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Por Iván García Mora

Baja California, 07 de julio de 2021 [00:25 GMT-5] (Neotraba)

#1

Porque en este libro se le da voz a personajes que sólo pueden ser arropados por la ausencia. En Ya no hay fechas importantes, la voluntad y el destino de las personas ha colisionado, generando caminos inciertos, visiones disociadas del presente, añoranza por los sueños que se pierden en el transcurso de la vida. Es decir, este libro es un tren, al cual te subes para escapar de una guerra, sin pertenencias y sin anhelos, ya que mientras lees, recuerdas que te volviste adulto, los olvidaste y ahora son sólo escombros en la memoria.

#2

Porque las relaciones padre-hijo abundan en estos relatos. Aquí hay ganas de gritar que estás cansado de ser un hijo o de ser un padre. Ambos roles aparecen como fuerzas opuestas. Un jab por aquí, un gancho por allá. En este ring, padres e hijos tienen el mismo peso, se abrazan para no dejarse caer. Pero en cuanto uno de los dos se descuida, un puñetazo de destino le aterriza en el pómulo derecho.

#3

Porque en estas historias hay un cuestionamiento constante a la figura del hombre como construcción social (sin ninguna intención de sermonear al mundo). ¿Qué se necesita para volverse un hombre? ¿Ser un niño que tiene que disparar para salvar a su padre? ¿Ser un niño que no puede llorar frente a la niña que le gusta? ¿Es necesario interrumpir la inocencia para volverse un hombre? Lo que tenemos aquí es un libro que genera preguntas en el lector, un libro que invita a pensar al lector.

#4

Porque lo cotidiano es una navaja en zigzag sobre nuestros cuerpos. Ya sea reaprendiendo a amarrarse las agujetas, o cazando bichos para una clase de primaria, o haciendo dibujos para la niña que te gusta. En estos cuentos se nos recuerda que vivimos a distintas velocidades. Mientras tú quieres abrocharte los zapatos, tus hijos te quieren encerrar en un asilo; mientras tú quieres sacar un 10 en la escuela, tu padre quiere que mates a un hombre. Y es que, muchas veces, así son los momentos que cambian las vidas: cotidianos y grises (a veces sangrientos).

#5

Porque Correa es sutil y certero con su manera de narrar. Sus cuentos son como volcanes. Las descripciones se acumulan (como el magma) por varias páginas hasta convertirse en lava y erupcionar frente a tu mente. Correa no necesita buscar escenarios o personajes espectaculares. Su gran atino es poner atención a cada rincón del universo que sale de sus manos. Y esto nos revela que no sólo estamos frente a cuentos extremadamente calculados, también frente a un gran narrador.

#6

Porque estos textos son poemas disfrazados de cuentos. La poesía es una postura ante la realidad. Correa toma esa realidad (contingente) y desmenuza sus ápices hasta volverlas escenas memorables. Es un cuentista con extremo cuidado de sus palabras, genera emociones con lo que tú pasas desapercibido, te recuerda que el mínimo detalle puede convertirse en un catalizador en la historia de una persona.

#7

Porque, como dice Fabián Casas, “para un escritor la puntuación es una decisión ética. Tiene que ver con la respiración y no con lo que manda la gramática.” En sus textos, Correa no solo nos envuelve en un ritmo, si no que nos permite pasearnos en él. Jorge sabe cuándo soltar la pluma y cuándo frenar, sabe moldear la respiración de sus lectores. Es un baterista que hace lucir a sus compañeros de banda. Y todos sabemos que sin un baterista así, no existirían agrupaciones como The Smiths o Black Sabbath o Earth Wind And Fire o Los Invasores de Nuevo León.

#8

Porque Ya no hay fechas importantes nos recuerda un valioso mantra, que deberíamos llevar como un talismán en la memoria, un rezo para repetir todas las noches: el futuro en nuestras mentes siempre nace extraviado. Leer estos cuentos te hará recordar que no estás solo, todos estamos perdiendo ese futuro que alguna vez soñamos. Todos lo estamos perdiendo. Todos vamos en el mismo tren.


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