Infiltrado
Infiltrado es la segunda parte de un relato negro de Guillermo Rubio, el cual tiene como telón de fondo los movimientos estudiantiles de la Ciudad de México en los '70.
Infiltrado es la segunda parte de un relato negro de Guillermo Rubio, el cual tiene como telón de fondo los movimientos estudiantiles de la Ciudad de México en los '70.
Por Guillermo Rubio
Ciudad de México, 14 de febrero de 2021 [00:01 GMT-5] (Neotraba)
Segunda parte
Mes y medio después
Traidor
Al grito de: ¡Israel Félix Medina, a la reja con todo y chivas! Yo pegué un brinco acá de basquetbolista, de hecho ya lo sabía, horas antes había tenido mi segunda audiencia. El puto juez, quizás aconsejado por el Mayor Larrañaga, me había impuesto una segunda revisión. Salí absuelto por faltas de pruebas. Moisés se me quedó viendo con una sonrisa tristona, seguía abatido por la muerte del Compa, al cual lo habían suicidado en la crujía O. Sin duda no habían cantado nada del grupo que pertenecían. Leí cuando menos unos veinte libros, debo confesar que los estudiaba, pero no se me pegaba ni madres. ¡Nada!
Donde sí ponía atención era en las clases de formación política. Mis nuevas palabras eran: El Estado, la oligarquía, burguesía, proletariado, Trotski, Marx, Lenin, Mao y Guevara y sus pensamientos extractados e interpretados por mis mentores.
El grupo docente eran dirigentes del CNH y no eran afectos a la lucha armada.
Las pláticas eran encausadas a formar cuadros de promoción en: fabricas, escuelas, magisterio y sobre todo en el campesinado. las informaciones que exponían, al principio no las creía, sobre los agandalles de: Bancos, industria, campos agrícolas, maquiladoras y sobre todo gobierno. Fui testigo de batallas verbales entre ellos sobre las teorías idóneas para gobernar al pueblo.
Sin duda cuando hablaba Moisés, el pedo lo cargaba hacia la lucha armada, la adquisición de recursos económicos por medio de la expropiación y el secuestro de extranjeros e industriales para el canje de presos políticos. Dos, tres camaradas, lo secundaban en esta tesis, incluso, siempre que él hablaba se terminaba la reunión. La violencia no era tema para el CNH.
Moisés tenía días preguntándome si quería unirme a su causa. Yo, negaba alegando que no tenía ganas de permanecer oculto toda la vida y con muchas posibilidades de ser preso o ejecutado. Él decía que había varias maneras de servir y que no tendría mucha relación con los militantes… A lo máximo con uno o dos agentes. Aparte que sería lucrativo.
Cuando ya daba indicios que me iba, estiré los brazos para darle un abrazo de camaradas. Sin mover un solo músculo, preguntó:
– ¿Te interesa ser mensajero?
– ¿Cómo?
–Tu trabajo sería entregar, depositar o cambiar mensajes de lugar.
–No entiendo, ¿cómo?
–En la estructura orgánica hay un apartado o sección de inteligencia encargada de esta tarea. Es fácil, nada más que es de tiempo completo, tienes que estar disponible las veinticuatro horas. Así puedes ayudar a la causa… Me tienes que decir en este momento y venir la próxima semana a la visita y te daré instrucciones. ¿Qué dices? Te pagarían en dólares y te puedes retirar cuando tú quieras. Para la organización es una fuente de ingresos.
–No sé, dame chance, lo voy a pensar, no creo, la neta que soy putón.
–No camarada, es para ahorita, te estoy dando la oportunidad de dejar ser esbirro… Tú vas a trabajar sin contacto de los compas, vas a ser tú solo, es papita la chamba…
Miré al michoacano que ya estaba enojado, le iba a repelar, entré en conflicto de lealtades, de verdad lo apreciaba y su modo era de bondad, la rabia, la tenía en contra del gobierno, no con la humanidad. Lo miré a sabiendas que lo traicionaría vilmente. ¡La primera traición en toda mi vida! ¡Puta madre! Mi padre se muere, si se entera. Con cara de que “le entro al toro”, hablé.
–Va jugando, mi líder, nomás cuándo me quiera ir a la verga… ¿Ahí muere?
–Seguro, canas.
–Bueno ya me voy, nos vemos el viernes, ¿qué quieres que te traiga?
– ¡Uta! No sé, ¡Cuadernos y plumas! y de comida; un pozole blanco con cabeza de puerco, con mucha salsa.
La salida fue medio engorrosa, ya se me quemaban las habas por ver la calle, tenía instrucciones de caminar por Eduardo Molina rumbo a Morazán. Ya en la calle me sentí a toda madre. Pero traía la crudita moral de Moisés. Caminé como tres cuadras o más. En una esquina vi a uno de los hombres del mayor acá de camuflaje proletario y con los ojos señaló un taxi, pajareé y el mayor estaba al volante, también acá de incognito con gorra beisbolera y lentes. Le llegué como los chilangos.
– ¿Cuánto me cobra a Tlaxcoaque? Jeje –señalando en diagonal.
–Ya súbete cabrón, ¡no mames! Qué pinche sentido del humor, no mames, pinche chamaco.
–Presente mi mayor, aquí estoy, firmes.
– ¿Cómo se siente salir del palacio negro?
–Bien, muy bien. ¿Es cierto que lo van a cerrar?
–Si creo que en este año o el que viene… ¿Qué me cuentas?
–Pues quiere que trabaje como mensajero, pero no me dice con quién.
– ¿Y qué?
–Dijo que lo fuera a ver el día de visita y me iba a decir que voy hacer.
– ¿Y?
–Pues a ver qué pasa, lo malo es que ya es mi amigo, Moisés es un buen hombre. Lo que robó, lo repartió a los campesinos de tierra caliente de Michoacán, en fin. No le prometo mucho mi mayor, siento que se puede poner caliente el asunto.
– ¡De eso se trata! ¡Ya estás adentro!
–Tengo hambre mi jefe, quiero bañarme con agua caliente y dormir en colchón. ¿A dónde vamos?
–A tu casa, te prepararon una comida de bienvenida.
El trayecto fue emocionante para mí, conocía un poco la capital y por donde íbamos reconocía las calles. El mayor se calló, mis pensamientos estaban en el penal. Recordaba cómo la mayoría de los presos políticos no congeniaban para nada con Moisés. La información oficial sobre su delito era robo, pero a él no le habían dado audiencia con el juez. En fin, algo me decía que iba estar emocionante. De repente estábamos por el monumento a la revolución, lo rodeamos y entramos a una callecita acá medio tenebrosa. Nos estacionamos. Entramos en un edificio de tres pisos de clase media baja. Los olores de la ciudad me tenían hasta este momento sorprendido sobre todo de las entradas a los edificios, en provincia ni de casualidad, bueno para empezar ni edificios hay en mi pueblo, jeje. Aquí olía un poco como a sexo, raro y seco más no polvoso. Subimos un piso y después en el segundo, vuelta a la derecha y al fondo al número 9. Tocó leve y la puerta se abrió; una bella morenita de Xochimilco o área similar, con cara seria nos franqueó el paso. Yo, como pinche perro en brama, aspiré su aroma a limpio y el olor llegó directo a la verga y ésta despertó pensando que era otra puñeta, el pantalón la puso más o menos quieta. Avancé y la erección fue para abajo igual de rápido: Estaba el coronel Mena, con ¡mi Papá! ¡A la verga! Cómo lo conozco le vi la misma cara de preocupación de cuando me metía en pedos en el pueblo. ¡Chingada madre! Cuando le di la mano a mi viejo, se me empezaron a salir las lágrimas y con el abrazo empecé a moquear gacho.
Me quise controlar, pero no pude, esto no le cayó nada bien a Memito papá, a los segundos me apartó acá tosco, cómo no podía parar me senté y cuando menos un minuto continué de putón. Mientras el coronel consolaba a mi padre que también estaba haciendo pucheros, pedí permiso para ir al baño y la venadita me señaló una puerta. El espejo me dijo que era medio puto, no le hice caso, me lavé la cara con agua helada. Una miadita y ya tranquis, salí cómo si no hubiera pasado nada.
Ya con sonrisa saludé al coronel Mena, modo militar y mano y abrazo y ahora sí, un abrazo de amigos, con mi father. Ya sentados hablé:
–Lo siento, me vi muy putón, pero el mes y medio en cana, estuvo tenso, sobre todo a no ser yo, esto me tenía sacado de balance, pero en fin la primera etapa ya está cumplida. Casi estoy adentro…
Dicho estas mágicas palabras el ruido de las Tecates empezaron a escucharse, brindamos y la virgen de Guadalupe, distribuyó unas pinches campechanas acá como me gustan: Camarón, ostión y pulpo y salsa Huichol. Empezó la plática sobre mi padre que estaba de jefe de retén en El Mante Tamaulipas, los ponía al tanto de sus labores, me enteré de que el coronel Mena, era capitán en la federal de caminos, aparte el primer piloto aéreo de la corporación, a la tercera cerveza ya estábamos relajados, mi padre me veía más acá, como cuando le entregaba bien las cuentas de sus camiones. Jeje. A la segunda cerveza, apareció un espagueti a la crema, con rollo de carne mechada en salsa de ciruela, mi plato preferido elaborado por mi madre. Me le quedé viendo a mi padre y sonrió.
Para los demás circularon pollos Río. Ya con la panza llena y después de platicarles sobre mi estancia en el black palace. El mayor, pasó a la parte laboral y empezó:
–Ella es Xóchitl, es tu contacto, serán pareja ante la sociedad y van a vivir juntos según las circunstancias. Ella es activista en un comité de lucha en la UNAM, esto servirá para darle apoyo en su círculo de fuentes y viceversa, ya tendrán tiempo de conocerse. A partir de este momento las medidas de seguridad, tienen que ser minuciosas y metódicas. El bajo perfil, es la norma, mañana, instalan el teléfono, va a servir para que les llamen quienes quieran, pero nunca, nunca, van a hablar con su familia o amigos por ese aparato, ¡Nunca! Bueno, en la semana los van a adiestrar en modos de operación… ¿Alguna duda?
–Una pregunta: ¿esto es doble bronca?
– ¿Cómo?
–Si la mía y la de ella, también es infiltrada por otro lado. ¿Qué onda?
–Pues sí, pero ella es más leve, no está en ningún grupo guerrillero.
–Mmmm… como está la situación, al rato se convierte.
–Ya me pusiste a pensar, ¿si quieren, cada quién por su lado? Está bien, lo podemos contemplar. Por lo pronto van a estar juntos estos días.
Miré la figura de fino barro oaxaqueño, forrada con poquita carnita sabrosa.
El primero que se retiró fue el coronel, a los minutos el mayor, conociendo a mi padre, sabía que no se iba a ir sin que vaciara el refrigerador de cervezas. Xóchitl no daba muestras de querer irse y mi padre me bombardeaba con preguntas sobre mi reclutamiento y proceso de mi aventura, como a las nueve de la noche decidió irse amenazando que íbamos a desayunar a la Polar que estaba cerca de aquí. Xóchitl, preguntó que si se quedaba, yo fingí indiferencia con la verga bien templada y aseguré que estaba cansado. Ella tomó su mochila, sacó un par de libros y un cuaderno y empezó a escribir. Agarré el sobre que tenía dinero, supuse que era bastante por el bulto. La recamara parecía detenida en el tiempo de los cincuentas, lo asociaba al departamento de mi abuela en la colonia Roma. Me desvestí pensando que me iba a bañar y me recosté cuando me quité los zapatos y Zzzzz.
La antesala del miedo frío
Una mano con presión de pluma de ganso me despertó, abrí mis ojitos y estaba la morenita de chocolate y el ogro de mi padre viéndole el culo redondo con erupciones de carne durita. De por sí tengo un olfato de perro de retén de Sinaloa, me percaté que estaban bañados y rozagantes, distinguía el jabón de ella y perfume caro de él, yo con ganas de babear la almohada unas ocho horas más.
– ¡Levántate! Vamos a la birria.
–Me voy a bañar, dame diez minutos, jefe.
Bostecé acá como sinaloense, entré al baño por más limpio estaba de la chingada, se caía de viejo, la tina era para enanitos y la altura de la regadera me llegaba a la barbilla, que cotorro nunca me había pasado esto; yo, más alto que la regadera jeje. Cuando salí, mi padre estaba haciendo reír a la camarada. Me miraron, el reloj de la pared marcaba las nueve y media. Salimos y en la banqueta la chavala se despidió, me dio las llaves, recomendando que le sacara duplicado y que nos veíamos en la noche. Ya solos, nos encaminamos a la esquina, mi viejo estaba de excelente humor, me preguntó que si me la iba a coger y yo negué sonriendo acá como cabrón. Tomamos un taxi y mi padre se enojó con el taxista por no saber dónde estaba la Polar.
Con razón la hacía tanto de tos mi padre. La birria estaba deliciosa, nos chingamos tres platos grandes y cuatro cervezas. Fuimos al centro, después a visitar a mi tío Chuy, ahí comimos y ya en la noche fui a la terminal a despedir al viejo que se iba a Tamaulipas, lo mejor: era muy cerca de mi nueva casa. Serían las nueve y media cuando iba llegando en la puerta del edificio estaba Xóchitl, aprovechando la luz de la entrada y escribiendo.
–Mmmm, eres matada para el estudio, ¿verdad?
–Pues sí, ya casi veo el final de la carrera, bueno la primera etapa, quiero ser maestra.
– ¿Ya cenaste?
–No, pero no tengo hambre.
– ¿Un taquito, de bistec con cebollitas asadas?
–Bueno, de repente me salió el hambre. ¿Tú pagas? no traigo ni un peso.
– ¡Claro, compañera!
Era la primera vez que hablaba con ella a solas, la descubrí como una luchadora social, idealista, no tan clavada como mis nuevos amigos y penitenciarios actuales. La conversación rondó sobre nuestros orígenes, quizás ella no mintió, yo sí. Para empezar, no era de Sinaloa, había vivido ahí, pero nada más. Eso sí, era posible que conociera el estado mejor que muchos oriundos, mi padre tenía un par de tortons, con ellos iba a las zafras. Ella resultó ser de Guerrero y de la costa grande de Atoyac de Álvarez, huérfana de padre y con carencias económicas. Toda esta información a cuentagotas por ambos lados. Las clases con el psicoanalista que me visitó al palacio estaban sirviéndome para mi nueva personalidad. Empecé a sentir que Xóchitl era una persona sana, de ideales igualitarios y nada tolerante con las injusticias. Platicamos hasta la madrugada y cada quién a su recámara. No me acostumbraba al departamento, me deprimía. Lo sentía poca cosa a comparación de mi antigua vivienda en la calle de Filadelfia en la colonia Nápoles.
Al día siguiente me dieron las dos de la tarde en la cama, salí a la calle con ganas de comer algo, caminé a Puente de Alvarado, había un chingo de zapaterías y según la recomendación de Moisés los zapatos indicados eran de piel, con goma en el piso, casi tenis. Me compré unos negros. Nunca había comprado ropa a orilla de banqueta, también me compré dos cambios.
Cuando me di cuenta ya eran las cuatro de la tarde, iba de regreso cuando vi una cerrajería. Pensé en Xóchitl, de hecho no dejaba de pensar en ella. No tengo la culpa de tener una verga juvenil. Una ostionería, mmmm, una campechana: Montejo y una mojarra.
Estaba desarrollando a la vez una paranoia de persecución sentía que algunos me vigilaban o seguían. Moisés había hablado al respecto y acá bajita el agua, me había entrenado en ser observador. Suspiré y también recordé que no es bueno ser intenso.
–Una campechana grande y póngale pulpo, por favor.
Cuando iba llegando al depa, vi a un wey de teléfonos con cara de encabronado. Le llegué al chilango, confirmó que yo era el bueno y en cuestión de media hora, estaba instalado el phone.
Había que comprar un desodorante ambiental para mi nuevo hogar me daba temor este olor. Estaba sentado en la sala y me empezó a dar sueño y pues a dormir.
Estaba oscuro cuando me despertó el timbre de la entrada, pregunté y era mi compañera. Abrí la puerta y un vaso con agua era mi meta inmediata, en eso estaba cuando entró la mujercita con carga de nitro y su vitalidad, parecida a las plebes de Sinaloa. Ya tenía más de dos meses de no mojar, salvo tres puñetas, incluida la de la mañana.
– ¿Cómo te fue en la facultad?
–Bien, como siempre. Lo que está en efervescencia es el activismo y no es solo la facultad, son varias… Se viene un gran cambio. ¿Qué opinas?
–La verdad, no sé. Mis pensamientos son más o menos pacifistas, cada día que pasa desde que recibí mi curso de marxismo, leninismo me doy cuenta de las injusticias que se comenten. Es una gran cadena de corrupción a todos los niveles. No solo es el gobierno…
– ¡Si! pero ahí empieza todo, las escaleras se barren de arriba para abajo. Y este gobierno tiene que caer o ceder.
– ¿Vamos a cenar?
Día de visita
El celador se le quedó viendo a la cubeta de veinte litros, casi al tope de pozole michoacano con dos trompas asomándose. Le vi las intenciones de darle una rebajada, lo encaré y dije serio:
–No se vaya a pasar de verga, aquí delante de mí, revisa el pozole.
Cuando Moisés llegó me saludó frío. No me extrañaba, su estilo es taciturno, despierta como carro viejo. Vio la cubeta, cuando menos el contenido estaba tibio. Le mostré una cuchara de plástico y la usó de volada. Después de un par de minutos dio por terminada la comidita. Se limpió sonriendo. Se empinó la coca cola hasta que se la acabó, eructó chido, hasta eso de lado. Y dijo:
– ¿Qué pensaste?
–Ya habíamos quedado que sí, ¿no?
–Bien camarada grábate este número: 12,83,64, tienes que hablar mañana a la siete de la mañana, desde una caseta. Ahí te darán instrucciones, yo te veré cada mes. Vas a ver cómo es un trabajo tranquilo.
–No te creo, pero si así ayudo a la causa, le atoro. Hay que acabar con los parásitos. Te traje un billete, mi hermano mandó una lana, ya que perdí la chamba de la prepa.
– ¿Qué hace tu hermano?
–Es agricultor, siembra marihuana.
– ¿En serio?
–Si, gracias a él, toda la familia abandonó el pueblo, mi carnal es famosillo. Y acaban de matar al que me sigue.
– ¡Quinientos pesos!
– ¿Es poco?
– ¡No qué va! Gracias, camarada. ¿Los cuadernos?
–Ahí están mi líder.
–Necesitas una clave de identificación, un nombre o apodo.
–No sé, ¿Un nombre?… Eleazar, así se llamaba mi hermano.
–Bien camarada Eleazar: yo soy el Doctor.
Cuando salí, del pinche palacio de cagada, me sentí falso y traicionero.
Había hablado con mi padre sobre este fenómeno y como es mi guía espiritual, me dijo que hasta el momento nunca había estado en semejante situación, pero en este caso estaba de por medio la república, la patria y el gobierno. En fin, hay que avanzar en lo que uno quiere, ni pedo.
Acababa de llegar al depa, cuando el teléfono sonó y a los minutos salí rumbo al monumento de la Revolución, le tuve que dar vuelta a las cuatro jardineras y por último encontré al mayor. Me preguntó sobre mi visita al palacio. Informé que mañana empezaba a laborar, le di el teléfono que traía en la cabezota.
Ring, ring
Me levanté a las seis de la mañana, estaba nervioso, preocupado y con miedo. Me bañé con agua fría para templarme los nervios, pero salió peor, salí cómo pollo remojado, ya con la camiseta y el calzón, la cosa cambió. Al sentir la tela de la camisa, mi piel protestó, nunca me había puesto una chafa, la sentía acartonada, el espejo dijo que se veía pinche mal cortada. El pantalón de aparente algodón, por lo igual pero no tanto. Me eché en la bolsa un putazo de veintes para el teléfono. Había tiempo para un café, la caseta estaba a dos cuadras. Puse el pocillo y cuando volteé, estaba Xóchitl, sonriendo sorprendida al verme ya listo para salir a la calle.
– ¡Qué madrugador!
–Así es, amiga, ¿pongo más agua?
– ¿Te puedo hacer una pregunta?
–Sí, dime.
– ¿Cómo te llamas?
–Eleazar.
Me gustó que Xóchitl no me preguntara a dónde iba. Por mi parte batallé en no decir nada de pretexto, la neta no sé mentir. Bueno si he mentido, en cuestión de faldas… Varias veces. Cuando faltaban cinco minutos para las siete, me coloqué cerca del phone y al uno, empecé a marcar, al segundo ring, una voz femenina contestó, dije quién era, pasaron unos segundos. La mujer preguntó si traía en que apuntar, afirmé y me dio la dirección del parque de los venados en Avenida División del Norte. Me preguntó cómo andaba vestido, rasgos generales de cuerpo y me dijo que estuviera a las once de la mañana en punto, que de preferencia estuviera sentado, dentro del parque con un periódico: La Prensa y estuviera hasta las doce y media, me retirara y volviera a la tres de la tarde.
Cuando colgué empecé a ver a mi alrededor y lo más lejos posible. Sentí que me estaban vigilando, un pinche mono, con tic de beisbolero, me gustó para estarme campaneando. Me lo grabé en la cabeza y dudé si regresaba a la casa. Mejor caminar y ver si me seguían. Tomé Insurgentes y de volada llegué a la glorieta, seguí y vi un restaurante donde el desayuno estaba a seis pesos y entré sin ver el reloj, me había informado que a unas cuadras pasaba el pesero o al último agarraba un taxi.
Contacto
Llegué minutos antes de la hora fijada, compré el periódico, me di cuenta de que el parque estaba grandote, para no alegar me fui a dónde me habían indicado.
Ya instalado empecé a ver a larga y corta distancia a las personas. Me prometí comprarme unos lentes de pacheco. Las noticias relevantes eran sobre el mundial de futbol y los atracos a bancos y que el dólar estaba a 12.50. Mi padre siempre leía ese pinche periódico chafa, mi horóscopo decía: “Hoy tendrás un día tranquilo y la fortuna te sonríe. ¡Aprovecha!” El tiempo pasaba lento, me estaba desesperando, me clavé en el periódico para no estar como radar con la cabeza. Se llegó la hora y nada, todavía esperé quince minutos más. No sabía que hacer hasta las tres de la tarde. ¿Para dónde agarrar? decidí hacía la Glorieta de Villa, iba todo tranquilote pensando como meterle la verga a Xóchitl, mi duda era si no la atravesaría, por lo delgadita, hasta este momento no había pasado por las armas un culito acá, petit.
En eso estaba esperando en el semáforo cuando me llegó un bato, de lado, con voz para que lo escuchara bien:
–Hola, Eleazar, ¿cómo estás? ¡No voltees! Hay que subirnos al camión de aquella esquina, camina por delante.
Me había agarrado desprevenido el pinche mono, estaba de mi vuelo, no era norteño, pero ni de casualidad era chilango, la neta que me empezó a dar Cus cus.
Recordé las palabras de mi padre: “No demuestres que estás nervioso: Bosteza, sonríe, mira a los ojos y aclara la voz, antes de hablar” Mmmm, de las piernas no me dio la receta, las traía flojitas. Según avanzaba iba alcanzando sangre fría. Alex Dinamo, el espía mexicano, en pleno, esperaba los culotes que se reventaba este wey.
El camión iba semi vacío, fui al fondo cerca de la puerta y me recorrí para que se sentara, pero no, se colocó atrás y acercó la cabeza sonriendo. Yo tambor.
–El Doctor, te recomendó ampliamente para este trabajo, te voy a explicar lo que hay que hacer. Primero, tienes que tener teléfono en tu casa, para emergencias. Segundo andar a las vergas, tu trabajo es recoger mensajes, transmitir o mandar, según como se necesite. De parte de nuestra organización el trabajo es mínimo. Donde se pone movido es con los forasteros, nada más que son una fuente de ingresos para la organización y para quién labora. Ahora mismo te voy a enseñar, vamos a un buzón. ¿Qué tal la cana en el palacio?
–Pues con ganas de no regresar nunca, está de la verga, con mes y medio tuve.
– ¿De qué parte eres?
–Guasave, Sinaloa, de una ranchería, cerquita de la carretera internacional se llama El Triunfo.
– ¿Qué opinas de Rafael Buelna Tenorio?
–Del General. Es uno de nuestros héroes; todos los sinaloenses sabemos quién es él, menos los de Guasave, jeje. Y por el lado del nieto, es líder en la Feus, lo conozco de lejos. Es bravo el bato, a ver si no le pasa como al abuelo.
– ¿Qué le pasó?
–Lo mataron a los 34 años. Nada más.
El tipo que andaba quizás sobre el treintón de años no le cayó nada bien, me miró y se sentó bien. Después de dos paradas, volvió acercarse:
–No voy a tener que entrenarte mucho, lo principal de todo es la observación del lugar donde vas a recoger, en algunos casos hay que escribir mensajes, borrarlos. En una semana te dejo como navaja. Ya vamos a bajarnos. ¿Estás nervioso?
–Sí, la verdad que sí.
–Bien eso es bueno, aquí no queremos valientes.
– ¿Cómo se llama este parque?
–Parque Hundido, ¿ves la pinta con gis?
–Ese es un mensaje, quiere decir que el recado aquí está, te voy a dar el descifrador, incluso tienes que escribirlo y leerlo para que tú a la vez lo hagas. Siéntate… ¿qué ves? ¿Tranquilo, platícame a la cara y descríbeme qué onda?
–Pues a lo lejos están una señora que podría ser abuela de una niña cómo de tres o cuatro años, no hay nada más, hay vienen dos weyes, jóvenes, vienen bien metidos en su plática.
–Bien, ahora levántate y observa el otro lado, empieza por lo más lejos que puedas y terminas en tus zapatos.
–Un señor viene con su perro y un carrito de duros y papas.
– ¿Duros, ¿qué es eso?
–Duros, duros, así se llaman, ¿qué no?
– ¡Chicharrones! No mames, Jeje, vamos a chingarnos un duro, jeje. En este trabajo no hay prisa, esa es la tocada compa, observar todo y mientras más lejos veas es mejor. ¡Hey amigo, me da un duro!
Cuando nos acabamos los chicharrones chilangos, empezamos a caminar, salimos a la calle, aquí había movimiento de gente y carros. Me preguntó que si veía alguien en la azotea de los edificios, las ventanas y que lo hiciera sin hacer panchos, llegó el momento que lo paré y le dije: ¡Duro, duro! Mientras me reía viendo al cielo. El compa tomó bien la acción, entre dientes murmuró:
–Me parece bien la estrategia… ¿Y cuando vengas solo?
–Desde lejos y con paciencia veo todo alrededor, hasta que esté seguro… ¿O no compa?
–El paquete está a metros, a la vista ¿consideras que lo podemos recoger?
–No sé, si es por el lado de los edificios, más o menos; si es por el parque, está mejor… ¡Ya sé dónde está!
– ¿A ver, adónde?
–Ahí en esa columna, hay gis. Hay nada más una raya.
– ¡Muy bien!¡Estas despierto, compa! El primero que lo ve a la primera… Fíjate como lo recojo, no te acerques y revisa tranquilo todo, leve la cabeza y con ángulo suficiente para verme. ¡Voy!
La avenida estaba leve, había carros y por la banqueta, a lo lejos, una vieja con su galán, no me gustó ya que la vieja miraba de clavo, mientras el bato se acercó a la columna se recargó y agachó la cabeza, la mano izquierda se movió como víbora chicotera y la guardó en el pantalón, mientras campaneaba. Cuando me acerqué:
–A las vergas con esa pareja.
– ¿Dónde?, dijo volviendo la cabeza. No es nada, pero listo para correr si te lo digo, pueden ser gente de los coreanos, casi siempre están cuidando los buzones. Si nos abrimos, te reportas a la central. A las cinco de la tarde. Me gusta que estés alerta, en este caso que hubiera sido efectivo el quiebre, no hay más que correr, se les puede ganar a los panzones… ¿Tienes arma?
– ¡Nooo! El Doctor, dijo que cero violencias, quiero servir, sin crimen. Vengo huyendo de las matazones de mi tierra, hace meses mataron a un hermano…Por narco. Y estoy en lista de espera. Jeje.
–Bueno ya tengo tu teléfono, mañana te voy a entregar el material que necesitas para descifrar y escribir. El punto de reunión es la glorieta de Insurgentes, a las once de la mañana, te sientas en la jardinera y no te mueves, si no llegó a las doce, te vas caminando rumbo a Álvaro Obregón y le das para Cuauhtémoc. Vas y vienes, te paras campaneas sin panchos. Bienvenido camarada Eleazar, yo soy el comandante Martín, a tus órdenes. ¡Patria o muerte!
Vi cómo se alejó, el tipo que hace unos minutos resplandecía, de inmediato se convirtió en anónimo, podría ser tantas cosas, sin duda una persona que estaba viviendo lo mismo que yo, nada más que yo, bajo el velo de la traición. Esto no me latía nada. Como dice mi padre estoy pollito.
De regreso me bajé tres veces del camión, caminé de ida y vuelta para mi casa, estaba seguro de que me estaban siguiendo… Creí ver a un par de tipos de edad mayor de treinta años. También podría estar alucinando, no estaba cómodo así.
Antes de agarrar mi calle, me quedé un rato observando mi barrio y la cuadra. Me atacó una pinche hambre, vi que eran las cinco. También me dieron ganas de cagar, no hay como la taza de uno.
Cuando entré, el olor a comida me encaminó a la cocina. Xóchitl estaba terminando de comer, la cara se alegró, se levantó y preguntó:
– ¿Ya comiste?
–No.
– ¿Te caliento?
–Mmmm, después de comer. Voy al baño.
Sentí que la había cagado por la cara que puso, sentí que me puse colorado de la pena. Pero ya era mejor que supiera que quería atravesarla. No podía zurrar, la verga no me dejaba ¡No entraba en la taza. ¡Uy estaba fría!
Después de comer sopa de pasta, rajas con crema y arroz rojo con un huevo estrellado y quince tortillas, quedé pando. Xóchitl estaba de buen humor, era cafetera de hueso colorado. Me invitó a tomar uno a Insurgentes, estábamos de salida cuando sonó el teléfono, nos miramos y contesté. Cuando colgué, por la cara que puse se dio cuenta que no había café con galán güero.
– ¿Me esperas o vas tú sola?
–Te espero.
La cita era en el frontón México, estaba alrededor del monumento a la Revolución. Iba relajado, casi para llegar cuando vi a un agente del mayor que con la vista me enseñó un carro, era un Valiant, todo puteado, sin más me subí y el carro avanzó pedorreandose.
– ¿Qué hiciste hoy?
–Fui a conocer a mi jefe y recogimos un paquete en el parque Hundido.
– ¿Ya estás adentro?
–Al parecer sí, el jale se trata de recoger mensajes para los coreanos y a la organización, mi contacto se llama Martín, yo creo que es michoacano, es una persona inteligente, seguro que es profesionista. Mañana voy a verlo para que me dé las claves para escribir y mandar mensajes o algo así.
– ¿Dónde se van a ver?
–Mmmm, el bato no es nada pendejo, jefe. Siempre está a las vergas. Una vigilancia mal hecha y valió madre.
– ¿Que sugieres?
–No me sigan, déjeme solo…
–Está bien, en parte tienes razón. Te hablo dentro de unos días, ten dos mil pesos y no te vayas a coger a la indita.
–No me vayan a seguir, le van a dar en la madre a la investigación y a mí de paso.
–Ya, pinche güero, ya entendí, bájate.
Continuará…