Una ventana inmensa: Zuemmy Valenzuela Aguiar
El taller de poesía en prosa de Manuel Parra Aguilar presenta esta semana a una estudiante de la licenciatura en Literaturas Hispánicas de la Universidad de Sonora.
El taller de poesía en prosa de Manuel Parra Aguilar presenta esta semana a una estudiante de la licenciatura en Literaturas Hispánicas de la Universidad de Sonora.
Por Zuemmy Valenzuela Aguiar
Hermosillo, Sonora, 26 de enero de 2023 [00:01 GMT-7] (Neotraba)
Eras agua pura, fresca y cristalina, como manantial en el camino desierto de mi mente. Me acerqué a ti buscando saciar aquella sed, naturalmente. Continuaba mi paso en la espera de sobrevivir a esos terrenos en sequía que se avecinaron, con las reservas que me ofrecías.
Sedienta, regresaba. Recorría el mismo camino diario, cada vez más perdida. A la mitad, la sed se asomaba y mi cuerpo deshidratado volvía, sin poder renunciar.
El canto de mi soledad se ha consumido.
Hoy tengo sed y el agua no está cerca, intento llegar al destino deseando volver y saciarla. Atrás, a lo lejos veo el manantial y quisiera sumergirme en el falso azul de sus olas, pero he arrancado raíces podridas que nacieron cuando lo probé por primera vez. Hoy camino más sedienta, pero en busca de ser océano y no manantial.
Diario despierto al son de los maullidos de mi gata. Recojo mis cosas y salgo de casa, esa casa que aún me recuerda, vivo con pesar. Todo es distinto y lo celebro, corro a casa de vuelta salto y grito de felicidad porque te pensé sin dolor. Lo celebro, pero celebro con más júbilo el ponerme por primera vez este traje, este pedazo de tela que dentro de mi clóset es lo único que no has tocado, que no conociste. Lo único sin recuerdos dentro de tantas memorias que mi ropa resguarda junto a tu aroma, ese aroma desierto que me dejó tu adiós.
Poco parpadeo acompañando a mis ojos saltones y trasnochados. Desenfocan a todos esperando ser atraídos por el sonido resonante de sus pasos al cruzar el umbral.
Ciento veinte minutos de mirar a la puerta, son nuevos rostros, son vagos recuerdos. Repaso en mi mente la danza que harán mis pupilas al cruzarse con las suyas, en nuestros pasillos de pasto amarillo, pasto pisoteado, pasto arrancado. Siento la respiración agitada, mi corazón palpita acelerado, mis manos sudan. Entra un hombre y no es él.
Espasmos musculares a causa de la calma lejana, pero mis ojos reconocen la indeseable realidad.
Me siento en mi sillón. Te veo entre sombras pesadas por tu recuerdo. Con mis manos toco la marea encerrada entre litoral y litoral y con nuestras voces curto el silencio.
Observo el remolino fruto de la marea mientras desdibuja tu nombre y vuelves a ser solo aquella sombra azulada que alguna vez estuvo en mi sillón.
Seguí adelante, pero mañana es octubre y han empezado a dolerme los huesos. No encuentro el sol, dicen que otoño ha llegado, pero aquí no termina ni el día y la noche no llega. Otoño tampoco está aquí ni he comenzado a extrañarlo, es solo que mañana es octubre, el primero lejos de él.
No encuentro mi vida y en las nubes guardé el último recuerdo: velas, botas blancas, el mar y dos almas.
No quiero extrañarle, recordarle o en mis sueños hablarle.
Mañana es octubre y mi vida se ha ido para siempre.
Zuemmy Valenzuela Aguiar (Hermosillo, 2001). Estudiante de la Licenciatura en Literaturas Hispánicas en la Universidad de Sonora. Su principal gusto es la lectura de cuento y poesía. Aspirante a la crítica y escritura literaria. Comenzó a desarrollar gusto por la escritura en 2020 y desde entonces ha trabajado en proyectos personales e independientes con su poesía.