Monstruos postmodernos
Frankenstein y Drácula permanecen en el imaginario colectivo pero cuáles son sus rasgos posmodernos. Aquí dos reinterpretaciones.
Frankenstein y Drácula permanecen en el imaginario colectivo pero cuáles son sus rasgos posmodernos. Aquí dos reinterpretaciones.
Por Juan Jesús Jiménez
San Peterspuebla, 31 de octubre de 20.. [11:10 GMT-5] (Neotraba)
En esta noche pavorosa, inquieto, no leerá un vetusto mamotreto. Le alegrará saber que la columna de la auguraba tan malos presagios no ha sufrido todavía ningún contratiempo, pese a que temí alejarme mucho de la literatura, ya que, como habíamos llegado tarde a la postmodernidad, saldría lo más cerca posible de la meta fijada.
Bueno, ya, ya, basta de referencias a autores, que por algo están muertos. Cabe la casualidad de que hoy es Halloween, no es una festividad que sea tan popular a este lado del río (literalmente) pero lo he visto crecer más con el paso del tiempo que puedo recordar. Ya sabe, los disfraces, los dulces, las decoraciones, todo eso de a poco ha llenado los aparadores, las oficinas, escuelas, y tal parece ser que mi columna.
Y hoy, que habrá referentes de la cultura pop sueltos por ahí, nos centraremos en dos figuras: los vampiros urbanos y los prometeos postmodernos. Tome sus trinches, prendan sus antorchas y prepárese para destazar a estos monstruos (aunque si visualizo esta imagen, el verdadero monstruo es usted), que hoy, que hay luna llena y se sueltan los espíritus con la cosecha, habremos de atacar la realidad que nos rodea. Pero, antes de empezar, nadie está obligado a identificarse con los entes oscuros que he de describir, pero tampoco le niego ser excluido de su concepto, haga de lo que digo lo que quiera, que ya está grande como para que le diga qué hacer.
La figura de un vampiro clásico no varía mucho entre cada persona, usualmente tenemos fijada la apariencia del Conde Drácula, o de estos que traen brillantina en el cuerpo, pero no son así en lo absoluto. Ni son inmortales, ni beben sangre cual mosquitos (uno nunca sabe dónde ha estado la sangre antes) o se vuelven arena con el sol (se pueden quemar, pero nada más). La figura de un vampiro urbano es mucho más real que eso. Sigue dando miedo (nadie quiere ser uno por voluntad propia) pero ya es un miedo tangible. Pero a ver, detengámonos un momento, ¿qué determina a un vampiro?
Son cerosos, pálidos, medio muertos y medio vivos en partes iguales. Los vampiros urbanos tienen esa característica de que, por la falta de exposición solar, su piel es tan delgada que parece papel cebolla. Viven de madrugada, casi no hablan, caminan encorvados o estirados, y denotan un sentido egocéntrico muy particular.
Pero nada más; el primer punto para describir el concepto de un vampiro urbano es su aislamiento social. Este tipo de vampiros se aíslan porque no encuentran una forma de aceptación consigo, se bajonean cada que pueden y se echan la culpa de todo, teniendo como escape, no tener contacto con una realidad que los desmienta.
Y ya que están muertos, no niegan su mortalidad, sino la realidad fuera de ellos. Se llaman olvidados y lúgubres pero lo único que tienen es que solo le dan vueltas a una soledad ficticia, y es en este encierro que aprenden a caminar sobre todos o por debajo de ellos, que se miran al espejo y como no hay algo que reflejar, se inventan una imagen inexistente de ellos que los desproporciona completamente. Su sentido del yo gira una y otra vez mientras avanza la noche. Y viven en la madrugada porque, la ansiedad o el mismo insomnio, les quita las ganas de enfrentar la calma, de no ser ellos lo que mueve el mundo y finalmente, en sus sueños, vean el reflejo fiel de su persona desde el inconsciente. Por eso que sean tan feos estas ánimas de la rivera plutónica.
Caso contrario a la imagen que provoca recordar al monstruo del Dr. Frankenstein. Para empezar, sus rasgos son más toscos y no tiene nombre, es literalmente un conjunto de cadáveres que han sido unidos por un relámpago (o sea, pura casualidad pues), son tan viejos como lo permite el romanticismo y más que miedo, dan pena.
Hablo de los que usan fragmentos de personalidades ajenas, o los que tratan a toda costa, haciéndose notar por sus virtudes (aunque a veces no las tiene) y de tan mareado que está se tambalea con los brazos extendidos para no caerse con su propio ego. La postmodernidad ha hecho de esta visión macabra, algo común entre los muros de facebook, entre los perfiles de instagram y los infiernos que aguardan en twitter. Todos estos medios en los que, solo por no pertenecer a la mayoría, se le reconoce y se le agrupa (vaya ironía) en un grupo más grande entre los pequeños para colocar su cereza en el pastel. Saben hablar, andan por ahí buscando una razón pero no la encuentran, y destinan su vida a perseguir una personalidad que no es suya, que imita la actitud de otros que observan, que celan desde sus adentros y fingen interpretar cada que publican una foto. De modo que, en efecto, son un conjunto de cadáveres sostenidos por el puro azar que es una máscara mortuoria.
Y puede decir que soy cruel con los perfiles que describo, pero alguien debía de decirlo, no para salir a refregarle en la cara a las personas qué son y qué no son. No, eso no sirve de nada y más que nada, lo estaría haciendo usted como una venganza o con el puro afán de molestar a alguien, porque sí. No. Se lo digo así para que evite a toda costa volverse uno de estos personajes de ficción, que tan despreciables y hondamente pérfidos son.
Si leyó usted con atención, ambas son formas distintas de lidiar con una identidad inconclusa, una por falta de contacto, y otra por la falta de mesura. A eso se reduce esta columna de hoy. Y mire, si es usted adolescente, bueno, es difícil definir los roles que uno cumple y mucho más, la personalidad que le define, pero en ese caso, sea un Cthulhu. Le reto a decir su nombre correctamente (no lo intente, es imposible), y así es formar una personalidad. Es un ser místico y ancestral, y para describirse no hay más que decir su nombre; que sea un concepto nuevo o bien, interesante por construcción y no por apropiación.
No está mal que lea, que se nutra de las experiencias sensibles que este mundo brinda (porque ese no es el punto) pero úselas de buena forma, hoy más que nunca puede conocer las cosas que le rodean a una profundidad asombrosa, pero si solo adhiere ese conocimiento sin ponerlo en duda o prueba alguna, cada que se haga el interesante frente a otros, se va a ir muriendo sin terminar de morir. Como vampiro o como una creación del Dr. Frankenstein.