Una ventana inmensa: Édgar H. Ramírez Dávila
"Una ventana inmensa" es el taller de poesía en prosa dirigido por Manuel Parra Aguilar. Tomamos este espacio experimental para difundir su labor. Turno de Édgar H. Ramírez Dávila.
"Una ventana inmensa" es el taller de poesía en prosa dirigido por Manuel Parra Aguilar. Tomamos este espacio experimental para difundir su labor. Turno de Édgar H. Ramírez Dávila.
Por Édgar H. Ramírez Dávila
Valle del Cauca, Colombia, 29 de abril de 2021 [01:20 GMT-5] (Neotraba)
Un mulato quisiera ser. Un mulato de Miramar. Un mulato amigo de León Estrada. Quisiera que el Ciclón Sandy hubiera arrasado con mi biblioteca, para así sentarme con León Estrada por las tardes, en una mecedora, con tazas de café y cigarros negros sin filtro, y conversar largamente de Cos Causse, de los libros que le arruinó el huracán, de los duros días que vivimos… Si yo fuera amigo de León Estrada, hablaríamos de los malos versos de los poetas locales y del calor espantoso que hace en el verano. Como viejos camaradas, nos contaríamos todas esas cosas tristes que comparten los que están en la lucha. Y después, cansados de charlar, permaneceríamos en silencio, oyendo boleros y guaguancós, para luego abrazarnos como despedida.
Yo también camino a la medianoche, pero en las esquinas de mi ciudad no se oyen saxos maulladores. No camino desprevenido bajo la llovizna, mientras la luna va y viene entre el humo y los edificios, ni tampoco hay un perfecto rostro de mujer esperando bajo una luz mortecina. No me entrego a la bohemia como en una fiesta de puerto negrero. Aquí hay que andar con mucho cuidado al doblar la esquina, para no entrar en la calle incorrecta, sin algo filoso como su saxo en el bolsillo derecho de la chaqueta. Hay que mascullar deprisa un saludo al cruzarse con alguien y rogar para que a su vez no saque la mano del bolsillo derecho de la chaqueta. Mr. McFerrin, cómo me gustaría que en estas calles de la medianoche cuando vuelvo solo a mi casa, pudiera oír su saxo quejumbroso emanando de algún bar, para sentirme en esa película de la que le hablaba y no esta estridencia de las cantinas o, lo que es peor, el silencio que anticipa el miedo. Y esperar. Y mirar las manos en los bolsillos del que viene a mi encuentro.
Hubiera querido que alguien me dijera “quédate en Manizales”. Pero nadie lloró en mi despedida. No me rogaron que me quedara. No hubo quién dijera que me extrañaría. Cuando el camión, con su trompa azul, tomó por la Avenida Santander y pasó por la rotonda de Chipre, no hubo pañuelos ni lágrimas. Ningún reconocimiento a mis heroicas noches de aguardiente y drogas en un frágil Renault 4 que hacía agua por todos lados, sin poder superar las resbalosas cuestas de la ciudad. Ni las novias. Ni los amigos. Ni los jíbaros del Olaya. Ni siquiera el barman de Barroco Bar estaba al final de la calle, en fila, en reverente despedida. Ni las gringas con nariz de payaso. Ni la niebla. Ni el perro junto la escultura de Chipre ladró.
Hay un nuevo brote del helecho que no veré. No es que sea importante. ¡Cuántas cosas no vemos aun estando despiertos! Los sucesos en el sótano de la infancia que no entendimos ni entenderemos. El recorrido en bicicleta por las calles de un pueblo, ya sombra o fantasma de eso que pudimos ser. La luz de las hendijas en la puerta para jugar al cinematógrafo. Las primeras canciones de la mañana. Sobre todo, el rostro de alguien que conduce un bus de coloridas latas y madera. El camino pedregoso por el que regresábamos, cansados, felices, molestando a las avispas, robando guayabas, sin intuir la presencia de los fusiles, la fuerza de las arengas y, más tarde, el ruido, el olor, el insomnio. Las botas derribando puertas, invadiendo casas, anunciando el fin de la infancia.
El camino pedregoso por el que regresábamos, cansados, felices, molestando a las avispas, robando guayabas… No vimos los fusiles, ni escuchamos las arengas. Más tarde, el ruido, el olor, el insomnio; las botas derribando puertas, invadiendo casas, anunciando el fin de la infancia.
Édgar H. Ramírez Dávila. Poeta y ensayista. Licenciado en Filosofía y Letras. Magíster en Educación. Invitado al XII Festival Internacional de Poesía Luna de Locos (Colombia, 2018), al Primer Encuentro Internacional de Poetas “Germán Cardona Cruz” (Colombia, 2017), al Encuentro de Poetas del Caribe y el Mundo en Santiago de Cuba (Cuba, 2015) y al III Encuentro Internacional de Poesía de Cali (Colombia, 2003). Ganador del concurso de poesía de la Universidad de Caldas (1997). Incluido en las antologías Poetas del tiempo (2017), Vive la poesía: Poetas en la Uceva (2011) y Poéticas del desastre: Una aproximación crítica a la poesía del Valle del Cauca en el Siglo XX (2000). Escritos suyos figuran,entre otras, en la revista Labrapalabra del Departamento de Literatura de la Universidad de San Antonio, Texas (2004) y en varios números de la revista Luna Nueva, en la cual hace parte del consejo editorial. Actualmente se desempeña como profesor de filosofía y pedagogía en la Universidad Central del Valle del Cauca–Uceva, donde además es director de la revista académica y literaria Babel. Libros: Un sabor acre y conocido (Turpin Editores, Madrid, 2018; Uceva, 2015);el poemario Los colores heridos por mi pluma (Tuluá, 2001) y Hacia una moralidad objetiva (Unicaldas, 1998).