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Portada de Pasito tun tun. Foto: Alan Robles.

Alguna vez ya he mencionado que soy pésimo para la geografía en general y aún peor para la relación capitales-estados de la República Mexicana; por eso, cuando leo notas o textos que involucran ciudades fuera de San Ramón, necesito ir a la papelería a comprar un mapamundi. Sin embargo, recién encontré una buena forma de practicar mis habilidades espaciales sin tener que salir de casa.

Pasito tun tun de Guillermo Rubio y de Vizcarrondo (Tiempo Extra Editores, 2006), es una novela inmersa en el narcotráfico que se mueve en función de una víctima: Martín Mena Rico. A pesar del poderoso hechizo de protección con el que cuenta Mena (o Clara Isadora), el licenciado obliga a su amante a moverse rápidamente por distintos puntos de México y Estados Unidos, huyendo de la muerte enviada por su compadre, el ingeniero Román Santiago Gamiz. ¿Su crimen? El escandaloso y mal hecho asesinato del secretario general del partido oficial, el licenciado Juan Félix Rueda Madrigal.

El victimario, Canuto Corella Bowie, es un comandante corrupto de la Policía Judicial Federal, bajo órdenes del mayor capo del Golfo, Juvencio Gómez Alcántara. Además, el “Yaqui” está afiliado a la Organización Mundial de Pecadores Compulsivos, adoradores de Satanás., en la orden de Zepar, Gran Duque de los Infiernos.

A 10 años de su publicación, Pasito tun tun plantea un escenario distópico de corrupción y narcotráfico (el cual sigue vigente), a través de la memoria pública nacional, dentro del cual se descubre un retrato del macho arquetípico, tambaleado por Tony, una chica transexual que acompaña a Canuto en la persecución de Clara Isadora. Así, Rubio ofrece una novela policiaca a la mexicana, sin el güero bonito que salva a la rubia chichona para perderse en el horizonte manejando su convertible.

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