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Por Jorge Tadeo Vargas

Desde el exilio de Elisyum, 22 de marzo de 2023 [00:02 GMT-6] (Neotraba)

Cuando cumplí siete años, mi madre harta de la violencia que a diario le ejercía mi padre, tomo la decisión de dejarlo y un día cualquiera salimos de la casa para no volver. Por años vivimos escondidos, con el miedo a que en cualquier momento llegará la policía y que bajo la acusación a mi madre de “abandono de hogar” ella perdiera sus derechos y nosotros termináramos viviendo con mi padre y mi abuela, es decir su madre. Algo que jamás ocurrió pero fue uno de los miedos con el que me toco crecer.

Cuando cumplí quince nos buscó. Le habían detectado cáncer de pulmón en fase terminal y quería hace las paces con nosotros, pedirnos perdón por el abandono, por su ausencia. En esos momentos todo el resentimiento, el abandono, la rabia por su violencia y la solidaridad (mal entendida) con mi madre no me permitieron entender la situación y perdonarlo como él lo necesitaba. Tres meses después murió en una cama de hospital acompañado por mis hermanos, quienes también lo acompañaron en el velorio y su sepelio, yo no lo hice. Me quedé en casa acompañando a mi madre.

Por años pensé que a la historia de mi padre le había puesto fin cuando a los siete años salimos huyendo, perdiendo mucho, pero ganando –en ese momento– la tranquilidad que no teníamos. Se fue convirtiendo en un recuerdo borroso, al cual regresaba de vez en cuando en pláticas familiares.

Hace poco, por motivos personales he reflexionado mucho sobre esta figura del padre ausente y como esto pudo haber marcado mi vida. Sobre el estigma que se va cargando cuando una relación termina y, generalmente, con el padre el que se va. Aunque muchas veces justificado, esto no parte de la realidad o no es tal como el cliché nos los vende, de que un padre ausente es siempre e invariablemente un mal padre, hay muchas aristas alrededor.

Flim Flam Man la verdadera historia de la vida falsa de mi padre de Jennifer Vogel
Flim Flam Man la verdadera historia de la vida falsa de mi padre de Jennifer Vogel

Sobre esto escribe Jennifer Vogel en su libro Flim-Flam Man: la verdadera historia de la vida falsa de mi padre, que Sean Penn adaptó para el cine en Flag Day, donde la autora narra su experiencia de vivir con un padre ausente, que de vez en cuando regresaba a su vida y si bien la película dirigida y protagonizada por Penn y su hija, no logra captar lo que Vogel plasma en su libro, Olivia Vedder si lo hace en una sola canción de la banda sonora Father’s Daugther. En forma de poesía hace un recorrido por el sentimiento de la hija con respecto a su padre, el amor que siente por él y como a pesar de todo acepta quién es ella y quién es él.

Lo mismo ocurre con el protagonista de la novela Cuando llegue la revolución habrá monopatines para todos de Said Sayrafierzadeh, que justifica al padre ausente pues está muy ocupado preparando la improbable revolución, por lo cual existe una relación de admiración, amor, vergüenza, que de cierta forma lo lleva a mantenerse en la búsqueda de la aprobación paterna y a pesar de que a los lectores el personaje del padre (en esta novela autobiográfica de Sayrafierzadeh) nos puede parecer bastante desagradable, aprovechado, cínico, a los ojos del hijo, se convierte en entrañable, ingenuo, como lector es fácil quererlo, pues el hijo lo quiere incondicionalmente.

Al igual que en Flim-Flam Man, la figura del padre ausente puede ser una carga pesada para los hijxs, pero esto no quita el amor entre ellos y el padre. Es pues, una forma de desmitificar el estigma del abandono como la única forma de reacción de un padre.

Por otro lado, hay otro tipo de ausencias paternas que no son necesariamente de un abandono de la casa, sino aquellas del padre de la clase trabajadora que sale por la madrugada mientras los hijxs aún no se despiertan y regresa por la noche cuando ellxs ya duermen. Una ausencia que es mucho más dolorosa pues convierte la relación padre-hijx en una relación donde la comunicación fluye menos, cuando ésta se logra dar.

Cuando llegue la revolución habrá monopatines para todos de Said Sayrafierzadeh
Cuando llegue la revolución habrá monopatines para todos de Said Sayrafierzadeh

Chris Offutt en su novela Mi padre el pornógrafo, también autobiográfica como la de Vogel y Sayrafierzadeh habla justo de eso, de la ausencia de un padre que, a pesar de no salir de casa, nunca estuvo para los hijxs y cómo eso lo marco de por vida, como el intento por conseguir atención del padre es lo que lo llevo a ser escritor. Offutt es mucho más despiadado a la hora de hablar de su padre y la relación que tenían, es claro que existía una parte de culpa, de resentimiento, pero mucho de ese sentir de no haber sido un hijo lo suficientemente bueno para que su padre lo quisiera. Esta es una ausencia mucho más dolorosa. Para Offutt, ni siquiera los viajes familiares –con justa razón– son memorables, sin la ausencia física, su padre, no logra ser un personaje entrañable, sino todo lo contrario.

Mi propia experiencia, así como estas lecturas me dicen que la figura del padre ausente que esta llena de estigmas, de verdades a medias, insiste en polarizar situaciones que son mucho más complejas que el pensamiento binario que nos rige en estos días, donde o es bueno o es malo, sin ningún tipo de matiz, exceptuando aquel que quien dicta sentencia decide poner. Vogel, Sayrafierzadeh, Offutt intentan de cierta forma humanizar al monstruo de la figura del padre ausente, compartiendo el peso de toda esta relación. En mi caso es no haber comprendido lo que mi padre necesitaba en sus últimos meses de vida y no haberlo perdonado.


Jorge Tadeo. Imagen tomada sin permiso de su cuenta de FB

Jorge Tadeo Vargas, escritor, ensayista, anarquista, a veces activista, pero sobre todo panadero casero y padre de Ximena. Está construyendo su caja de herramientas para la supervivencia.

En sus ratos libres coordina el Observatorio de Emergencias Socio-Ecológicas


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