¿Te gustó? ¡Comparte!

Por Berenice Aguilar

Puebla, México, 21 de septiembre de 2021 [03:59 GMT-5] (Neotraba)

Space Invaders fue un juego de arcade popularizado en los años ochenta. Para Nona Fernández, el juego es central en la constitución de su novela, funciona como una alegoría en la que caben tanto la historia como los recuerdos de una memoria individual y colectiva. Si ésta se constituye como historia colectiva, el olvido y el recuerdo no se pactan por los vencedores.

La autora la considera como una especie de obsesión y parte de una carencia personal que la obliga a retenerla unos instantes más. Memoria y sueño se funden en un material similar, ambos desafían la capacidad de objetividad porque tienen origen en zonas invisibles del ser humano. Para Nona son una especie de huella digital.

Nona Fernández (1971) es escritora, actriz, guionista y feminista chileNA. Autora de diversos libros, entre ellos La dimensión desconocida (2016), Chilean Electric (2015), Mapocho (2002). Space Invaders ya cuenta con una edición en México a cargo del Fondo de Cultura Económica, salió a la venta en 2020 y es el motivo de esta entrevista.


Berenice Aguilar. ¿Cuál fue tu proceso creativo para esta novela?

Nona Fernández. La historia que me inspiró es real. Estrella Gonzáles fue una compañera del colegio. En algún momento, en la adultez y con otras compañeras, pasé por la casa donde Estrella vivía e hicimos el ejercicio de recordarla. ¿Te acuerdas de Estrella? ¿Ella era la hija de…? Inmediatamente, sentí que era una buena e interesante historia para contar. De alguna manera, ayudaba a observar el ejercicio del horror desde un lado distinto.

Para la novela comencé un proceso de investigación relacionado al Caso Degollado, el cual es real y muy fuerte. Me topé con algo para lo que no estaba preparada: en el ejercicio del recuerdo colectivo todas/todos recordábamos lo que queríamos. Estrella podía ser una mujer con cabello largo o corto, desagradable o encantadora, cambiaba para todas las personas. Descubrí algo tremendamente interesante, el material de la memoria, observar cómo recordamos.

Así se tejió este libro. Considero tres ejes principales en él: el primero, relatar el Caso Degollado; el segundo, narrar cómo éramos educados en tiempos de dictadura; el tercero, con el recuerdo, es decir, qué se recuerda cuando se recuerda. Poder evidenciar la dificultad de clausurar un recuerdo colectivo. Es un material confuso, poroso, caprichoso, arbitrario, y por ello tan interesante. Al mismo tiempo, un problema. La memoria es un problema.

Portada de Space Invaders, de Nona Fernández
Portada de Space Invaders, de Nona Fernández

BA. Precisamente, tanto en Space Invaders como en Voyager y Chilean Electric uno de los hilos conductores es la memoria. ¿Por qué te atrae hablar de ella?

NF. Tengo una memoria pésima y considero que hay algo inconsciente al intentar sujetarla desde una carencia personal.

La obsesión que desarrollé se relaciona con la situación biográfica de mi país. En Chile ese tema es un gran tema, porque se vivió una dictadura y posteriormente se pactó su propia memoria para poder tener nuestra democracia actual.

Se pactó la memoria y se pactó el olvido. Se estableció lo que olvidaríamos y lo que recordaríamos. Gran parte de nuestro recuerdo quedó en ese gran hoyo negro del olvido.

Tengo la convicción de que está instalada en nuestra identidad, somos. Más allá de los procesos colectivos, están los procesos personales. Somos lo que hicimos en el pasado. Todavía más, somos los recuerdos de lo vivido, lo que el resto recuerda de los hechos consolida a las personas que somos y no lo que queremos ser, o lo que fantaseamos que somos: los hechos concretos que dejamos en el camino, nuestras huellas.

Cuando hablamos de una sociedad es lo mismo. Es difícil precisar la identidad de un pueblo si ese pueblo no tiene idea de su pasado. Esas son las bases de por qué la memoria se instala en mí como una preocupación, por la necesidad de entender el país en el que me desarrollo hasta el día de hoy. Además, de alguna manera, también es la forma de entendernos a nosotros mismos.

BA. ¿Existe diferencia entre el sueño y el recuerdo (memoria)?

NF. Sí, los recuerdos son materiales personales, no objetivos. Con ellos trabaja nuestro inconsciente. Los sueños y los recuerdos, de alguna manera, están elaborados con el mismo material. No hay nada más personal que un sueño y un recuerdo. Al mismo tiempo, no hay nada más difícil de transmitir que la objetividad de un sueño o un recuerdo; si te cuento mi recuerdo o sueño, probablemente sólo se asomará la punta del iceberg, el resto es imposible de transmitir. Existe una dimensión enigmática que sólo yo puedo experienciar a través de eso. Es como una huella digital.

Comparto mis sueños con algunas amigas y viceversa. Es muy bonito ver cómo los imaginarios de cada persona contienen signos desarrollados en ella. Por ejemplo, una amiga sueña constantemente con arañas, a mí jamás me ha sucedido. Entonces, sé que se trata de algo bastante personal, lo encuentro hermoso. Lo mismo pasa con los relatos, es decir, nosotros mismos trenzamos nuestro signo y articulamos nuestros recuerdos. Pero son mentira, en parte contienen mucha falsedad y, al final, nuestro inconsciente necesita que nos contemos a nosotros mismos esa mentira.

Por eso, es tan interesante pensarlo a nivel social, cómo se cuenta una sociedad. Eso nos habla de cómo se perciben más allá del relato. Lo importante es el cómo.

Es primordial que una sociedad sea abierta y permita la aparición de muchos relatos. Es importante el recuerdo social, cultural y el de los pueblos. ¿Cómo se recuerdan? ¿Cómo se cuentan? ¿Cómo se narran? Por eso es tan necesario dar espacio a esa diversidad de narraciones.

BA. ¿Necesitamos escribir y retomar la Historia a partir de las distintas narraciones de personas subalternas?

NF. Ahí es justamente donde se debe poner atención: en esas versiones aún inexistentes, en ese polvito que está en la esquina, en todas las versiones negadas, invisibilizadas y en todo aquello desconocido.

Estoy muy en sintonía con la Convención Constituyente en Chile. En una convención de la Comisión del Derecho Humano, hubo jornadas de relato histórico donde distintos expositores de pueblos originarios hicieron su relato histórico. Ese relato no está en los libros de Historia, contiene gran valor cultural, pero no ha sido aceptado oficialmente. Fueron jornadas muy emotivas para ellos y para nosotros. Para ellos significaba estar en un lugar institucional contando algo que nadie ha querido escuchar. Para nosotros, escuchar todos esos relatos constataba el nivel de ignorancia de nuestra sociedad frente a esos relatos, que también son parte de nuestra sociedad.

Quedé muy impactada porque perdemos bastante al intentar silenciar todas esas voces. Lo hablo desde un lugar de festejo, de lo que nos perdemos de verdad y lo chico que nos volvemos cuando sabemos menos. De lo ignorante que somos.

BA. Mencionabas los diferentes tipos de memoria: colectiva, histórica y subjetiva. En el libro, la  retomas desde la multiplicidad de opiniones. En este caso, de niños convirtiéndose en adultos, quienes cambian y se constituyen de formas muy diversas.

NF. Cuando hablamos de relatos, memorias o historias colectivas, nos encontramos con una colectividad que la vive. Por ejemplo, la Historia es una historia colectiva, no la vive una persona, la vive una colectividad. Por lo tanto, tiene tantas versiones como personas participen de esa colectividad. Ahí está la familia: cuando en una misma familia le preguntas a un conjunto de hermanos sobre el padre o la madre, todos tienen recuerdos distintos. Lo evidencié con el recuerdo de Estrella Gonzáles. La imagen o el recuerdo es un conjunto de esas versiones y ninguna versión está sobre la otra.

En el caso de la historia colectiva de un pueblo, pasa exactamente lo mismo. Tenemos que dar espacio a toda la diversidad de versiones que existan sobre los hechos ocurridos. Es algo muy difícil en las naciones, porque siempre son las memorias de los vencedores las que protagonizan la historia y el resto de las versiones quedan sepultadas, invisibilizadas y negadas. Es un completo error, justamente porque sin esa diversidad no podemos vivir, eso nos hace interesantes, ricos. Son esas contradicciones, esa porosidad la que nos vuelve más interesantes como sociedad.

BA. ¿Por qué narrar un suceso a través de la voz de las/los niños?

NF. La decisión la tomé desde distintas partes. En primer lugar, porque los protagonistas de esos hechos eran niños. Los recuerdos que tejen el libro eran de esos niños.

En segundo lugar, porque tenemos una fantasía temporal, sentimos que el tiempo avanza, es lineal y no existe más dimensión que la presente. Nuestra percepción es que este tiempo se dirige a un lugar entendido como futuro y el resto ya quedó atrás, en esas capas del pasado probablemente ocultas o alejadas. No creemos ser todas esas personas que hemos sido de alguna u otra manera.

Por ejemplo, la niña que fuiste o la niña que fui yo, aún la contenemos. No la dejé oculta ni la enterré en ninguna parte, vive en mí y en parte soy la que soy porque esa niña ocurrió, como así ocurrirá cuando sea vieja. Esa vieja que seré, será todas las Nonas que experimenté en la vida. Entonces, todos esos relatos únicos relacionados con versiones de un momento especifico, me interesan bastante.

Me gusta desbaratar los límites en las construcciones literarias, los limites formales de cómo se construye un libro en términos de discurso. Estamos muy formateados por límites de género, raza, países. Todo es un gran límite, lo más interesante es desbaratarlos.

El tiempo o la dimensión temporal es uno de ellos. Quise jugar a romperlos con esos niños quienes, en rigor, son adultos. Es el recuerdo de un grupo de adultos que fueron compañeros de curso pero al recordar vuelven a ser niños.

BA. En tú libro observamos la capacidad de admiración de los niños, de voltear al mundo como se nos presenta, sin las configuraciones de los adultos. ¿Qué importancia tiene la admiración en las infancias o adolescencias?

NF. Es casi una especie de relato histórico a nivel mundial: nuestros jóvenes son capaces de dar vuelta a la óptica.

El momento histórico actual en Chile se encendió gracias a ese gesto de las jóvenes que se saltaron los torniquetes del metro. Evidentemente, esto es un proceso más grande, pero fueron ellas las que dieron la vuelta con ese gesto, lanzaron la chispa para encender el fuego.

Esa admiración –como tú le llamas–, esa capacidad de entregarlo todo y hacerlo, no tener nada que perder y sorprendernos con la posibilidad de algo nuevo, son los jóvenes quienes lo poseen.

Nosotros que estamos más atrás, probablemente en el rol de adultos, nos toca respaldar y defender esos gestos, estar ahí. Hacernos cargo de esa chispa encendida porque, mientras no nos encriptemos o nos volvamos piedra, podemos hacerlo.

Nona Fernández. Foto cortesía de la autora.
Nona Fernández. Foto cortesía de la autora.

BA. La novela habla –se menciona en el epílogo– de “un juego macabro del que fueron parte, fueron los niños que nacieron y crecieron mientras se disputaba ese juego de la muerte, a partir de todos estos relatos”. ¿Cómo fue para ti crecer y constituirte en tiempos de dictadura?

NF. Es una vivencia extraña, uno aprende a normalizar un Estado que no es normal, al contrario, es absolutamente anormal. Esa normalización hace que los hechos sean menos crudos de lo que realmente son. Eso, considero tiene que ver con el arrojo que teníamos de chicos, las cosas no nos parecían tan complicadas, éramos capaces de hacer cosas sin medir las consecuencias. Cuando pasamos a la democracia que tenemos –la cual es muy particular, extraña y mediada con los militares–, hasta el día de hoy, comencé a entender lo que significaba ese tiempo, la rareza del mismo.

Lo anormal era parte de nuestro día a día. En el libro hay algo de eso, la constatación. Vivíamos con cierta normalidad el hecho de ir a velatones, que hubiesen atentados o ir a funerales que no sabíamos bien de quiénes eran, pero nos parecía importante estar ahí. Los apagones, los muertos, todo eso era normal.

Había hechos más crudos que otros. El Caso Degollado fue muy complejo, porque se trató del secuestro de dos integrantes en el colegio. Ahí uno se sentía vulnerable, empatizabas inmediatamente porque podía haber pasado en tu colegio, pudo haber sido nuestro inspector o papá, ese caso fue muy paradigmático. En general, lo vivíamos con harta normalidad y ahora entiendo la dimensión de ese horror que comprendí después, siendo la persona que soy ahora.

BA. ¿Tu forma de constituirte dentro de una dictadura cambio a partir de la perspectiva de género?

NF. Empecé a desarrollar una perspectiva de género mucho después. En los ’80 no tenía las herramientas para observar el mundo desde el filtro del feminismo y del género. Se construyó poco a poco. Aún más cuando entré a la universidad, con un proceso más democrático.

En los ’80 todo estaba muy alineado hacia el tema dictatorial, de hecho, ese era el tema. En el libro menciono un feminicidio que ocurrió posteriormente y cuando nos enteramos de eso, no lo vivimos como un feminicidio, sino como una muerte. Con el paso del tiempo, observé la historia con el filtro del género y noté la mezcla de violencias. La violencia de la dictadura es una violencia patriarcal, absolutamente.

La herencia de todo ello se colocó y desbordó en la democracia. Esas mismas violencias que vimos en la dictadura vienen del pasado y de herencias patriarcales instaladas desde que el mundo es mundo. Pero esas observaciones las hago y entiendo después, cuando era niña no tenía esa claridad, en absoluto. Esa experiencia de pensamiento la adquiero ya con más autoridad y profundidad en los últimos diez años, porque el movimiento feminista en Chile se ha afirmado.

Gran parte de la responsabilidad del momento histórico que vivimos en Chile –el proceso constituyente para redactar una nueva constitución–, es parte de la explosión y contención del feminismo. Fue un gran contenedor de la revuelta social, porque donde hay problemas de educación, salud, vivienda, transporte, en los pueblos originarios, hay mujeres dando pelea desde el feminismo, desde un feminismo interseccional que todo lo abarca. Es el gran motor de toda esta revuelta.

BA. A partir de esta revuelta, ¿cuál es el panorama social y político ahora?

NF. Vivimos una crisis completa. Estas semanas, los anuncios recibidos son feroces: desde la pandemia hasta la crisis ecológica. Estamos enredados en esta revuelta social que no se termina, tomó un curso institucional a través del proceso constituyente. La escritura de la nueva constitución será a través de una convención constitucional o asamblea constituyente, la cual es paritaria y eso nos tiene tremendamente orgullosas porque fue una pelea del feminismo. Además, cuenta con la presencia de los pueblos originarios, lo cual también nos tiene muy contentos.

La presidenta de nuestra convención es una mujer mapuche, es importante señalarlo. Estamos en una transformación cultural que se evidencia de alguna manera gráfica en los sucesos dentro de esa convención. Es muy efervescente porque, yo diría, refleja todo el espectro de la población de nuestro territorio; hay distintos representantes del territorio chileno, por ello se convierte en algo rudo y difícil, porque este país ha estado segmentado durante décadas, hay sectores sociales que nunca han conversado y que hasta ahora lo hacen. Es una transformación cultural de la cual estamos muy orgullosas y tratamos de empujarla y defenderla, a pesar del sector político que constantemente la boicotea, ensucia o tergiversa.

En términos económicos, también vivimos una crisis y considero que aún no hay una dimensión clara de lo que ocurrirá. Todavía no sé qué tan mal estamos, esa es la verdad. Las consecuencias de todo esto aún no se muestran.

BA. Eres parte de un colectivo de autoras chilenas feministas llamado AUCH, ¿en qué consiste?

NF. Sí, de hecho, tengo doble militancia. Participo en dos colectivos. Uno es la Red de Actrices Chilenas y el otro es el colectivo de Autoras Feministas Chilenas. Ambos colectivos surgen más o menos en el mismo momento, es decir, en la ola feminista de la última década.

En el colectivo de autoras feministas, AUCH, buscamos reunirnos para democratizar el territorio de la literatura mundial. Porque no es un territorio democrático, es bastante patriarcal y las mujeres se enfrentan a dificultades para pertenecer al canon, para ser reconocidas y para tener un lugar. Ese es nuestro objetivo.

Nos interesa democratizar el espacio de la Literatura para que todas las autorías, sin importar el género, tengan un espacio o se hagan uno en la medida de sus propios méritos. Ahora, con la revuelta social, los colectivos están muy enfocadas en ella, poniéndose a su servicio, porque es algo que nos atraviesa y nos pasa encima a todos.

El código feminista se lo dimos después, quisimos reforzar la idea de que no es un tema únicamente de escritura de mujeres, circulamos también en relación con los feminismos. Nos interesa no solamente las reivindicaciones a nivel gremial, nos interesa interseccionalmente.

La Red de Actrices Chilenas, RACH, nace con el objetivo de terminar con los espacios de violencia física en nuestro espacio de trabajo. El oficio de una actriz puede vulnerar en términos corporales, podemos sufrir abusos y violencias no simbólicas, al contrario, concretas. Así surge este colectivo, para terminar con la violencia en los espacios de trabajo, con los directores o profesores de las escuelas de teatro.

BA. ¿Qué te depara el 2021 en lo literario?

NF. La pandemia y la revuelta están cambiando los paradigmas. Por lo tanto, me siento muy interpelada por todos los sucesos, intento entender, lo cual no es fácil, hay un gran espacio de incertidumbre. Eso gobierna a nivel mundial. No tenemos claridad de lo que se viene. Nos cuesta programar las cosas, todo es muy efervescente, por lo menos esa es la sensación en Chile.

Continúo en la escritura, pero no sé qué rumbo tomará, me siento poco clara, escribo muy a tientas, en la oscuridad. No tengo un proyecto a punto de publicarse, no estoy en ese ejercicio, al contrario, observo, trato de interpretar los signos de los tiempos. Trato de entenderme, entender el nuevo escenario por dónde va la Literatura.

Algo que me da vueltas es este cambio de época, siento el final de una era o el fin de algo. Por lo tanto, si es el comienzo de algo nuevo, espero que sea mejor. Soy enfermamente optimista, un poco naive.

La escritura es mi manera de estar y cuestionar el mundo. Escribo, pero no tengo claridad de lo que es y tampoco me importa saberlo. Quizá en algún momento aparecerá algo, todo el material de registro hará clic. Tal vez esos materiales cobren vida en un artefacto literario.

BA. ¿Por qué escribes?

NF. La escritura es una manera entender el mundo. Cuando vivo la vida fuera de la escritura, no entiendo nada, todo es vertiginoso. La escritura me da un espacio de pausa, donde intento sujetar todas las interrogantes que dan vueltas o me incomodan. Con ella, interrogo al mundo o al escenario en el que doy vueltas. En ese espacio vivo y entiendo más.

Además, me gusta mucho. Hay goce en el momento de la escritura, la paso muy bien. Es un momento gozoso, aun con todas las dificultades que conlleva escribir. No es que esté muerta de la risa, tengo momentos difíciles, crisis, entro en temas complejos y dolorosos, en investigaciones con fuentes y testimonios no necesariamente felices. Pero el proceso en conjunto para mi es muy gozoso. Lo señalo porque me parece importante que a uno le guste hacer lo que hace.

Nona Fernández. Foto cortesía de la autora.
Nona Fernández. Foto cortesía de la autora.

BA. ¿Qué consejos le darías a las escritoras jóvenes?

NF. Siempre doy este consejo a quienes comienzan a escribir: si pueden dejar de hacerlo, háganlo ahora; si no, persistan.

El campo escritural para las mujeres es más complejo que para los hombres. Sin embargo, hay una cantidad enorme de hermanas mayores que trabajamos para aligerar eso en el futuro. Nuestras hermanas mayores ya abrieron un camino, nosotras seguimos con esa apuesta. Por lo tanto, ellas deben continuarla. No podemos desentendernos del trabajo. Cuando uno comienza a escribir siendo mujer tenemos dos trabajos: el literario y el activista.

El ejercicio dentro de la escritura femenina es diferente: nosotras nos recomendamos, cuidamos e intentamos constelar juntas. Tenemos una dinámica de acción no patriarcal, no es quién gana premios o gana más, quién tiene mejor agente. Acá nos manejamos desde otro espacio.

Es lo que me gustaría transmitirles. Además, sabemos que el mercado todo lo toma, todo lo asimila, así que el tema de la escritura hecha por mujeres también es algo que el mercado tomó. Está de moda la escritura femenina. No obstante, considero interesante observar y mirar la escritura ejercida desde el feminismo, cuáles son las escrituras que rompen con el paradigma patriarcal, cuáles son las escrituras que proponen una lógica distinta del mundo.

Si escribimos sobre cómo sufrimos por el novio y no encontramos un lugar en el mundo, las estructuras continuarán repitiéndose. Probablemente al mercado le gustará esa novela y será la gran novela rosa, eso les dará una manera de decir que sí se publican a las mujeres.

A mí me gusta la democratización de la escritura para que todas las autorías tengan espacio. No por ser mujeres vamos a escribir bien. Así como no lo son todos los hombres. Aquí lo que hablan son las autorías, eso es lo que me interesa.

Las autorías feministas no tienen por qué ser panfletarias ni discursivas al respecto, pero sí las invitaría a pensarse desde ese lugar. No sólo en su ejercicio como desarrollo en el campo, sino también en sus escrituras. Planteen sus escrituras desde ese lugar. Si queremos destaparle la cabeza al mundo, lo debemos hacer desde todas las áreas, desde cómo gestionamos nuestro trabajo hasta qué escribimos.


¿Te gustó? ¡Comparte!