El rapsoda de un pueblo: La ciudad del Soul.
Iván Gómez escribe sobre La ciudad del soul de Carlos Sánchez, libro de crónicas que retratan la violencia cotidiana, como solo un rapsoda puede hacerlo.
Iván Gómez escribe sobre La ciudad del soul de Carlos Sánchez, libro de crónicas que retratan la violencia cotidiana, como solo un rapsoda puede hacerlo.
Por Iván Gómez (@sanchessinz)
Puebla, México, 11 de agosto de 2019 (Neotraba)
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Acaso nuestros versos duren tanto
como el modelo Ford 69
(y muchísimo menos que el Volkswagen)
José Emilio Pacheco.
Leer a Carlos Sánchez implica replantearse la perspectiva con la que vemos y entendemos el mundo. No es la trama, ni los trabajos con el lenguaje –aunque vaya que los hay– lo que definen la calidad de su literatura, sino el amplio bagaje humanístico que confiere a su obra: lo mismo se detiene a describir un hombre que mata a su hijo por haberle robado su sombrero que una mujer, presa de un matrimonio machista, que ansía su libertad.
Tengo la fortuna de conocerlo –al menos virtualmente– y la honra de que me comparta sus textos: cuando me acerco a ellos sé que algo en mí vibrará, una fibra muy profunda y oculta, sin nombre ni localización, que recibe cada una de las palabras vueltas imágenes, emociones de lo que ve o imagina.
Se trata de su forma de ver al mundo y pasarlo a lenguaje. Lo imagino escribiendo mientras el reloj marca la madrugada y las horas pasan, con la mirada cansada pero el ánimo febril, palabra tras palabra mientras por su cabeza pasan aquellas historias que le contaron durante el día o un horroroso hecho del que recientemente se enteró y no puede dejar pasar.
Carlos es un hombre de letras entregado a su gente, por eso la principal cualidad de su literatura es la humanidad que logra impregnarle a los textos, prueba de ello es La ciudad del Soul (Nitro-Press, 2015).
Las 36 crónicas que integran al libro giran sobre un tema: la gente de Hermosillo, Sonora, una de las ciudades más azotadas por el crimen en años recientes. Precisamente esa es la razón para escribir de ellos, Carlos se vuelve pararrayos de su entorno y le da voz a la gente sin rostro que pareciera cobrar relevancia sólo cuando su cuerpo aparece junto a un barranco o en un terreno baldío. Se encarga de descifrar las historias que hay detrás de los semblantes de congoja y tristeza, meditativos o serenos.
El libro, sin embargo, no arroja en ningún momento conteos de cifras rojas, aunque la muerte, producto de la violencia, es la constante y un poco la motivación del libro. Sánchez celebra la vida cuando describe el oficio de un hombre, el esfuerzo de otro para conseguir más trabajo y así poder comprar los regalos de navidad para los hijos. También la celebra –en forma de homenaje– al narrar algunos acontecimientos en la vida de alguien ya muerto.
Con La ciudad del Soul se preserva la memoria colectiva de los que ya no están. A los lectores nos compete resguardar estas historias y compartirlas con otros.
Creo con firmeza que la literatura es un poco lo que hace Carlos: meterse al lodazal y excavar durante mucho tiempo para luego extraer de ahí una rosa que mantiene su belleza.
La calidad de los textos es punto y aparte, con una concisión abrumadora, Carlos logra crónicas tan breves que muchas parecen estampas de un momento o una persona. Esta característica recuerda por momentos a “Mar de historias”, columna semanal en el periódico La Jornada, de Cristina Pacheco, quien también narra las historias de la gente común.
El uso del lenguaje juega con lo poético y el habla cotidiana –que es otra forma de poesía–, así, cuando el autor detalla descripciones, usa oraciones cortas que remiten a imágenes concretas, que a su vez se conectan con la siguiente; cuando la gente habla se percibe una sonoridad procedente de las muletillas, los modismos y, en fin, todo de lo que la oralidad dota al lenguaje. Cuando el narrador escribe sobre la muerte prevalece un tono elegíaco, cuando la gente habla, el texto da la sensación de una conversación en una banca del parque.
Arrojar el cuerpo en un lote baldío, extender la tela para abrigarlo. Como si en la crueldad hubiera crédito para un instante de bondad. Darse la media vuelta sacudiéndose las manos. Listo. Y ya.
Pág. 28.
Una de las características en la escritura de Carlos gira en torno al conjunto de su obra: él forma parte de ese grupo de escritores que ha escrito el mismo libro en diferentes entregas durante toda su vida. Sufre de la misma cualidad que llevó a Carlos Fuentes a hacer de la Ciudad de México el gran personaje de su obra: la obsesión con un tema, una idea o incluso una sola imagen. En su caso es su entorno inmediato y la gente que lo habita la que conforma su obra. Hermosillo tiene un digno representante: Carlos Sánchez, el rapsoda de un pueblo.
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La ciudad del Soul (2015), de Carlos Sánchez. Ciudad de México: Nitro-Press.