Tres ausencias
En dos poemas y un cuento, Izel Shamaní compone el acto posterior a la desaparición: la ausencia.
En dos poemas y un cuento, Izel Shamaní compone el acto posterior a la desaparición: la ausencia.
Por Izel Shamaní
Fotografías por Samuel Segura
Ecatepec, Estado de México, 23 de diciembre de 2020 [00:03 GMT-5] (Neotraba)
Ailí sabe: que mañana es día de escuela que un día tendrá un hermano que la noche es un perro que se come los rostros que no puede salir sola que alrededor de las pupilas está el color del alma que no debe hablar con extraños Sus ojos de cuatro años café oscuro se ven negros en el papel y los hoyuelos, donde guarda cada uno de los besos de su abuela, enmarcan la sonrisa de su primer día de clases. Ailí lleva puesto el pants escolar y sin duda sabe que necesita cambiarse Su cuarto la espera desde el 6 de diciembre del 2019 con un vestido nuevo en la cama En un cajón (de la cómoda) yace el número de expediente AYO/4***/2019 y la luz de noche en su buró se mantiene encendida para que Ailí no tenga miedo al volver a casa.
21 de diciembre del 2019, 08:00 A.M
E y M suben la maleta a la cajuela. De los espacios de las correas, que recuerdan a los de una flauta (ojalá hubiera una palabra que empatara ambas ausencias) podría brotar una melodía. Pero a la correa le fue negado el lenguaje, de otra forma, diría que viene desterrada desde Texas y que un hombre de la década pasada decidió venderla después de la muerte de su mujer, para luego encerrarse en casa. E la encontró en una oferta en línea.
22 de diciembre del 2019, 06:00 P.M
Los dijes en el tobillo de M tintinean. Debajo, una sirena aparta la sal de sus pestañas para asomarse a la ventana. M se recuesta, cierra los ojos y sueña con la procesión de árboles, aun sin estar dormida.
E comienza a cantar, el sol ilumina su pecho, donde dos frases se esconden a medias detrás de su playera cuello V. Sólo las palabras born to se leen con claridad. Una parvada imita la forma del cuello de la playera, sus sombras alineadas escriben una melodía sobre la partitura de curvas del camino. El aire se vuelve más salado y, cuando sopla, levanta el polvo amarillo de los montes sobre la autopista: M piensa en ese color y en el cuello de E aparece una cadena de oro, sin dije; de su cartera brota un canario hecho y sujeto por hilos dorados, como una marioneta. Piensa también en una moneda con la cara oculta en la ceniza, en una flor oportunista, de esas que rompen el concreto, en la llave de la entrada a la casa de E, que pende junto al volante.
A la orilla del camino, los árboles escapan de la luz hasta volverse invisibles, como si la mente no les encontrara sentido. En el asiento trasero hay bolsas de comida. M toma una, la sal en sus dedos viaja hasta los labios de E. Dejan la bolsa abierta recargada en el freno de mano. En el anular de cada uno, dos pequeños soles reflejan la mañana. Avanzan suspendidos, sin moverse.
25 de diciembre del 2019, 10:00 A.M
M y E se sonríen en una plaza, se abrazan en una estancia, se persiguen en un parque. SE BUSCAN. Emilio Hernández Galván y Mariana Rosas Esquivel, ambos de 25 años, se encuentran desaparecidos desde el miércoles 22 de diciembre. Lo último que se sabe de ellos es que se encontraban en la carretera 124 de Altamirano a las 9:30 am, rumbo a Zihuatanejo, a bordo de un March zafiro. Emilio tiene dos frases tatuadas en el pecho. Mariana, una sirena en el tobillo.
23 de diciembre del 2019, 5:00 P.M
La maleta descansa entre los árboles, con las correas heladas, temblando. Está vacía, abierta como boca sin gritos. La identificación de Emilio está sumergida en lodo a cuatro metros de ahí. No hay huellas, no hay personas cerca. Quince aves levantan el vuelo, sus ojos ahora pesan cincuenta años más, dibujan una nueva sombra sobre la escena, sin melodías.
Dicen que las aves pueden distinguir la luz ultravioleta, también la profundidad y la distancia, pero son incapaces de ver la punta de su pico, mirar hacia atrás o narrar a alguien lo que han visto, como si a ellas también se les hubiera negado el lenguaje.
Las cicatrices en las rodillas de Denise La bala eran una muestra de su bestialidad recorría sus venas una sangre más liviana era una pantera/pluma con tobillos de mujer el silbido del viento bajo la garza La bala sonreía cuando el golpe de su cabello cerraba una acrobacia perfecta su corazón vibraba al descender de un solo golpe como un Dios como un ave que no desea morir Pequeña firme como cualquier cazadora corriendo a giros por las colchonetas desatada de la gravedad de los días sonriendo entre caídas y cuerpos a punto de romperse saboreaba su dolor y la droga de ver la línea recta de la muerte La recuerdo sudorosa y cansada como aquel día que no volvió a casa después del entrenamiento. Ahora La Bala es eso: una acrobacia suspendida en el aire sin cierre sin descenso.
Sobre la autora:
Izel Shamaní. Estado de México, 1991. Poemas, cuentos, ensayos y crónicas suyas aparecen en medios como Pez Banana, Monolito, Vertedero Cultural, Nocturnario y Plástico. Ha sido ponente en mesas de poesía y creación literaria, como “Tejiendo sororidad y Re-existencia”, “Nuevas miradas de la poesía” y “Vida y letras de mujeres”, de la Secretaría de Cultura. Es estudiante de la Licenciatura en Creación Literaria, de la UACM. Asiste al Taller de Creación Literaria del FARO Indios Verdes.
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Izel Shamani, tu literatura duele porque es tan cruda como la realidad. Felicidades, heriste mi conciencia
Gracias por su comentario. Se lo haremos llegar a la autora.