosotros puede no ser insensible es realizando lo que nos corresponde desde el sitio en el que estamos. El médico, el obrero, el conductor, el arquitecto, el ingeniero, el vendedor, el maestro, el abogado debe hacer su labor con su máximo esfuerzo, los resultados del empeño pueden no notarse en temas tan complejos como violencia, impunidad, corrupción, fraude, engaño, narcotráfico (en concreto: Javier Duarte, el socavón, la descarada forma en la que el INE acepta que tanto PRI como PAN se excedieron en el uso de recursos para sus campañas electorales, la tibia o nula reacción que el gobierno ha mostrado ante la inminente renegociación del TLCAN, la descarada represión de nuestra libertad de expresión que a nivel nacional se ha sentido con las muertes a periodistas y en Puebla con la noticia de que son 366 personas las que Moreno Valle encarceló por oponerse a su administración, las muertes en el penal de Acapulco que parece sacado de un episodio de Breaking Bad, la ola de feminicidios de la que ya estamos hartos, los más de 5 millones de niños que trabajan y no estudian) pero demuestran que pese a lo malo seguimos levantándonos todos los días y le damos la cara al país. ¿Apoco no suena sencillo?

 

 

Es importante remarcar el valor del arte, éste debe continuar tanto en la producción como en el consumo, ya que así es como se va a la contra. Después de concluir la plática supe que si mi destino es escribir debo esforzarme por presentar algo decente. Pues es lo que me tocó hacer. Así voy a la contra, así es como no soy insensible.

Lo anterior me da material para escribir sobre el valor que yo le encuentro a la literatura. Será la siguiente semana.

 

El valor de lo literario sobre lo real

 

Acabo de leer El desfile del amor, novela del escritor mexicano Sergio Pitol, quién fuera galardonado con el premio Herralde de novela en 1984 gracias a ésta. La trama se basa en el misterio que conmociona a Miguel del Solar sobre quién mató al austriaco Erich María Pistauer el 14 de noviembre de 1942, 31 años antes del momento en el que transcurre la historia. Al iniciar esta columna inevitablemente me he puesto a pensar que probablemente, dentro de muchos años alguna persona se interesará por saber más sobre la muerte de Javier Valdez o cualquier otro de los 106 periodistas asesinados, y al tratar de llegar al fondo del asunto se topará con la pared de la impunidad que, si bien no es construida por nuestra sociedad, sí es aceptada gracias a la poca memoria histórica que poseemos, tal y como ocurre en la novela. Qué triste.

 

 

 

Agradezco a Mariam por las charlas, sin las cuales este texto no se hubiera concebido.

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