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Desde el (auto) exilio en los bosques de Klatch City

El geógrafo urbano y activista Mike Davis decía que las ciudades representan o son ecosistemas complejos donde cada uno de sus espacios coexiste con los otros, formando dinámicas de simbiosis o mutualistas entre ellos.

Si bien su metáfora no es del todo errónea; Davis no hacia un análisis a profundidad al momento de hacer este comparativo, digamos que como geógrafo y urbanista no comprendía del todo cómo funciona un ecosistema y la armonía necesaria para que este funcione de forma adecuada, donde cada uno de los espacios vinculados debe de cumplir con ciertas dinámicas que mantienen el equilibrio tanto de los nichos ecológicos que pertenecen a dicho ecosistema, como de los factores bióticos que en él participan.

Esto no ocurre en las ciudades, especialmente en aquellas que pertenecen a una metrópolis o una megalópolis, donde el caos y el colapso conviven junto a otras dinámicas. Por lo tanto, se puede decir que Davis, si bien no estaba equivocado en su metáfora, si quedaba un tanto corta como explicación.

Si nos quedamos con la idea de Mike Davis pero desarrollándola un poco más, las ciudades, especialmente las que pertenecen a una metrópolis o una megalópolis forman ecosistemas de mosaico, pues si bien sus relaciones entre si forman dinámicas de supervivencia, donde algunos espacios –o nichos ecológicos por continuar con la metáfora– son de servidumbre y/o sacrificio; otros, simplemente se beneficia de ellos, lo que se puede traducir en que los ecosistemas de mosaico en la naturaleza, tiene dinámicas artificiales que pueden ir perjudicando ciertos nichos ecológicos, por lo tanto una gran ciudad en el sistema capitalista, siempre estará al borde del colapso socio-ambiental o viviendo en esta suerte de equilibrio de afectaciones a la salud ambiental y, por lo tanto, a la salud humana; a la par que profundizan en las desigualdades de clase.

¿A qué me refiero cuando digo que las ciudades son como ecosistemas de mosaico? Esta definición, desde la ecología, se refiere a que son ensambles de varios ecosistemas y/o nichos ecológicos con muy poca interacción entre sí, por lo tanto, no son necesarios para crear un equilibrio natural en sus dinámicas ecosistémicas.

Si vemos los barrios o zonas, incluso podemos llamarlas comunidades de forma aislada, no hay mucha interacción entre ellas, en muchas ocasiones solo la necesaria para mantener a las ciudades capitalistas creando las condiciones para que el modelo de producción-consumo se mantenga funcionando.

Hay barrios que nunca van a tener una relación directa, es aquí donde se profundizan las desigualdades entre las clases sociales que, si bien estas desigualdades son las que les dan el equilibrio, no dejan de ser lo que Mikes Davis llamo Ciudades de Miseria en su libro del mismo nombre, donde hace un análisis del crecimiento de los barrios pobres, marginados y la necesidad que tiene el sistema capitalista de estos lugares para poder mantener su hegemonía. Aquí la relación con otros barrios es de servidumbre. Estos barrios marginales son a quienes esclavizan para el funcionamiento de una ciudad capitalista. Desde aquí, salen quienes hacen funcionar las ciudades, pero son quienes menos las disfrutan, no están hechas para ellos, por lo tanto, son dos ecosistemas que no se relacionan, pero se necesitan para sobrevivir.

Aunque sean reflexiones que me hago de vez en cuando y que no pasan de ser una charla con mi novia, esta vez decido escribirlas pues después de varias semanas sin salir a la calle por motivos de salud, hace unos días fui a un pasaje comercial a buscar unos zapatos, lo que hace que tenga que convivir con personas, algo que no es de mi agrado, pero a veces no queda más.

Camino entre las tiendas de ropa, de comida. Este no es un centro comercial aspiracionista que nos venden la idea de que quienes estamos en él tenemos un poder adquisitivo imaginario. No. Es un pasaje comercial en donde compra la clase trabajadora, así que me paseo entre ropa pirata de marcas famosas o populares, entre tiendas de productos chinos donde se puede encontrar hasta lo que no se sabía que necesitabas. Todas estas tiendas son atendidas por mujeres en su mayoría, muchas de ellas menores de edad o entre sus veinte años, y pienso que deberían de estar en la escuela, para de inmediato hacerme la pregunta: ¿Y cuál sería el objetivo de estudiar cuando la universidad no es garantía de salir del barrio? Las observo mientras intentan convencerme de que me compre una hoddie, un pantalón. Su futuro es un no futuro que golpea a la realidad mucho más fuerte que cualquier canción de Punk Rock.

Salgo a la calle con mi compra. Unos zapatos de montaña pirata que asemejan a los que hace la marca Columbia y unos Vans negros de bota, igual piratas. En los puestos de comida coexisten las personas sin hogar con empleados de las tiendas del pasaje y sus alrededores, gente que ha ido hacer compras y recuerdo un texto de Yayo Herrero, la eco feminista española que dice que en las ciudades capitalistas la miseria y la riqueza confluyen, pero nunca se ven, son entes que caminan de forma paralela sin tocarse y donde la pobreza se crea como el piso desde donde los ricos van acumulando más y más. Los pobres, las clases más vulneradas son esenciales, pero no imprescindibles.

Me pongo mis audífonos y pongo el reproductor de mi teléfono celular en aleatorio. Los Whiskey Myers suenan con su canción Ballad of Southern Man, que me recuerda que aun en la pobreza hay dignidad:

“Nos triturarán en una gran máquina.
Nos alimentarán a todos con las mismas creencias.
Santo dólar y una tarjeta de crédito.
Pero tenemos una manera de hacer las cosas.
Y ningún banquero me robará
Quieren destrozarlo todo”

Las ciudades son un caos ordenado, siempre en constante colapso, quienes pueden huyen, aunque no haya hacia dónde ir, el colapso está presente en todo el mundo capitalista. Quienes no pueden huir se quedan para contribuir al caos y al colapso, siempre en constante equilibro.

Se componen de esos mosaicos, de esos nichos que no se relacionan entre sí, pero que se necesitan para sobrevivir. Al final esos mosaicos están llevando al capitalismo tardío a un neofeudalismo tecnócrata mucho más adverso con la naturaleza y los seres humanos. Las ciudades a pesar de todo, no son espacios dignos para vivir.


Jorge Tadeo. Imagen tomada sin permiso de su cuenta de FB

Jorge Tadeo Vargas: sobreviviente de Ankh-Morpork, activista, escritor, traductor, anarquista, pero sobre todo panadero casero y padre de Ximena.

Desde hace años construye una caja de herramientas para sobrevivir.

A veces viaja a Mundodisco.


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