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Presentación de El ilustre pigmeo de Roberto Gómez Junco en Edomex foto de Zaira Espinosa
Presentación de El ilustre pigmeo de Roberto Gómez Junco en Edomex foto de Zaira Espinosa

 

 

Por Óscar Alarcón y Juan Nicolás Becerra

16 de mayo de 2018

 

El ilustre pigmeo de Roberto Gómez Junco es el libro que gira en torno a la vida de Celedonio Junco de la Vega, poeta y articulista, bisabuelo del ex futbolista de las Chivas y de Tigres, quien se diera a la tarea de rescatar y dar a conocer la obra de un importante escritor del norte de inicios del Siglo XX. La presentación y la charla se llevaron a cabo el 16 de mayo de 2018 en las instalaciones de la Biblioteca de la Universidad Politécnica del Valle de México, en donde se reunió el público para escuchar hablar a Gómez Junco sobre poesía, lectura, futbol, la selección nacional y hasta el amor.

Durante la presentación, el comentarista deportivo y colaborador de Radio BUAP, Hernán Rossano, fue el encargado de leer una breve semblanza de Celedonio Junco de la Vega, quien fuera miembro de la Academia Mexicana de la Lengua, propuesto por José López Portillo y Rojas y Enrique Fernández Granados. El libro, publicado por la Editorial Font es un homenaje a la lectura, la escritura, el futbol y a la vida. Esta charla no hubiese sido posible sin el valioso apoyo de la poeta y gestora cultural Zaira Eliette Espinosa, a ella va todo nuestro agradecimiento.

 

Juan Nicolás Becerra. ¿Cómo te encuentras con la historia de don Celedonio y cómo fue esa búsqueda documental? Aunque se comenta en el libro que hay tres libros de él publicados, finalmente tú vas a rescatar la memoria de tu bisabuelo a través de su poesía.

Roberto Gómez Junco. Celedonio Junco de la Vega, bisabuelo mío, un personaje del que se hablaba mucho a nivel familiar, fue plática de sobremesa mucho tiempo. Mi padre principalmente me platicaba mucho de él, fue un poeta destacado en su tiempo y en su lugar. Nació en Matamoros, pero a los 25 años se fue a vivir a Monterrey por cuestiones de chamba, tenía que trabajar. Su padre muere cuando Celedonio tenía 13 años.

Fue una figura familiar que siempre me atrajo, era muy reconocido como epigramista. Él decía “dos cosas para tortura/me salieron del demonio/ser de tan corta estatura/y llamarme Celedonio”. Se burlaba de sí mismo para adquirir cierta autoridad moral para burlarse de los demás. Era muy bajito de estatura, de ahí el título El ilustre pigmeo, que se explica en el libro y que para nada pretende ser un insulto ni mucho menos.

Un día un amigo –un cuate que se sentía muy alto porque medía 1.78, que era altísimo en aquella época, estamos hablando de hace más de 100 años– se lo topa al cruzar una esquina en Monterrey y le dice: “adiós, ilustre pigmeo” y mi bisabuelo se voltea y le contesta: “adiós, insigne gigante/que te me paras delante/con ese rostro tan feo”. Una línea que era un insulto amistoso, él la convierte en un epigrama.

Era un epigramista de gran agilidad, muy reconocido a nivel familiar pero conforme me platicaban cosas de él, a mí me llamaban la atención su figura, su obra, su vida. Y preguntándole a mi padre –y a la familia en general– y después leyendo algunas de sus cosas, fui dándome cuenta de que no nada más era un epigramista simpático, ágil, perspicaz sino que era un poeta de grandes alcances.

Descubrí cosas de él que me hicieron pensar que era un poeta de mayor nivel al que no se le había reconocido cabalmente, aunque tuvo en su momento cierto prestigio. La figura de mi bisabuelo en realidad empezó siendo un pretexto para escribir sobre futbol, pero no quería que fuera algo común y corriente, quería ligarlo con algo de más sustancia y entonces se me ocurre que podría ser con la obra de mi bisabuelo.

La parte de novela que tiene que ver con este libro es lo que invento con los compañeros con los que platicaba. Hay cosas reales pero hay otras que no, como el compañero que me hubiera gustado tener. Invento esos diálogos con un compañero en particular al que le digo que quiero escribir cosas sobre Celedonio, y en realidad se vuelve un pretexto para desahogar lo que tenía pendiente sobre el futbol.

Conforme fui escribiendo, fue sucediendo exactamente lo contrario: para mi gusto, el futbol terminó siendo un pretexto para escribir más cosas sobre mi bisabuelo Celedonio.

 

Óscar Alarcón. Cuando leemos El ilustre pigmeo nos vamos a encontrar con una especie de autobiografía ficcional –si es que existe ese género–. Hay historias sobre las concentraciones de los equipos, de la selección, y que se van mezclando con la historia de don Celedonio. Sin embargo, hay otra línea que llama la atención, ¿qué tan importante es el cuidado del lenguaje al momento de la escritura del libro?

Roberto Gómez Junco. Traté de manejar el lenguaje con la mayor pulcritud posible de acuerdo a mis alcances, a mis posibilidades. No es un libro de poesía aunque sí se encontrarán poesía. Al que no le guste la poesía se puede brincar todas las partes y le entenderá al libro. Al que no le guste el futbol, se puede brincar todo lo que habla sobre él y creo que puede gustarle el libro. Al que nada más le guste el futbol, se puede brincar todo lo de Celedonio y leer todo lo que yo hablo y escribo sobre futbol, y creo que también podría gustarle.

Hay capítulos que están dedicados a Celedonio y otros al futbol pero también dentro del mismo capítulo voy y vengo de Celedonio, de la literatura, de la poesía al futbol. Lo que se refería a Celedonio son datos duros, ahí no invento nada, lo que él escribió o lo que me contaron de él.

Al momento de hablar de futbol ahí sí están mis opiniones y entra un poco la novela porque invento personajes, compañeros que en realidad nunca tuve. Hay por ejemplo, un poema de Celedonio dedicado a su padre –y lo digo en el libro– que es un momento en el que me doy cuenta de que era de otro nivel: porque era el epigramista simpático, al que un día una niña que se topa en una plaza le entrega un ramo de rosas, y la mamá le dice “mira, hija, ahí está el maestro Celedonio, ve y dale este ramo de rosas”, rosas de distintos colores, se lo entrega y Celedonio le dice “¿cómo te llamas”, “me llamo Rosa” y en ese momento a él se le ocurre que es una niña que se llama Rosa que le está entregando un ramo de rosas, él toma una rosa de color rosa y se lo entrega a la niña y le dice: “Te doy esta rosa, Rosa/Rosa contemplando estoy/que eres más hermosa/que la rosa que te doy”, un epigrama. Eso él lo hacía muy rápido, tenía esa facilidad. Pero alguna vez revisando con una tía unos álbumes y cosas de mi bisabuelo me dice “mira, esto se lo escribió a su padre”, a nueve años de que murió el papá, cuando Celedonio tenía 22 años. Le escribió un poema más largo que viene en el libro.

A los que no les guste la poesía no tienen que leerlo, eso era más bien para meter al lector que sí le interese, lo que era Celedonio, primero a través de su poesía y después ir platicando cosas de él, de su vida, trabajador durante 60 años incansable, porque tenía que trabajar para que pudiera comer su familia.

La parte final de ese poema al padre –creo que él le pone “A 9 años”– va a leerlo ante la tumba del padre y termina diciendo: “Cuando cerrados a la luz mis ojos/duerma ese sueño de la tumba fría/quién regará con llanto mis despojos/en qué memoria quedará la mía”. Ahí nos podemos dar cuenta de que era de otro nivel y no sólo el epigramista simpático. Yo quería plasmar su obra congruente con lo que era su vida, como pretexto para hablar de futbol.

 

Presentación de El ilustre pigmeo de Roberto Gómez Junco en Edomex foto de Zaira Espinosa
Presentación de El ilustre pigmeo de Roberto Gómez Junco en Edomex foto de Zaira Espinosa

 

JNB. ¿A ti cómo te ayuda la lectura en estos altibajos que deja el futbol y que también encuentras en la lectura un desahogo?

RGJ. Cuando me preguntan de qué trata el libro intentaba de sintetizarlo diciendo: “es una novela de futbol y literatura con la vida y la obra de un bisabuelo poeta como hilo conductor”, más o menos así la definía. Pero me han dicho –como ya lo mencionaba Óscar– “es una biografía con rasgos de tu propia experiencia con rasgos de no sé qué”, y al final le dije “sí, nomás que estaría muy largo decir todo eso, mejor digo novela de futbol y literatura con la vida y la obra de mi bisabuelo como hilo conductor”, pero en realidad no es que la novela nada más sea sobre Celedonio y futbol.

En esencia, creo que lo fundamental es que mi novela pretende ser un homenaje a la literatura, a la lectura. Y ahí menciono lo que para mí fue la lectura en mi etapa de futbolista.

Empecé a leer permanentemente a los 18 años. Cuando eres un lector que al terminar un libro, abres inmediatamente el otro, creo que ya puedes decir que lees permanentemente. No es “leí un libro en mi vida o leí tres pero ya no me acuerdo cómo se llaman”, no, no. Leo éste y al terminar leo el siguiente. Esa costumbre la adquirí a los 18-19 años, pero a los 20, que empiezo a jugar en 1ª división, se fortaleció esa costumbre. La lectura fue una especie de refugio del ambiente del futbol.

La lectura me ayudó mucho como mecanismo de evasión. Para no convivir tanto: “aquí está mi libro”, a veces no estaba leyendo nada, sólo abría el libro para que pensaran en el autobús que estaba muy entretenido leyendo en un camino muy largo. Pero eso empezó siendo un refugio, se volvió una necesidad porque empecé a disfrutar la lectura. El que es lector puede entender lo que la lectura te da en sí misma. No es nada más lo que estés leyendo, lo que estés aprendiendo en ese momento o lo que te esté divirtiendo sino todas esas ventanitas que se van abriendo en el cerebro, que no te das cuenta ni cómo ni cuándo pero en algún momento van a ampliar tus posibilidades para entender mejor todo lo que te rodea. Ahí estaba mi gusto por la lectura.

 

En este libro quise rendir ese homenaje a todos los autores que he leído durante 45 años de ser un lector más frecuente. Ahorita tengo 62 y si empecé a los 18 te estoy hablando de 44 años de leer continuamente, de pasar distintas etapas como lector. Quise mencionar a todos los autores que en su momento disfruté.

 

El único soneto mío en el libro es cuando invento que sueño con Celedonio y me dice el soneto en donde se habla sobre el futbol y la lectura. Eso lo explico a lo largo del libro y lo fortalezco con ese soneto. Es la idea de que puedes ser muy feliz leyendo y muy feliz jugando, que puedes ser futbolista y leer, siempre y cuando cada cosa la hagas en su momento. Esa es la tesis central del libro –con Celedonio como pretexto o con el futbol como pretexto– tratar de demostrar que puedes ser muy feliz jugando futbol y leyendo.

 

ÓA. En el libro podemos ver cómo don Celedonio escribía sonetos en los que les quitaba una vocal, por ejemplo la “A”, es un juego impresionante del lenguaje, ¿qué es más difícil, escribir un soneto o evitar que pase un delantero alemán?

RGJ. Para mí sería imposible evitar que pase un delantero alemán. Depende para quién. Puede ser más fácil para Héctor Moreno impedir que pase ese atacante alemán que para un escritor de medio pelo, aspirante a poeta, escribir un soneto. Y después es ver de qué nivel es tu soneto.

 

También menciono eso en el libro: “¿es escritor el que escribe un libro?, escribiste un libro pero eso no te convierte en escritor”. Lo que yo pienso es que es escritor el que tiene algo que contar y sabe cómo contarlo, que lo cuenta bien y tiene una historia digna de ser contada. Lo mismo diría con la poesía: poeta no es cualquiera que se le ocurrió una rima o tomó cualquier tema y desahogó sus inquietudes literarias.

 

Entre más leía a Celedonio más me atraía su figura. Él se preocupó por escribir cada vez mejor y creo que veías en él esa evolución. Eso lo podríamos aplicar en ambos casos: para el gran jugador que se prepara y va mejorando como tal, cada día será más sencillo detener a ese atacante alemán. Y lo mismo sucede con el escritor: escribes mejor en la medida en la que más lees y más escribes, pero no te puedes arrancar escribiendo sin haber leído.

Así como tú lo comparas en la pregunta, yo lo hago en el libro: voy y vengo del futbol a la literatura, del futbol a la política, regreso porque siento que si el futbol nada más te sirve para saber de futbol no te está sirviendo para nada. Te tiene que servir para entender otras cosas a partir de él, entrarle a ámbitos más importantes.

 

Cartel promocional
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JNB. En el libro don Cele decía que la palabra es un arma, ¿tú concibes así a la lectura?, ¿te identificaste con esa afirmación que hizo don Cele?

RGJ. Se refiere a la pluma, que puede ser un arma que lastime: la pluma y la lengua al decir algo. A la lectura más que un arma la vería como una herramienta maravillosa. La lectura te fortalece, te da argumentos todo lo que te rodea. Y con el lenguaje te puedes divertir también. Lo que mencionaba Óscar: esos retos que le encantaban a Celedonio, por ejemplo, hay un soneto de cinco sílabas, que ya tiene su grado de dificultad. Él lo escribe cuando mi abuela cumple 15 años y están en distintas ciudades. La formación del soneto que escribe es de 5 sílabas cada verso, ya sabemos que el soneto es 4-4 y 3-3: “Hoy que es tu santo/cruzando el viento/mi pensamiento/te lleva un canto./Y es un encanto/que en el momento/del sufrimiento/yo pueda tanto./No sobre el plinto/del arte monto/para este asunto./A tu recinto/llego de pronto/te beso y punto.” Es un soneto de cinco sílabas, muy difícil por su estructura. Eran retos que él le gustaba. Tiene mejores cosas.

Un día le dice alguien “eres muy bueno para los epigramas pero quintillas no haces”, y en ese momento toma una servilleta y la pluma y le dice “por cuestión de negra honrilla/me es preciso demostrar/que el hacer una quintilla/es la cosa más sencilla/que se pueda imaginar.”

Recibió algunos premios por cosas como éstas. A lo mejor eran poetas o aspirantes a poetas –que no tienen mucho qué hacer– y se juntaban en las tardes, allá en Monterrey, en una época muy distinta a la actual: tenían todo el tiempo del mundo para divertirse con juegos como éste. Está el soneto de tres sílabas, que a lo mejor es difícil de entender, pero cada versito es de 3 sílabas –y es canoro, que es un pájaro–: “canoro/te alejas/de rejas/de oro./Y al coro/le dejas/las quejas/y el lloro./Que vibre/ya libre/tu acento./Tus alas/son galas/del viento”. Hay rima y 3 sílabas con un grado de dificultad tremendo.

Y sin embargo, me impactó mucho lo que les decía hace un rato: cómo a los 22 años pudiste escribirle eso a tu padre. En cuanto a la maravillosa forma en la que se le dijo, pero también qué chavo a los 22 años estará pensando “en qué memoria quedará la mía”, tú estás pensando en qué vas a hacer mañana en la tarde o al día siguiente. En el libro bromeo también con mi compañero: “¿tú has pensado en qué memoria quedará la tuya? Para nada, cómo voy a pensar eso”. Y Celedonio a los 22 años lo pensaba. Parte de todo lo que me fue atrayendo de ese personaje.

 

Presentación de El ilustre pigmeo de Roberto Gómez Junco en Edomex foto de Zaira Espinosa
Presentación de El ilustre pigmeo de Roberto Gómez Junco en Edomex foto de Zaira Espinosa

 

ÓA. Podrías platicarnos un poco sobre la importancia del humor en el libro, no sólo en cuanto al ingenio de Celedonio sino los pasajes que ocurren en las concentraciones de futbol.

RGJ. En el epigrama estamos hablando de cuatro versitos que tienes que sintetizar, será mejor si lleva algo de humor pero puede llevar algo de crítica, puede utilizar un poco la sátira pero el humor está ahí atravesado. Cuando él se burlaba de su corta estatura y de su nombre hay algo de humor. Tienen tres días sin teléfono en su casa, timbran y es el cuate con el recibo del teléfono, le llegaban a cobrar. En aquella época era “aquí está el recibo y debes tanto”; había que pagar 8.50, que era muchísima lana. Estamos hablando de los viejos pesos y de hace 140 años. Y él dice “nos están cobrando el teléfono y tenemos tres días sin servicio”, toma los 8.50 y en la misma nota le escribe al chavo y le dice: “es un contraste que no concibo/pero que ahora claro se ostenta/por un servicio que no recibo/pago un recibo de 8.50”.

El epigrama, el humor, le permitieron desahogar muchas cosas. En México hay muchas cosas que no podríamos digerir si no pasaran por el humor. Prefieres reírte y burlarte de algunos gobernantes. Es una forma de desahogarte. Celedonio usaba la versificación –particularmente los epigramas con su dosis de sentido del humor– para criticar, para desahogar muchas cosas. Creo que en ese sentido también como válvula de escape es maravilloso.

 

Como es maravilloso el futbol, como mecanismo de evasión. Si tú vas el sábado o el domingo y desahogas cosas, siempre y cuando no sea por medio de la violencia, siempre y cuando los gobernantes no utilicen tu gusto por el juego para mantenerte aletargado, adormecido, en ese sentido el futbol también puede ser maravilloso como la lectura y la escritura.

 

JNB. El personaje de Don Cele pierde a su padre muy joven, tiene que hacerse cargo de su familia, la tragedia lo persigue un poco, ¿eso lo inspira, eso lo fortaleció?

RGJ. La muerte de su padre lo obligó a trabajar a los 13 años para mantener a la mamá, a algunos de sus hermanos y desde ahí no soltó esa tarea. Él se casa en Monterrey y la mamá y algunos de los hermanos viven con ellos –muchos por varios años– y siempre vivió al día. Él hablaba de eso: del trabajo digno que le daba para comer, de que no necesitaba de grandes cosas para ser feliz siempre y cuando tuviera un sustento necesario. Creo que por ese lado se ve obligado a trabajar. La cultura del trabajo la tenía. Y por otro lado, la lectura lo fue fortaleciendo y le fue permitiendo entender muchas cosas.

 

Leyendo cosas de Celedonio me decía “en qué momento pudo leer tanto, en qué momento pudo llegar a tener este nivel de cultura”, pero te das cuenta de que si lees y lees, de repente tú mismo puedes sorprenderte de todo lo que en algún momento aprendiste por medio de la lectura. El beneficio de la lectura es mayor de lo que muchas veces nos imaginamos. Y Celedonio fue integrando eso a su manera de ser. Creo que ciertos principios que te inculcan desde niño, después los fortaleces con la lectura y se crea esa retroalimentación necesaria.

 

Hablando del sentido del humor, no dejó de bromear nunca. De hecho, lo último que se sabe que dijo fue cuando le preguntaron “¿estás incómodo?”, y él dice: “es incómodo morir”, eso es lo último que alcanzan a entenderle los familiares que están alrededor de él.

Quiero decirles que el libro no es toda la vida de Celedonio porque podrían decir “ya nos contaste toda su vida, ya para qué lo leemos”, no. Lo de Celedonio es un pretexto para hablar de futbol y ambas cosas son un pretexto para rendir un homenaje a la lectura para demostrarle al que es futbolero que puedes entender mejor el futbol leyendo y disfrutando más de la lectura.

 

ÓA. ¿Es normal que no se lea entre los futbolistas? Y si es normal, ¿a qué se debe?

RGJ. No lo sé. Es un problema de México en general, el mexicano lee menos de lo que debería leer. El nivel de lectura es muy bajo, la cantidad de lectura es muy baja. No sé si en el caso del futbolista como muy pronto consigue muchas cosas, ya es reconocido y si le va bien económicamente está del otro lado. No sé si siente que ya ese es su mundo y no necesita leer y ahí el problema es que tú entiendas la lectura como algo que te va a hacer ganar más dinero, no, no.

 

La lectura tiene un beneficio en sí misma, tengas el nivel económico que tengas, leer te va a hacer mejor persona, leer te va a permitir entender mejor muchas cosas, ser más feliz, creo.

 

El futbolista que vive en una especie de burbuja, en una isla, el futbol está lleno de privilegios. Durante 10 o 15 años estás en otro mundo, eres dueño de tu entorno y muchos jugadores no entienden lo que va pasar cuando dejen de jugar. La mayoría no logra asimilar ese golpe que es durísimo, de tenerlo todo, de pensar que todos te admiraban a darte cuenta de que te admiraban y aplaudían porque en ese momento jugabas. Además, si no fuiste tan destacado, en un año nadie se va a acordar de ti. O si fuiste buenísimo, se acordarán de ti pero ya no podrás competir con la figura del momento. El futbol es de presente.

No sé si eso tenga que ver con que el futbolista lea todavía menos de lo que lee el ciudadano mexicano en general.

 

Presentación de El ilustre pigmeo de Roberto Gómez Junco en Edomex foto de Zaira Espinosa
Presentación de El ilustre pigmeo de Roberto Gómez Junco en Edomex foto de Zaira Espinosa

 

JNB. Juan Villoro ha dicho que el futbol es una novela, ¿coincides con esa percepción?

RGJ. Sí, de hecho alguna vez le pregunté “¿por qué no escribes una novela sobre futbol?” y me dijo “es que el futbol en sí mismo es ya increíble, la ficción está en sí misma”. Sí, el futbol es una especie de novela, puedes compararlo con la literatura, puedes comparar al futbol con la política, con la guerra, eso a mí siempre me ha gustado: entender las similitudes y también las diferencias.

 

En muchos sentidos el futbol es novela. México como país es una novela, no sé si del género tragicómico, es drama, es comedia, nuestra vida como país, como mexicanos. En el libro, otro de los temas recurrentes es el menosprecio que los intelectuales mucho tiempo le tuvieron al futbol.

 

Algo que a mí me llamaba la atención es que hace 40 años era rarísimo que un escritor confesara su gusto por el juego. Se menciona, por ejemplo, alguna frase de Albert Camus, que dice que los principales valores los aprendió en el futbol. Pero eran casos raros, casos aislados, era vergonzoso ser intelectual o ser un gran escritor y confesar su gusto por el juego. Te daba más estatus si decías “el futbol es para gente de muy bajo nivel, a mí no me interesa”. A mí me gusta cómo a través del tiempo eso se fue modificando. Cada vez hay más intelectuales que reconocen su gusto por el juego, Juan Villoro es el mejor ejemplo en México, un gran escritor, apasionado por el juego, seguidor del Necaxa y sobre todo del Barcelona –porque tiene que balancear sus gustos futboleros–, él confiesa su pasión por el juego, como la confiesa Javier Marías –escritor español–, Vila-Matas, Aguilar Camín, Eduardo Sacheri –escritor argentino, hincha de Independiente de hueso colorado–, cada vez son más, son muchos los intelectuales que confiesan su gusto por el juego como parte de este fenómeno social increíble que es el futbol.

Me gusta la contraparte –que también menciono en el libro–: gente que a partir del futbol puede demostrar que también puedes pensar, que puedes jugar futbol y después ser Jorge Valdano para hablar y opinar con argumentos y con una magnífica solvencia en el manejo del lenguaje sobre otros temas. Los intelectuales que se acercan al futbol y gente del futbol que puede aspirar a ser intelectual o aspirar a usar el intelecto a otros niveles.

 

Esa ida y vuelta entre intelectuales y futbol me ha gustado en los últimos tiempos, creo que ha ido mejorando gradualmente, así como ha mejorado –y lo dice Valdano en alguno de sus libros– el futbol es una microsociedad imperfecta porque no incluye a las mujeres. Ahora el mismo Valdano dice que cada vez las incluye más, la mujer está cada vez más en el futbol.

 

ÓA. Sin tomar en cuenta el Mundial de Rusia 2018, ¿qué es lo que se necesita para que México sea campeón del mundo?

RGJ. En este mundial no se necesita nada porque es imposible. Hay tantas vertientes que tendrían que ser consideradas.

 

Diría que para que una selección mexicana sea campeona del mundo tiene que empezar a trabajar en este momento con los mexicanos que están naciendo, porque los que tienen 14 años ya están en desventaja en muchos sentidos. Tiene que ver con la alimentación, con la cultura deportiva: cómo juegan y a qué juegan desde que están en la primaria.

 

Los niños de Alemania y de Brasil por distintos motivos –porque ahí entran factores incluso de raza–, en España, en Noruega, ya tienen ventaja en muchos renglones. Si quisieras competir lo harías en desventaja. Es cierto que están como grandes, maravillosas excepciones esas dos veces que la selección mexicana sub-17 ganó el mundial. Eso te muestra que quizá estoy exagerando, que sí puedes competir a los 14 o 17 años.

Y después ya se crea esa tremenda brecha que tiene que ver con la organización de cada liga. Aquí a los 17 años el futbolista no encuentra los espacios para jugar que sí encuentran los argentinos, los españoles, los alemanes, los brasileños.

Yo diría que es cuestión de atacar varios factores, tiene que ver con la alimentación, con la educación, la cultura deportiva, el nivel de organización del futbol amateur. Juzgamos a los que ya están en nivel profesional pero ellos tuvieron que pasar por el amateurismo y quizá a nivel profesional ya llegaron rezagados en muchos sentidos. En Alemania, en Argentina, en Brasil, en España el brinco del futbol amateur al profesional no es tan grande como en México. Creo que habría que atacar muchos frentes, darle más espacio al futbolista mexicano, por supuesto. Lo contrario a lo que está sucediendo, que cada vez más se le cierran más esos espacios, como para aspirar a ganar una copa del mundo.

 

Insisto en este libro que lo de menos es si México es campeón del mundo o no, hay que mejorar en otros ámbitos, que los mexicanos depositen su felicidad menos en un equipo de futbol y más en lo que ellos mismos hacen cotidianamente, ya empezaremos a mejorar como país. Y en la medida en la que México sea más justo en lo económico, en lo social, más equitativo en muchas cosas como gobernantes menos improvisados, más honestos, entonces después podrás aspirar a que en el ámbito deportivo también se consigan cosas importantes.

 

De izquierda a derecha Óscar Alarcón, Roberto Gómez Junco, Juan Nicolás Becerra, Zaira Espinosa foto de Hernán Rossano
De izquierda a derecha Óscar Alarcón, Roberto Gómez Junco, Juan Nicolás Becerra, Zaira Espinosa foto de Hernán Rossano

 

ÓA. Mi última pregunta es un poco complicada a cualquier edad, ¿qué es el amor, Roberto?

RGJ. No venía preparado para eso. Si yo dijera “el amor es Maru” [Maru es la esposa de Roberto Gómez Junco, nota de Ó. A.], dirían “qué cursi”. ¿Qué es el amor?, déjame pensar en algún libro… El amor es sobre lo que más se ha escrito en poesía pero no es fácil hablar del amor sin caer en cursilerías. No quiero equivocarme contestando alguna otra cosa distinta a la que ya contesté.

 

JNB. ¿Tú crees que Lionel Messi le deba algo a la afición argentina en la selección?

RGJ. No, no, para nada. Entras en el terreno de lo subjetivo: Messi es el mejor jugador que yo he visto, y vi a Pelé, a Maradona, a Johan Cruyff. Son los cuatro que yo pongo en ese nivel. Después, la gente se pone playeras y prefiere a uno o a otro. Yo, sin playera puesta, creo que Messi es el futbolista que mejor ha jugado en la historia.

Que le falten cosas a nivel de selección, o que la gente se las pida porque Maradona es casi casi un dios –y no exagero porque existe la iglesia maradoniana, increíblemente–. Si van a leer a Sacheri, en alguno de sus cuentos dice “me van a tener que disculpar…”, que habla sobre Maradona, extraordinario cuento, maravilloso.

Por eso hablo de esos cuatro, si acaso digo no los comparemos, pongámoslo en orden cronológico: Pelé, Cruyff, Maradona, Messi. Ya después entra lo subjetivo: creo que Messi ha sido el mejor, independientemente de que termine o no ganando una copa del mundo porque el futbol es colectivo, eso es lo que a veces la gente se confunde. Hay muchos que a nivel de equipo han ganado con selección mucho más que Messi. A nivel de clubes no tanto. Hay logros de Messi que no alcanzó ningún otro futbolista.

Creo que el futbolista se debe a sí mismo, le tiene que responder al juego. Recuerdo una película de béisbol con Kevin Costner, que es un pitcher que está pensando si se retira o no, y el amor es al juego.

 

Ni siquiera creo tanto en el amor a la camiseta, que claro te pones la playera de la selección argentina y tienes que comprender que hay una responsabilidad extra –como si te pones la de la selección mexicana o la del América o la de las Chivas– pero tu principal responsabilidad es ser contigo mismo y con el juego. Y en ese sentido, no veo que Messi le deba nada a nadie.

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